Capítulo 32

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La temperatura había bajado, ese cuerpo que impidió que el calor del suyo lo abandonase, ya no se encontraba junto a él. A pesar de que las sábanas todavía lo cubrían, el frío se estaba apoderando de su piel y esto fue lo que logró el abrir de sus ojos. Jungkook miró a su alrededor con un poco de confusión momentánea mientras recapitulaba lo sucedido en la noche anterior. La claridad ya bañaba la habitación y él ni siquiera lo sintió, mismo si estaba acostumbrado a despertar temprano.

Se removía en ese lecho testigo de momentos que tal vez no debieron ocurrir, esos que no podían ya ser borrados porque fueron consumados hasta el último aliento que el clímax les permitió liberar. El techo mostrabas dibujos que solo estaban viviendo en la mente del pelinegro que no dejaba de observarlo. La imagen de Taehyung lo invadió y esta fue ligeramente opacada por la de Jaehyun haciéndolo sentir miserable. No era el mismo Jungkook contenido y que luego vibró justo a ese tigre que le encajó sus garras negándose a liberarlo.

Este guardaba ciertos arrepentimientos e incomodidades ahora que veía su alrededor vacío, no quedaba ni un atisbo de Kim en todo aquello. Jaehyun le había dado relativamente una carta blanca para que pusiera en orden sus pensamientos y ahora, estos simplemente quedaron en blanco sin procesar nada. Incorporándose, peinó sus cabellos con un poco de frustración, buscando su teléfono. Somi le informaba de que todo marchaba bien en la pequeña gira de Jae marchaba sin contratiempos, la mayoría de sus mensajes provenían de su secretaria a excepción de ese que le hizo dar un brinco y ponerse de pie.

— Ya soy tío... — Musitó con una sonrisa al ver el mensaje de Seokjin avisándole que su sobrina acababa de nacer en la madrugada.

Todavía no se creía que Jin y Chungha estuviesen casados pese a ser tan amigos desde la infancia, mucho menos concebía que de esos dos, ya hubiese una pequeña criatura respirando en ese mundo. Sin pensar en algo más, sonrió ampliamente, maldiciéndose porque no había comprado algún tipo de presente para la recién nacida o sus padres. La organización de su vida ahora era un caos, pero iría por pasos, primero ir al hospital, después, los regalos. Esperaría a que Jaehyun regresara de su viaje para sentarse a conversar. Necesitaba volver a poner todo en orden nuevamente.

— Ahí viene. — Musitó con cierto nerviosismo Jeon Dongun al ver llegar a su hijo menos, apretando el hombro de Seokjin para que se controlara. — Ya puedes calmarte, ha llegado justo a tiempo. Jungkook...

El nombrado se detuvo en seco en el medio del pasillo cuando apartó la mirada de su teléfono, tensándose al ver a su padre frente a él con una sonrisa. Su estómago comenzaba a revolverse, ver como este continuaba sonriéndole cuando horas atrás estaba fundiéndose en el cuerpo de su esposo, haciéndolo gemir su nombre y dejando marcas en toda su piel.

Con disimulo por la pequeña pausa, continuó el camino hasta su familia, saludándolos. Felicitó a un Seokjin que disfrutaba ver esa emoción en Jungkook que él mismo no terminaba de exteriorizar porque en su mente había más preocupaciones que tranquilidad. ¿Cómo podría ser un buen ejemplo o influencia para su hijo? No era la persona más idónea para la educación de un niño. Lo único que alejaba temporalmente todo eso de su cabeza, era ver el entusiasmo en quienes lo acompañaban, su padre y hermano.

Seokjin no pudo evitar que las lágrimas de la emoción lo recorrieran cuando finalmente pudo sostener al bebé en sus brazos. Horas atrás lo tuvo que ver a través de un cristal, ahora, tenía una bola de carne y huesos que respiraba. La bebé gorjeaba, un sonido que apenas recordaba. Tenía cinco años cuando colocaron a Jungkook en los brazos, recuerda la emoción del momento porque no estaría solo, tendría un hermanito. Más allá de eso, no había mucho que recordara porque seguía siendo un niño.

Desde entonces, ni siquiera por casualidad volvió a cargar a un bebé, de hecho, debía admitir que no sabía qué hacer con ellos. Los veía graciosos los primeros segundos siempre que sonrieran o estuvieran tranquilos, una vez lloraban, se quejaban o situaciones por el estilo, su cabeza comenzaba a colapsar. No los soportaba demasiado.

INFAMOUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora