Capítulo VI

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Capítulo VI

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Capítulo VI

Steve entró a la casa con aire cansado, los hombros hundidos y profundas sombras bajo sus ojos. Las cosas en la comisaría no habían estado yendo como él esperaba y es que el grupo que protagonizó el atraco al banco, había vuelto a atacar en tres ocasiones, consiguiendo botines cada vez más grandes y sin dejar ningún rastro. Sus superiores se culpaban unos a otros, acusándose de ineficientes, mientras que Stark y él se quemaban las pestañas haciendo turnos extra, buscando alguna pista, un hueco en su acto, algo que les dijera quienes eran o donde se escondían. Pero, nada. Al parecer, habían aprendido de su primer atraco porque nadie había vuelto a escucharles la voz, ni a ver algún tipo de interacción entre ellos. Entraban y salían en tiempo récord, siempre por delante de los tiempos de respuesta de la policía y eso los hacía dudar sobre un trabajo interno, complicando aún más las cosas.

Encima, tenía una semana sin ver a Natasha. Y aquello, sorprendentemente, era lo que más le molestaba, lo que más agotado lo hacía sentir. Le gustaba pasar tiempo con ella, su negro sentido del humor, sus comentarios agudos e inteligentes, el sonido de su risa, siempre a flor de labios. Le gustaba su manera de moverse, confiada y segura de sí misma, como si el mundo le perteneciera. Y quizás le pertenecía: el mundo y su plenitud era para personas como ella, personas dispuestas a caminar con la barbilla erguida y a tomarse con humor los golpes de la vida.

La extrañaba.

Con un bufido de cansancio se quitó la chaqueta y la dejó en el perchero de la entrada, antes de arrastrar los pies a la sala en busca de su prima o su madre. Lo que encontró, sin embargo, fue a Wanda sentada a horcajadas sobre el regazo de su novio, besándolo como si no hubiera un mañana. El chico la sostenía por las caderas y sus manos amenazaban con colarse por debajo de su falda. Y aquello fue demasiado para su complejo de hermano mayor celoso. Cruzó los brazos sobre el pecho y carraspeó con fuerza, llamando su atención. La chica se apartó del moreno como si hubiera recibido una descarga eléctrica y lo miró con una expresión asustada en el rostro.

─ Hola, Steve...─ saludó, con las mejillas en llamas, mientras se acomodaba la falda y se limpiaba los labios.

─ Buenas tardes. Siento interrumpir... ─ saludó el mayor, mirándola con una ceja alzada. Wanda conocía esa mirada. Le esperaba una muy, muy, muy larga conversación más tarde.

─ Hola, primo Steve. No te escuchamos entrar─ dijo el chico, sonriendo muy quitado de la pena─ Sarah dijo que volvería más tarde. Te dejó la cena en el horno. Hizo pastel de carne.

─ Gracias por el aviso, Barnes. Y, es señora Rogers para ti, mocoso─ corrigió, apuntándolo acusadoramente. Bucky sólo se encogió de hombros y le guiñó un ojo.

─ Ella me dijo que la llamara Sarah y yo le obedezco. Mi madre crio a un caballero, primo Steve...

"Sí, claro" gruñó Steve rodando los ojos y dirigiéndose a la cocina. Ya estaba acostumbrado al humor del chico, a su desparpajo y a aquella molesta manera de llamarlo. Se sirvió un plato de pastel de carne y se sentó a la mesa, escuchando a su cama llamarlo cada vez más insistentemente mientras comía sin muchas ganas. Bucky entró a la cocina y se sentó frente a él, apoyando los codos en la mesa y sosteniendo su rostro con las manos.

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