16: De vuelta a la soledad

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Satoru

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— Doctor, ¿por qué vino a este pueblo? — me preguntó la niña, esta era su última consulta del mes ya que su infección estomacal había mejorado considerablemente. Ella balanceaba sus pequeñas piernas en la camilla observándome con mucha curiosidad.

— Necesitaba un poco de aire fresco, la capital a veces es agobiante — contesté guardando un poco de medicina en un sobre. La infante no pareció conforme con mi respuesta ya que torció los labios y frunció el ceño.

— ¡Pero la capital es enorme! Todos queremos vivir allí — exclamó moviendo sus manos, reí un poco y saqué su historial médico para hacer unas cuantas anotaciones — Dígame la verdad, prometo guardar su secreto — extendió su dedo meñique mirándome suplicante.

— Vine para olvidar a alguien y sanar mi corazón — respondí nostálgico entrelazando mi dedo con el de la niña sellando el pacto de silencio.

— ¿Su novia lo dejó en el altar? — interrogó con un poco de tristeza e inocencia, negué con la cabeza riendo un poco.

— No, fue algo aún más trágico — dije bajándola de la camilla, me dirigí a la ventana y paseé mis ojos viendo a los campesinos intercambiar sus cultivos mientras otros preparaban todo para el invierno.

— ¿Ya no le duele el corazón? — me giré a verla desconcertado — Mi mami dice que cuando queremos olvidar cosas tristes nos duele mucho el corazón porque se rompe en muchos trocitos, pero si trabajamos duro podemos cocerlo y dejarlo como nuevo — explicó orgullosa — ¿Su corazón ya se coció?

Mis ojos viajaron otra vez a la ventana, sonreí al ver a la dueña de mi amor ayudando a un hombre con una cesta de rábanos.

— Una mujer muy temperamental y llorona lo coció por mi»

— Tierra llamando al simio albino — una mano entró en mi campo de visión, enfoqué mi atención en Yuki que me observaba con sus cejas contraídas hacia el centro — Estás más distraído que de costumbre, ¿problemas en el paraíso? — mis ojos casi se salen de sus cuencas al escuchar tal pregunta.

No cabía duda que Yuki no tenía filtro en la boca.

Sin embargo, no estaba tan alejada de la realidad, habían pasado tres días desde aquel "incidente" con Utahime y nosotros tratábamos de evitarnos, nuestros amigos lo habían notado pero no habían preguntando al respecto. Cada vez que cruzábamos miradas nos sonrojábamos con violencia, yo no podía pensar con claridad nada, ¿cómo debía mirarla después de que me besó? Y no fue cualquier beso, Utahime no solo me había robado el corazón sino que también mi primer beso.

— No digas tonterías — respondí con desdén, estábamos en la cafetería comprando algo de comida para ir a la azotea. Geto, Shoko y Utahime nos esperaban allí — No tengo problemas con nadie en ningún paraíso.

Esa rubia demente me miró con incredulidad por algunos segundos, suspiró rendida y levantó las manos — Bien, no me meteré en tus asuntos, pero sé que te ocurrió algo con Utahime.

El solo recordar ese algo lograba darme un vuelco al corazón.

«Al sentir sus labios presionar los míos, tardé una fracción de segundo en dejar el asombro de lado para corresponderle, mis manos bajaron a sus mejillas y cerré los ojos. Sus manos apretaron la tela de mi camiseta mientras sentía nuestras respiraciones chocar.

No era como esos besos que mostraban en las películas, eran simplemente nuestros labios presionados, hasta que me animé a atrapar su labio inferior con los míos y mover mi boca con suavidad; era mi primer beso y me aterraba hacerlo mal. Utahime soltó un jadeo contra mis labios y subió sus manos a mi pecho, una de mis manos se deslizó hacia su nuca mientras la otra descansaba en su mejilla.

𝙀𝙣𝙩𝙧𝙚 𝙧𝙤𝙢𝙖𝙣𝙘𝙚𝙨 𝙮 𝙢𝙖𝙡𝙙𝙞𝙘𝙞𝙤𝙣𝙚𝙨  (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora