Capítulo XVI

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Capítulo XVI

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Capítulo XVI

Steve humedeció la pequeña toalla nuevamente en la palangana llena de agua fresca y la puso sobre la frente de Natasha con cuidado, sin saber muy bien qué hacer. Llevaba una hora sentado junto a ella, observándola dormitar en su cama e intentando bajar su fiebre sin mucho éxito. En el silencio del cuarto sólo se escuchaba su respiración agitada y sus ligeros quejidos, que acompañaban a los confusos pensamientos de su mente. Su cabeza no dejaba de dar vueltas, intentando encontrar el sentido de todo aquello. Cuando el sonido de los golpes en la puerta lo despertó en medio de la noche, jamás imaginó que fuese precisamente ella quien aparecería en su entrada y mucho menos, en las condiciones en las que lo hizo. Llevaban meses sin verse, sin hablarse, sin saber el uno del otro, enfrentados por sus ideologías y modos de vida y, aún así, pensó en él cuando necesitó ayuda.

Y el sólo hecho de pensar en esa idea lo estaba volviendo loco.

¿Por qué él? ¿Acaso ella tampoco había sido capaz de olvidarlo? ¿Acaso también soñaba con él? ¿Acaso también deseaba volver a verlo, cruzárselo por la calle, volver a escuchar su voz, a sentir su perfume? Porque él deseaba todo eso. Todo eso y más. Se odiaba a sí mismo por desearlo, pero, simplemente, no podía evitarlo, no cuando la pelirroja se había metido bajo su piel de un modo definitivo, total. Se supone que debía odiarla, que era su enemiga natural, que debía dar aviso de su presencia allí, pero, no. Muy por el contrario, la cargó hasta su cama cuando se desmayó en sus brazos, sin detenerse a pensarlo ni un segundo. Fue algo automático, natural. Algo que estaba tan integrado en su ser, tan arraigado en él que no se cuestionaba, simplemente se asumía.

Al principio, y debido al olor a alcohol que despedía su aliento y su ropa, pensó que sólo estaba borracha y que había llegado a su departamento en medio de su intoxicación etílica, quizás movida por la nostalgia, quizás porque se había metido en alguna pelea de bar y había decidido que era buena idea pedirle ayuda. Pero, cuando la llevó a su cuarto, notó los rasguños en sus muslos y los hematomas que comenzaban a aparecer y, frunció el ceño, extrañado por la ubicación de sus heridas. Natasha parecía ir y venir entre las nieblas de su consciencia y, cuando sintió el roce de sus manos en su piel en medio del examen, despertó de golpe y se sentó en la cama, apartándose bruscamente de él.

─ No me toques...─ pidió en un murmullo, mirando de un lado a otro de la habitación, como si no comprendiera donde estaba.

─ Natasha, ¿qué haces aquí? ¿qué fue lo que te ocurrió? ─ preguntó el hombre, observando su mirada perdida y su conducta errática y nerviosa.

─ Yo... estaba en un bar...─ respondió con voz algodonosa, llevándose una mano al cabello manchado de sangre─ Estaba en un bar y... él, él me... no sé quién era... yo...

─ Tranquila, tranquila...─ pidió, sentándose a su lado y sosteniendo su barbilla para poder observar sus ojos. Sus pupilas estaban dilatadas y no lograba sostenerle la mirada más de un segundo─ Natasha, ¿consumiste algún tipo de droga? ¿Estabas drogándote?

Opposite AttractsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora