Capítulo XXV

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Capítulo XXV

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Capítulo XXV

Andrew Jackson, alto comisionado del Estado, estaba exultante. Aquella noche, por primera vez en mucho tiempo, tendría acción con una mujer hermosísima. Alioshka Melnik era una diosa que se puso a sus pies, pidiendo algo tan simple como detener una investigación. A veces las policías solían exagerar las consecuencias de los actos de algunos empresarios que salían un poco de los márgenes de la ley. Pero, la ley suele ser muy dura con el pequeño empresario y él nunca vio qué era lo terrible de las apuestas o la prostitución. Las muchachas tenían derecho a ganarse la vida como quisieran y los buenos ciudadanos americanos deberían tener la libertad de gastar y perder su dinero como mejor les pareciese. Después de todo, las carreras de caballos o de perros no eran algo ilegal. Además, aquellos empresarios siempre habían sido amables con él, engrosando el sueldo miserable que el estado le ofrecía y que no alcanzaba para satisfacer los gustos caros de su esposa y sus hijas.

Y él era un hombre de buen corazón, cristiano y amante de su familia. Jamás dejaría que les faltara nada, ni que ninguna muchacha arribista mirara en menos a sus preciosas hijas sólo por no tener los zapatos más caros, la bolsa de moda o el modelo más reciente de auto. La relación con su esposa hacía muchos años que se había enfriado, pero él, como un buen cristiano había permanecido a su lado por más que la llama de la pasión o el amor hubiera muerto. El hecho de que necesitase la imagen de un hombre de familia para ascender a fiscal general del estado no tenía nada que ver. De ahí que el encuentro con Alioshka Melnik lo tuviera tan ilusionado. No todos los días se tenía la oportunidad de estar junto a una mujer así de hermosa y exuberante que, encima, le había dado una buena probada de lo que le esperaba esa noche en su oficina. Oh, de sólo recordar su garganta de terciopelo sus pantalones comenzaban a apretar.

Alguien llamó al timbre y pronto el ama de llaves llamó a la puerta de su cuarto, dedicándole una mirada asustada.

─ Señor, hay unos hombres preguntando por usted en la entrada. Dicen ser policías...─ le informó y Andrew frunció el ceño, confuso. ¿Qué querría la policía con él a esas horas de la noche y en su casa?

Bajó las escaleras rápidamente, pensando en que le enviaría una seria reprimenda a Nick Fury en cuanto lo tuviera delante. No era nada propio ni correcto que hubiese policías golpeando a su puerta a esas horas, como si él se tratase de un vulgar delincuente. Por eso se sintió aún más intrigado cuando vio al mismo Nick Fury en su puerta, rodeada de media docena de policías con cara de pocos amigos. El hombre sonrió al verlo y lo saludó amistosamente, enseñándole una hoja de papel doblada.

─ Buenas noches, comisionado─ dijo y empujó más la puerta, entrando a su casa sin ningún respeto.

─ ¿Qué significa esto? ─ preguntó enfurecido, encarándolos con el rostro enrojecido por la furia. Nick le entregó la hoja sin perder la sonrisa. Jackson extendió el papel y, nada más leer el título palideció de golpe, sintiendo que el alma se le caía a los pies─ ¿Una orden de cateo? ─ balbuceó, sin comprender que era lo que pasaba.

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