37: Día arruinado

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Satoru

— ¿Por qué se arregló tanto? — preguntó Megumi caminando a mi lado, lo miré con incredulidad y dejé escapar un suspiro — Solo es un festival escolar de primaria, no la coronación de la reina de Inglaterra.

— Acabo de firmar un acta haciéndome pasar por tu tutor esta tarde — recordé acomodando la corbata sobre mi cuello — Supuse que debí vestirme como alguien responsable — me encogí de hombros y el infante entrecerró los ojos analizándome.

Lo único formal en mi vestimenta estaba de mi cintura hacia arriba; podía estar utilizando una camiseta blanca de vestir y una corbata, pero aún así  utilizaba mis fieles botas negras junto con unos vaqueros negros.

— ¿Lo hizo por Utahime-sensei? — cuestionó levantando una ceja y reí revolviendo su cabello. Sabía lo mucho que le disgustaba a Megumi que despeinen su puntiaguda melena, pero lo toleraba y lo dejaba pasar siendo yo quien lo hacía.

Este niño me quiere muy en el fondo de su corazón, lo sé.

— Lo hice porque esta tarde seré tu padre — respondí con dramatismo, imitando la conocida escena de la película «Stars Wars» el infante rodó los ojos y siguió caminando hacia el patio principal; allí se desplegaban un sinfín de stands con nombres de distintos países. Muchos padres estaban ayudando a sus hijos con algunas cosas, colocando comida en las mesas, pegando pancartas, colocando el vestuario correctamente; era digno de admirar.

— ¡Gojo-sensei! — gritaron Yuji y Nobara alzando sus manos para captar mi atención, su stand era el único que no contaba con padres alrededor ayudando.

Estos tres eran muy similares...

— ¿Trajeron el postre con ustedes? — les pregunté apenas llegué a su lado, ambos niños asintieron señalando los Ssiat Hotteok* sobre una mesa, esta mañana hicimos demasiados, por lo que se trajeron todos los prototipos para venderlos a un buen precio.

Solo faltaba que Utahime trajera el plato principal, no recuerdo que demonios me dijo que haría pero sé a ciencia cierta que sabrá a los dioses.

— ¿Qué hace «ojos saltones» aquí? — apareció un Sukuna disgustado señalándome con el dedo, su rostro tenía una pequeña gasa y un rasguño cerca del labio. Parecía que había tenido una pelea antes de llegar, le saqué la lengua y el pequeño altanero se cruzó de brazos — Espero que no vengas a comerte los dulces del llorón de Yuji — gruñó colocándose a la defensiva, puse los ojos en blanco y pellizqué una de sus mejillas.

Sukuna era muy difícil de tratar, era demasiado hostil y problemático para ser un crío de 12 años. Sin embargo, a pesar de su mal carácter, le tenía aprecio a su hermano gemelo. Aunque era un «amor» muy raro y casi nulo de entender.

— Para tu información, Sukuna-kun, yo les ayudé a hacer esos dulces — expliqué con orgullo — Se suponía que tú también tenías que ayudar al ser parte del stand de Corea del Sur y no te apareciste por ningún lado — achiqué los ojos viéndolo inquisitivamente y el niño solo me mostró su dedo corazón sin remordimiento alguno.

— De hecho sensei, Sukuna no estuvo ayudando porque tuvo la misión de encontrar la bebida — explicó Yuji tratando de reducir la tensión del ambiente, levanté una ceja y Sukuna resopló revelando el contenido de su mochila.

Alrededor de tres botellas de color verde, el líquido transparente y cristalino relucía con la luz del sol.

No necesitaba ser un experto para saber que aquello era alcohol.

— ¿Cómo conseguiste esto? — interrogué con seriedad, quizá para mi no era muy difícil comprar alcohol debido a mi casi-mayoría de edad. No obstante, Sukuna aún era un niño de doce años, ¿cómo se las ingenió para conseguir esas tres botellas?

𝙀𝙣𝙩𝙧𝙚 𝙧𝙤𝙢𝙖𝙣𝙘𝙚𝙨 𝙮 𝙢𝙖𝙡𝙙𝙞𝙘𝙞𝙤𝙣𝙚𝙨  (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora