Capítulo V

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Capítulo V

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Capítulo V

Natasha volvió a mirar el reloj de pulsera que llevaba y soltó un suspiro resignado. Revolvió una vez más su soda, jugando con la pajilla mientras continuaba con la mirada prendida en la entrada. Llevaba más de media hora sentada en aquella pequeña mesa, sola. Sentía sobre ella varias miradas, algunas curiosas, otras divertidas y un par de ellas, llenas de una odiosa compasión. "Plantada" parecía decir su frente y, oh, cómo odiaba la sensación. En ese momento, Steve entró al restaurante, buscándola con la mirada y con una expresión de culpabilidad tan adorable en el rostro, que ella, a pesar de lo molesta que estaba momentos antes, no pudo evitar sonreír brevemente.

Steve vestía una camisa blanca, jeans y una chaqueta de cuero marrón que le sentaba como un guante. Aún llevaba el cabello mojado y tenía las mejillas arreboladas, seguramente por la prisa con la que había llegado. La pelirroja no pudo evitar sentir un mariposeo indigno de ella en el estómago y por ello, disimuló su alegría lo más que pudo y se sentó más recta en la silla, mirando a su soda como si fuera lo más interesante del mundo.

─ ¡Dios, Natasha, lo siento tanto! ─ dijo, apurado, sentándose frente a ella─ Me han asignado un caso nuevo en la estación y no he podido salir antes...

Natasha torció el gesto y lo miró de reojo, antes de posar sus ojos en su reloj de pulsera, batiendo suavemente sus pestañas.

─ Treinta y siete minutos de retraso, Steven Rogers─ puntualizó, a lo que él juntó sus manos frente a su rostro, con expresión compungida.

─ Lo siento, lo siento, lo siento...

─ La gente me miraba con pena, Steve. Con pena. Creyeron que me habías plantado...─ siguió, ignorando sus ojos de cachorro apaleado.

─ Nat, de veras, lo siento, pero, me han dado el caso del robo del banco, es algo importante─ ella se tensó y lo miró, sorprendida, pestañeando rápidamente─ Te juro que te lo compensaré...

Por un momento, el corazón de Natasha se detuvo. Ella sabía, desde el primer momento que involucrarse con Steve era el equivalente a un cartel de peligro gigante sobre su cabeza. Sin embargo, la atracción que él provocaba en ella era más fuerte que su sentido común. Clint, el único que sabía de aquella incipiente relación, se lo había advertido. Pero, para variar, ella no había hecho caso. Nunca lo hacía. La chica, aún con el corazón saltando enloquecido dentro del pecho, lo observó con cuidado, estudiando sus gestos. Sus ojos brillaban, apenados y su expresión era de culpa, no de acusación. No, él no sabía nada. Suspirando para disimular su desasosiego, estiró su mano derecha, mirando sus uñas como si fueran lo más interesante del mundo.

─ Supongo que podría pensar en alguna especie de castigo...─ dijo, bajando la voz con tal intención en su tono que el joven se sonrojó visiblemente y estuvo a punto de escupir la soda que acababa de beber.

Opposite AttractsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora