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Domingo, 4 de julio.

Kara colgó el teléfono mirando el reloj de la pared. — ¿La gente sabe que aquí son las 3 de la madrugada? — Miró a David que estaba sentada enfrente de su escritorio.

—Con el debido respeto, Sra. Presidenta. Lo saben pero no les importa.

—Irónico, ¿verdad? Es el Día de la Independencia aquí y estoy despierta en medio de la noche para hacerme cargo de una posible crisis de misiles en China.

—Y por eso cobras tantos dólares y tienes juguetitos tan chulos.

Kara resopló. — Sí, cierto.

—¿Tenemos que llamar al Ministro de Defensa?

—No, todavía no. Pero sugiero que traigamos el culo del Embajador de China hasta aquí ahora. Su ayuda será fundamental.

—Déjame adivinar. — David arqueó las cejas y se aflojó la corbata. — Lo ordenas porque puedes.

Kara descolgó el teléfono. — Más o menos. Si yo no puedo dormir, nadie puede — cogió una foto de su escritorio de Lena y los niños que había sido tomada en Ohio — Te diré otra cosa, de perdidos al río, llama también al Ministro de Defensa.

David se levantó. — Sí, señora.

***

Después de varias horas de tensa negociación, Kara consiguió una solución satisfactoria a un problema que se había ido de las manos por unos simples malentendidos. — Buf, necesito una ducha y una siesta. Esta noche tenemos la barbacoa y… — sus ojos se abrieron como platos.

— ¡Oh, mierda!

—¿Qué?

—Es el cumpleaños de Lena. Ordené que le mandaran el desayuno y un ramo de flores con una nota que dijera que me uniría a ella — miró de nuevo el reloj. — hace una hora y media.

Aw, me va a matar — kara abrió el cajón de su escritorio y sacó una caja envuelta con papel de regalo. — Al menos espero que esto le guste.

Salió del despacho y se dirigió hacia la residencia. Suponía que cierta invitada, que se había convertido en una potencial novia, iba a estar extremadamente decepcionada. — No debería haber ordenado que le mandaran el desayuno tan temprano. ¡Odia madrugar!

—No pasa nada, chicos. — Tranquilizó David a los alarmados agentes del Servicio Secreto que vieron pasar corriendo a Kara. — Es que… llega tarde… — Awww, continúa y díselo. — A una cita muy importante.

Unos cuantos minutos después, estaba parada frente a la puerta de Lena arreglándose un poco el pelo. Respiró profundamente y tocó a la puerta. — Por favor, que no esté enfadada.

Lena abrió la puerta y levantó las cejas ante la imagen de una muy compungida Kara. Le habría dicho algo de no ser porque tenía la boca llena de bollo. En lugar de eso, cogió a Kara de la camisa y la metió dentro de la habitación, cerrando la puerta de un golpe.

—Lo siento muuuucho — empezó Kara rápidamente. — Quería estar aquí cuando te lo trajeran, pero he estado ocupada con una cosa toda la noche. Si hubiera tenido tiempo les habría llamado para decirles que no te lo trajeran. O te habría llamado a volver a la cama… um… quiero decir, um… simplemente que te habría llamado.

Lena asentía quitándole importancia. — Tranquila, Kara. Relájate, no estoy enfadada — se dirigió hacia el sofá. — ¿Puedes quedarte un rato? — levantó su bollo y Kara se lo comió de un bocado.

—Ummmm… ¿Hay más como estos?

—He ayudado a detener el comienzo de la III Guerra Mundial, y ahora necesito un descanso.

SEÑORA PRESIDENTA - SUPERCORP Donde viven las historias. Descúbrelo ahora