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Jueves, 1 de junio.

Kara estaba sentada con la cabeza colgando entre las rodillas. Estaba jadeando levemente mientras su fisioterapeuta estaba sentado tomando notas en la ficha de la Presidenta. El
terapeuta era joven y prometedor en su campo, habiéndose ganado las mejores recomendaciones de los médicos de Kara. El hombre respiró y se giró hacia la mujer que estaba sentada a horcajadas en el banco. Habían completado ya dos tercios de la rutina de rehabilitación y podía apreciar las líneas de cansancio y dolor en la cara de su paciente. Las cosas se iban a poner feas.

—¿Sra. Presidenta?

—¿Qué? — gruñó, sin molestarse en levantar la cabeza. El sudor le caía por la frente y la barbilla hacia el banco cubierto de vinilo en el que estaba sentada.

—Necesitamos hacer otra tabla con su brazo. — El terapeuta levantó la vista al ver a Lena entrar tranquilamente en la habitación.

Lena cerró la puerta tras ella y le indicó al hombre que no alertara a Kara de su presencia.

—No quiero — La Presidenta negó con la cabeza, notando el dolor que ese pequeño movimiento causaba a sus estresados músculos. — Hemos acabado por hoy.

—Señora, es necesario que usted siga una rutina para… — se detuvo justo a tiempo de ver como una pequeña botella de agua volaba por encima de su cabeza.

—¡A la mierda la rutina! ¡He dicho que hemos acabado por hoy! — Los hombros de Kara se pusieron rígidos. — Ahora déjeme sola — susurró, ignorando la culpabilidad que ya sentía.

Lena se aclaró la garganta, haciendo que dos pares de ojos se fijaran en ella. — Hola, eres Win ¿verdad? — La pelinegra extendió su mano hacia el terapeuta. — Soy Lena Luthor.

El joven sonrió y se adelantó unos pasos para darle la mano. — Encantada de conocerla, Srta. Luthor. Estaba a punto de irme. Estaré fuera si me necesitan.

Lena vio como el terapeuta salía hastiado de la habitación. Decidió ignorar el bajón de Kara.

Había querido acudir a una de las sesiones de Kara anteriormente. Pero siempre había sucedido algo. Sé sincera, Lele. No quieres verla sufrir. Y no sabes qué decirle después de salir huyendo del hospital como una idiota hace un par de semanas. Te da vergüenza estar con ella en privado.

La escritora lentamente se acercó a un banco cerca de Kara y se sentó. Estudió a la Presidenta cuidadosamente. La cara de Kara estaba colorada y sudada. Estaba claro que estaba dolorida.

Los pensamientos de Lena viajaron hasta el que intentó matar a Kara, Louis Henry. Hijo de puta.

Cuando estuvo claro que la Presidenta no iba a decir nada, Lena soltó un suspiro apesadumbrado. — Hola, Kara — dijo suavemente. — ¿Has terminado hoy? — Inclinó la cabeza hacia un lado. — Lizza dijo que ibas a estar por lo menos otra media hora.

—Lizza se equivocó — Kara se secó los ojos con el reverso de la mano. — Eso es lo mejor de ser Presidenta. Puedo decirle a la gente que se acabó todo y me tienen que obedecer.

Lena se incorporó ante la elección de palabras de Kara. — Ya veo — contestó seriamente. — ¿Y eso me incluye a mí también?

Kara le dirigió a Lena una mirada llena de remordimiento. — No.

Lena vio como la Presidenta intentaba cerrar el puño del brazo que había sido herido. No podía hacerlo. — Sólo estoy cansada — su voz era resignada. — Y me duele mucho.

Lena tuvo que sentarse sobre sus manos para contenerse de acariciar a Kara. No estaba segura si sería bien recibida y si estaba todavía caminando por terrenos peligrosos. — Ya lo sé. Pero hay algo más que seguro que tú no sabías.

SEÑORA PRESIDENTA - SUPERCORP Donde viven las historias. Descúbrelo ahora