Capítulo XXII

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Capítulo XXII

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Capítulo XXII

─ Me temo que no estás viendo las cosas con claridad, Alioshka─ dijo Maksim Petrov, reclinándose en su silla mientras pelaba despreocupadamente una pequeña mandarina─ Esa chiquilla es digna hija de Alian.

─ Es joven e inexperta y ustedes controlan casi el 50% de los activos de esta ciudad─ replicó y él asintió, dándole la razón antes de echarse un gajo de la fruta a la boca y masticarlo burdamente, haciendo un ruido molesto que le revolvió el estómago.

─ Muy cierto. Es joven, pero, de inexperta nada, querida. Luego de la muerte del viejo Alian se ocupó de investigar quién estaba tras el asesinato y convirtió las calles de la ciudad en un puto matadero. Hizo asesinar a quince de mis hombres antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo... es lista como un demonio y escurridiza como un pez, te lo digo yo─ afirmó, arrancando otro gajo mientras el hombre enjuto y de rostro ceniciento sentado a su lado asentía lentamente.

─ Sé que usted es su madre, señora Melnik, pero, no la conoce. Ella es tanto o más inteligente y peligrosa que su padre─ comentó Ivan Volkov antes de toser en el pañuelo que siempre llevaba entre las manos.

─ Señores, por favor...

─ Ya hemos tomado nuestra decisión, Melnik─ gruñó Ekaterina Kuzmin, poniéndose de pie y apoyando ambas manos cubiertas de tatuajes sobre la superficie pulida de la mesa.

Alioshka frunció el ceño y se mordió la cara interna de la mejilla mientras estudiaba los rostros de los tres cabezas de familia sentados en círculo frente a ella. A excepción de la joven e impetuosa Ekaterina, Volkov y Petrov eran ya material de museo, figuras anacrónicas de un pasado glorioso que se había desvanecido hacía ya mucho tiempo. Estaban viejos y cansados y ella imaginó que eso facilitaría las cosas, pero, al parecer, no era así. Sin embargo, ella no podía rendirse, no así de fácil. Jasha, a su lado, permanecía silencioso, observando en silencio con sus enormes ojos verdes a los asistentes, calculando sus movimientos y analizando la situación con la actitud de una serpiente a punto de atacar. La mujer podía sentir la tensión de su hijo y se puso de pie también, rodeando la mesa con paso cansino mientras su cerebro elucubraba y urdía un nuevo plan de acción.

No había contado con la negativa de las cabezas de las tres familias que habían sido las enemigas de su ex esposo. La ciudad era grande y las cuatro grandes familias habían peleado por muchos años para tener el control del bajo mundo en aquella zona del país. Controlaban el juego, la prostitución y el tráfico humano y de objetos raros y por un tiempo, todo estuvo bien. Las familias prosperaron, amasando fortunas que jamás hubieran logrado tener en Rusia y rodeándose de lujos y personas poderosas que les hicieron creer que siempre estarían a salvo. Pero, luego, fue elegido un nuevo comisionado de justicia en el estado y todo se había ido al carajo. Las familias debieron llegar a un acuerdo y dejaron de lado sus diferencias para acordar una especie de débil tregua en la que cada uno se mantendría en su territorio y no interferiría con los negocios de los demás. Pero, la muerte de Alian Romanoff había desequilibrado la balanza y muchos quisieron hacerse con el territorio y los negocios que manejaba el viejo.

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