23: Mei

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Utahime

«
— ¿Por qué estás tan indiferente conmigo? ¿Hice algo malo? — me preguntó asomándose en la cocina, quise ignorarlo y centrar mi atención en cortar aquellas setas. Sentí su presencia a mi espalda pero no me giré, no quería verlo.

— No sé a qué te refieres — mentí pero ni tono de voz logró delatarme.

— Te conozco muy bien, señorita sacerdotisa — replicó tomando mis hombros para girar mi cuerpo en su dirección — Sé que espiaste mi conversación con la joven de la familia Yamada, eres pésima ocultándote — admitió y sentí cómo si me hayan lazando a una laguna en invierno.

— Si ya lo sabes, ¿por qué me molestas? — aún así no podía ceder, yo... no quería admitir lo que sentía y el adoraba jugar conmigo.

— Porque es la primera vez que puedo apreciar a mi mujer estando celosa — me guiñó un ojo — Esa jovencita me hizo una propuesta romántica, tú misma lo oíste. Pero jamás te quedaste para escuchar mi respuesta — dio un pequeño golpe a mi nariz — Es obvio que la rechacé.

— ¿Lo hiciste? — musité dejándome envolver en un abrazo.

— No negaré que su propuesta de darme la mitad de su fortuna ganadera sonaba muy tentadora — declaró acariciando mi mejilla— Sin embargo, quiero quedarme con una sacerdotisa llorona que se tropieza con sus propios pies. Ella es mi tipo de mujer ideal, además que aceptó ser mi esposa y me hace el hombre más feliz del mundo»

— ¡SHOKO! ¡SHOKO! ¡VAMOS UTAHIME! ¡TÚ PUEDES UTAHIME! — sonreí al escuchar los gritos de Yuki desde las gradas, a pesar de estar compitiendo contra su clase ella seguía apoyándome. La pelota se acercó hacia Shoko, ella la elevó para mi dejándome el camino libre para realizar el tiro final. Tomé un impulso, saltando sobre la red y con centré mi fuerza en la palma de mi mano derecha; golpeé el balón y este salió disparado hacia un extremo de la cancha que no era protegido.

El balón tocó el suelo y el partido terminó; las demás chicas corrieron hacia mi para abrazarme y llenarme de halagos. Sonreí con la respiración agitada, este partido de volleyball había sido intenso. Pero conseguimos la victoria. Shoko corrió hacia mi, deslizó su brazo por mis hombros invitándome a caminar hacia las gradas donde nos esperaba Yuki sujetando una pancarta con nuestros nombres, en su frente había una bandada improvisada que decía «I ❤️ Utahime & Shoko»

— Estuvieron increíbles — dijo abrazándonos, después hizo una mueca al vernos empanadas de sudor y nos llevó a rastras hacia la cancha de basketball, allí se estaba dando el partido de la sección masculina entre la clase A y B.

La semana del festival cultural había comenzado y con ella le habíamos puesto una pequeña pausa a las clases. Cada día del festival era dedicado para una asignatura en particular, sin embargo, todos los días habían competencias deportivas entre cada salón. Con este último encuentro, nuestra clase había llegado a las finales en volleyball femenino, mientras que la sección masculina estaba en las semifinales, si ganaban este partido quedarían a las finales del día de mañana — que era el último día del festival — el viernes sería dedicado a la asignatura de historia y música.

El viernes sería la obra y... estaba muerta de los nervios. Gojo y yo no habíamos cruzado muchas palabras en esta semana, ambos éramos capitanes de nuestros equipos y debíamos dividir el tiempo entre cada partido, participar en la  atracción que cada salón tenía preparada; y las pocas veces que pudimos coincidir fue para desearnos suerte antes de dos encuentros — con un beso a escondidas en los vestidores.

Parecíamos amantes prohibidos...

Al llegar a las gradas, los gritos del club de fans del «dúo dinámico» no se hicieron esperar. Satoru Gojo y Geto Suguru habían debutado como estrellas deportistas en esta semana, desde su primer partido tenían un pequeño grupo de chicas que gritaban sus nombres con euforia. Cada día su club de fan se volvió más grande a medida que ganaban encuentros, muchas chicas morían por una dedicación de victoria de parte de Satoru y Geto; sin embargo ese par de tontos parecían más centrados en ganar que a dedicar victorias.

𝙀𝙣𝙩𝙧𝙚 𝙧𝙤𝙢𝙖𝙣𝙘𝙚𝙨 𝙮 𝙢𝙖𝙡𝙙𝙞𝙘𝙞𝙤𝙣𝙚𝙨  (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora