40: Adiós mi amor

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Utahime

Me levanté de la cama sintiendo mi cuerpo pesar, hacía mucho frío y lo único que quería era volver al calor de las cómodas sábanas pero, tenía un trabajo al cual llegar y compromisos por cumplir.

Después de llorar en el hombro de Kusakabe, le conté todo lo que me estaba matando por dentro - omitiendo mi encuentro con Denji Okkotsu- llevábamos semanas enteras hablando, simplemente de desahogaba de todo, Kusakabe me escuchaba atento y trataba de aconsejarme o al menos intentar subirme los ánimos.

El cumpleaños de Satoru fue el día de ayer, le di una pausa temporal a todo el conflicto interno que sentía para disfrutar con mi novio y nuestros amigos.

Las semanas habían pasado desde que me confesé con Kusakabe, todo ese tiempo antes del cumpleaños de Gojo me la pasé pensando, buscando opciones, meditando y llegué a mi límite mental.

Aún no había una respuesta clara para mi.

Salí de casa después de desayunar con mis padres, ajusté el gorro de lana en mi cabeza y estornudé debido al friolento clima.

La primera nevada sería muy pronto.

— Salud — escuché a alguien a mi lado, por el rabillo del ojo lo vi. Denji Okkotsu caminaba a mi lado sujetando un paraguas, pequeñas gotas de lluvia descendían del cielo.

Mi cuerpo se tensó y quise gritar por ayuda, pero aquello solo causaría una gran conmoción. Caminé erguida tratando de ignorar el latir incesante de mi corazón.

— ¿Usted otra vez? — pregunté sin mirarle, mantenía la vista en la calle frente a mi — Voy de camino al trabajo, si va a decirme cualquier estupidez, sea breve — exigí con total seriedad, pude oírlo chasquear la lengua y reír ligeramente.

— Eres igual de hostil que mi hijo — comentó caminando a la par conmigo — Pero bien, seré breve señorita Iori — tomó una bocanada de aire y habló — ¿Cómo estuvo el cumpleaños de Satoru?

— Me sorprende que como el padre de mi novio, usted no lo sepa — recité incrédula con una falsa sonrisa — Si sólo vino a preguntarme eso, puede irse, el cumpleaños fue agradable y estuvo bien.

— Me alegra escuchar eso — masculló suspirando, después una bolsa de regalo apareció en mi campo de visión, mi entrecejo se arrugó al instante — Este es mi regalo para Satoru, ¿podrías dárselo? — pidió amablemente, miré la bolsa con desconfianza y me negué rotundamente provocándole una risa. Detuve mi andar y me coloqué a la defensiva encarándolo.

— No soy una paloma recadera — espeté con molestia — No pienso darle un regalo de alguien tan miserable como usted — declaré cruzándome de brazos, el señor Okkotsu levantó las cejas y desvió la mirada.

— Incluso una adolescente ignorante me desprecia, eres la digna novia de mi hijo — sonrió con algo de melancolía y colocó el regalo en mi mano derecha mientras que me daba el paraguas en la otra mano — Dale esto y te dejaré en paz, no me verás por aquí de nuevo — se alejó y comenzó a caminar en la dirección contraria.

— ¡Espere! — exclamé con el vapor saliendo de mis labios debido al frío — Usted... ¿no va a entrometerse entre Satoru y yo? — mi voz fue un susurro apenas audible pero lleno de esperanza. El señor Okkotsu detuvo su andar y giró la torso sonriéndome.

— ¿Por qué me entrometería en algo que no va a funcionar? — y sin más desapareció, su silueta se perdió entre las calles y sentí mi garganta secarse, miré el regalo entre mis manos y quise lanzarlo hacia la calle.

Quería iniciar una rabieta.

Sin embargo... no podía.

Mi rutina en el trabajo fue monótona y automática, ayudaba a Kusakabe, conversaba con el pero de forma ausente. Mi mente se encontraba vagando en la incertidumbre de elegir entre mi futuro o nuestra relación.

𝙀𝙣𝙩𝙧𝙚 𝙧𝙤𝙢𝙖𝙣𝙘𝙚𝙨 𝙮 𝙢𝙖𝙡𝙙𝙞𝙘𝙞𝙤𝙣𝙚𝙨  (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora