Capítulo 24

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La dinámica de sus encuentros era cada vez bastante similar, pero diferente. Namjoon tenía esta costumbre de siempre comenzar todo desde cero, sin importar cuánto hayan estado jugando previamente. Le gustaba construir el momento, escalando algunas veces más rápidas que otras. Siempre iniciaba calmo, como un hombre que tenía sus energías guardadas para cuando la ocasión verdaderamente lo amerita.

Esa entrada de noche, no fue diferente. Entre besos y caricias se entregó a Yoongi, dejándolo tomar control absoluto. Si bien el mayor no se contuvo, siendo implacable desde que entraron dando tumbos a la habitación luego de un paseo juntos, cuando llegó el momento de cambiar de roles, Namjoon se encargó de bajar el ritmo e intensidad. Obligó de manera muy sutil a que Min se relajara entre sus brazos, fue deshaciéndolo poco a poco hasta tenerlo así, empujándose contra sus dedos, desesperado por algo más.

Desde la posición en la que se encontraba el castaño, acostado entre sus piernas, podía utilizar tanto su mano como su boca para estimularlo. Esa combinación nunca fue condescendiente y los gemidos de Yoongi lo atestiguaban.

— ¿Podemos dejar los jueguitos de lado? — Con una sonrisa desfigurada debido a la actividad que su boca se encontraba realizando, Namjoon se separó por completo con cuidado para proceder a voltearlo siguiendo los deseos antes dichos por el mayor.

Observando el panorama, Namjoon recordaba la primera vez que estuvieron juntos. Ese cuerpo que en su mayoría siempre estaba cubierto por trajes y ropa monocromos, fue sorprendentemente más atractivo de lo que imaginó. Todo era firme, sin muchos músculos marcados y aun así se veía extrañamente deportivo una vez que la desnudez reinaba.

Jungkook siempre bromeaba con Namjoon, le decía que ellos dos tenían debilidad por los traseros y, aunque siempre dijo que nuera así, comenzaba a pensar que el menor lo leyó mejor que él mismo en todos esos años. Los glúteos de Yoongi no eran prominentes, pero sí redondos, pulcro sin siquiera una marca o vello porque el pelinegro era prácticamente lampiño.

El contraste rosa de su entrada casi tan pálido como su piel y que, una vez usada se oscurecía. Lo hermoso que se veía en ese ángulo con sus testículos sin guindar por su tan reducido escroto. Lo perfecta que se dibujaba su silueta tanto en el primer encuentro como en ese, le hizo dejar todo de lado para inclinarse para depositar besos en su espalda.

Contemplaba la cabeza de Yoongi, sus movimientos y reacciones para asegurarse siempre que no solo él verbalmente, sino que su cuerpo también le daba autorización, sin negaciones o rechazos. Sus palmas separaron sus cachetes y sus gruesos labios presionaron suavemente entre ellos, percibiendo aún leves toques del jabón con el que ambos se bañaron pocas horas antes. Al no recibir negativa alguna, dejó que su lengua sobrepasara a sus labios para lamer una larga raya a través de ese rosáceo agujero.

Sin poderlo evitar, Yoongi gimió, un bajo jadeo tembloroso abandonó su boca. — ¿Qué estás haciendo?

Hasta el momento, era la primera vez que el castaño se aventuraba a hacer eso, también el primero que llegaba ahí después de Seokjin. Podía sentirlo arrastrando su lengua sobre el borde de sus pliegues con movimientos deliberados y sabía que Namjoon estaba escuchando esos suaves jadeos que se le estaban escapando.

— Lamiendo... — El suspiro de Yoongi fue más sonoro porque la voz de Namjoon salió tan gruesa y con tanta naturalidad que su piel se erizó en respuesta. — Relájate, hyung. — Al volver a exhalar con brusquedad, su entrada se abrió un poco, lo suficiente para que el menor se burlara de esta con su lengua.

— No puedes hacerme esto, Joon. Ya me había mentalizado para tomarte, no crea que sea justo de tu parte. — Gimió apretando la lengua ajena.

— Nunca he escuchado de justicia entre dos amantes en una cama. — Se burló, dejando que su aliento lo acariciara. — ¿Podrías venir solo con esto? — Indagó acariciando sus glúteos con parsimonia.

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