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Miércoles, 16 de junio.

Kara estaba atrapada en ese maravilloso espacio entre estar dormida y despertarse, donde el menor gesto te lleva hacia un lado u otro. Estaba teniendo el sueño más maravilloso: Lena estaba en sus brazos, podía sentirla, olerla y si buscaba con los labios, podía saborear su cálida y suave piel. Apretó la almohada más hacia ella. Pero con su siguiente respiro de pronto estaba más despierta que dormida.

El pánico se apoderó de ella cuando pudo sentir la suave respiración de su almohada contra su sensible piel. ¡No te asustes, Danvers! ¡Es demasiado tarde! De acuerdo, no te acuerdas de nada después de lo del tatuaje. Pero eso no significa nada. Relájate. Kara pudo oír unos pasos en el piso de abajo y por el ángulo de los rayos de sol que entraban por la ventana, podía asegurar que era, por lo menos, media mañana. Despiértala, pero no hagas nada estúpido. — ¿Lena?

—¿Hmmmm? — Lena murmuró apretándose más contra ella.

—¿Lena? Vamos, cariño. Es hora de levantarse.

Lena negó con la cabeza y murmuró gruñonamente que no. — Vete — susurró, pero se apretaba más contra Kara, presionando su cara contra el pecho de Kara. Suspiró y empezó a bufar suavemente.

Kara gimoteó. Se mordió el labio, unos escalofríos le bajaron por la espalda y se le puso la piel de gallina. Podría estar así durante un rato. ¿Qué habría de malo en ello? Recorrió con sus dedos el pelo alborotado y pelinegra de Lena. Le encantaba su sedosa textura.

Estaba a punto de intentarlo de nuevo cuando se oyó un golpe en la puerta, justo un segundo antes de que esta se abriera. — Kara, el desayuno está preparado y yo… — Eliza se detuvo sorprendida mientras Kara rápidamente cubría con una sábana el torso desnudo y a la mujer que estaba durmiendo en sus brazos.

—¡Mamá!

Los ojos de Lena se abrieron de golpe, estaba oscuro. Podía sentir algo rozándole la mejilla.

Su mente intentó identificar desesperadamente qué era. — ¡Oh, Dios mío! ¡Un pezón! — gritó, agitándose salvajemente mientras Kara la sujetaba.

La cara de Kara se puso totalmente roja y su madre empezó a reírse sin parar. — ¡Bueno, Kara querida, es bueno saber que ella reconoce las partes importantes! — La mujer echó la cabeza hacia atrás volviendo a estallar en carcajadas. Cuando finalmente pudo recomponerse dijo — El desayuno está preparado por si estáis interesadas. — La mujer continuó riéndose incluso cuando cerró la puerta. — Jeremías, por un par de platos en el horno, quizás tarden en bajar.
¡Gracias a Dios!

Kara gimió, intentando decidir quién la iba a matar primero. Sospechó que iba a ser Lena.

Cuando Kara finalmente aflojó el agarre de la sábana, la escritora prácticamente salió disparada de la cama, aterrizando en el suelo con un glorioso golpe sordo. Miró alrededor de la habitación. ¿La habitación de Kara? En ese momento los acontecimientos de la noche anterior volvieron a su mente. — Tú — Lena tragó saliva. — Estabas soñando.

Kara no hizo ningún esfuerzo por moverse. Simplemente se reclinó con los brazos a los lados.

— Aparentemente — después de un momento añadió. — ¿Sabes, por casualidad, dónde está mi camiseta?

—¡Yo no te la quite! — Respondió Lena a la defensiva. En ese momento se detuvo y miró fijamente el cuerpo semi-desnudo de Kara, el cual, increíblemente, era incluso mejor a la luz del día que a la luz de la luna. — Jo, Kara.

Kara se giró hacia un lado, cubriéndose con la sábana e intentando esconder la sonrisa que le provocó la obvia apreciación que Lena estaba haciendo de su cuerpo. — No dije que lo hicieras. ¿Puedes ir a ese armario detrás de ti y darme una camiseta? Sabrás que son mías porque llevan bordado en ellas el sello Presidencial — bromeó esperando que Lena no estuviera tan a la defensiva.

SEÑORA PRESIDENTA - SUPERCORP Donde viven las historias. Descúbrelo ahora