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Viernes, 6 de noviembre

Su fuerte y sudoroso agarre al apoyabrazos del sillón se hizo aún más fuerte, lo que le produjo un intenso alivio. Si pudiera, se mordería el labio inferior. Pero no podía. En este momento todo lo que podía hacer era repetirse: Voy a estar bien. Estoy bien. Puedo hacer esto. ¡Hasta los niños pueden hacer esto, por el amor de Dios! Ante el sonido de unos pasos, giró la cabeza repentinamente, arrugando el babero blanco de papel que tenía atado alrededor del cuello.

Sus ojos verdes se abrieron de par en par. ¡Oh no, alguien viene! ¡Será él!

—¡Hola! ¿Hay alguien en casa?— bromeó una voz alegre justo un segundo antes de que una cabeza calva, rodeada de un poco de pelo blanco, se asomara por la puerta entornada.

- ¡Hola!— El hombre sonrió a la asustada mujer y entró felizmente en la habitación. —Soy el doctor Cardozo, y eso quiere decir, que usted debe de ser… — Discretamente, mientras se ponía un par de guantes, ojeó la ficha de su paciente, ya que había olvidado su nombre.

Agitando ruidosamente el segundo guante, escudriñó la información de su paciente que su asistente había resaltado con fluorescente rosa.

                     Lena Kieran Luthor

Enfermedades sanguíneas: ninguna reportada

Ultimo chequeo: 12/12/14

Evaluación del paciente: Quejas por dolor crónico en…

Levantó la vista del expediente y miró a Lena. —Señorita Luthor, cuando estuvo aquí la última vez, debió entender mal las instrucciones de mi colega. El tiempo entre chequeo y chequeo es de seis meses, no de seis años.

Su frase era un intento de regañina y Lena asintió, pero entornó los ojos. Imbécil, pensó enfadada. Sólo vengo aquí porque está cerca de mi casa. Un comentario estirado más, y me cambio de consulta.

El doctor Cardozo observó un pequeño diagrama de una boca humana, donde una X marcaba la muela del juicio inferior izquierda. Frunció los labios durante un momento, y mientras dejaba el gráfico empujó un taburete hacia Lena.

—Bien, ahora vamos a ver lo que tenemos— Cogió de una bandeja llena de instrumental un pico plateado muy brillante y lo dirigió a la boca de Lena , la cual ya estaba completamente abierta, sostenida por un extensor de mandíbula que había sido colocado por la enfermera que la había preparado. Con sólo una mirada, la enfermera había sabido que esa muela iba a ir fuera.

Unos ojos como platos y muy aprensivos, siguieron la herramienta mientras esta se acercaba hacia su objetivo. Cuando estaba a un par de centímetros de la boca de Lena, ella sacudió la cabeza involuntariamente.

El dentista exhaló cansado —Venga, Srta. Luthor, esto es solo un chequeo— él mantuvo el pico para que ella lo viera —Sé que le debe estar doliendo. Su mejilla está toda hinchada y
enrojecida— Un dedo frío se posó en la zona en cuestión y Lena hizo una mueca de dolor gruñendo afirmativamente.

Ella miró al doctor enfurecida, pero, sabiendo que estaba en lo cierto, se volvió hacia él con la boca totalmente abierta. Tampoco es que tenga ninguna otra opción con esta cosa
sujetándome la mandíbula y abriéndomela como si fuera un buzón de correos. Él, inmediatamente hizo un ruido siseante que ella interpretó correctamente como que algo iba mal, muy mal.

—Es necesario quitarla— le dijo sin rodeos. Y, aunque no hacía lo que iba a hacer muy amenudo, pensó que con esta paciente haría una excepción. Por esa razón, aún mantenía esa vieja máquina. —Esto ayudará— Alcanzó una boquilla a la que puso una mascarilla momentos antes de situarla sobre la boca y la nariz de Lena . —Respire normal.

SEÑORA PRESIDENTA - SUPERCORP Donde viven las historias. Descúbrelo ahora