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Martes, 9 de marzo.

Llevaban en la Embajada tres días y era la primera vez que Lena había tenido un rato libre para disfrutar del balcón de su habitación. Permanecía allí observando la ciudad llena de vida.

Era una ciudad abarrotada y colorida. Los extranjeros vagaban de un lado para otro, sus trajes de negocios o sus vestimentas de turista contrastaban con las tradicionales prendas nativas de color blanco. Los cláxones de los coches se mezclaban con los enfadados gritos de los viandantes y el ocasional relincho de un burro o un caballo. Era una curiosa mezcla de lo antiguo y lo nuevo. Cultura, tecnología y actitudes que para Lena resultaban más
interesantes que atrayentes.

La escritora tomó unas cuantas fotos. Acto seguido entró en la habitación abandonando el fuerte olor a especias, carnes asadas, pastelerías locales y humo de coches.

Se había sorprendido cuando Kara ordenó a todo el mundo que se tomara el tercer día "en el país" para descansar y relajarse. "Todo el mundo", según descubrió Lena, era un término relativo. David estaba todavía trabajando como un loco, al igual que varios ayudantes y consejeros expertos en política internacional. Pero la mayor parte del personal, incluida la propia Kara, se tomaron el día libre.

La Presidenta durmió casi todo el día y Lena sospechó que la mujer estaba todavía luchando contra un acusado jet-lang. Mientras Kara descansaba, David había tomado el
mando, dando órdenes que Kara no fuera molestada por nada. Dejó perfectamente claro que la necesitaba bien descansada para el resto de reuniones que estaban por venir.

Lena se había permitido dormir una siesta, pero se sintió descansada y se levantó mucho antes que Kara. Dedicó tiempo a explorar y gastar dos carretes de fotos. Estaba deseosa de huir de las habitaciones asignadas a los ejecutivos. Había demasiadas caras extrañas vigilando todo el rato, mirándola fijamente en todo momento y susurrando cuando ella, o alguien que tuviera que ver con Kara, pasaba. Lena prefería pegarse a sus amigos, especialmente a esa mujer tan hermosa que además dirigía la nación más poderosa de la tierra.

La primera reunión fue fijada para el día siguiente a las 9 de la mañana. Sin embargo, esa noche, Kara presidía una recepción para los dignatarios que asistirían a las reuniones. La Embajada estaba plagada de trabajadores, desde cocineros y empleados de limpieza, hasta personal de seguridad y militares. Lena estaba empapada de sudor, observando el caos desde el balcón de su habitación, antes de que un golpe en la puerta la hiciera entrar de nuevo.

Dejó la cámara en una mesa y abrió la puerta para ser saludada por una sonriente Kara. Esta estaba sosteniendo una bolsa y parecía encantada consigo misma. —¿Sabes?— Empezó Lena, dejando descansar sus manos sobre las caderas, —Te conozco lo suficiente como para saber que esa sonrisa significa problemas.— Pero incluso bromeando, sus ojos indagaron preocupados en la cara de Kara, aliviados al darse cuenta de que las arrugas de cansancio y tensión que había visto el día anterior, habían desaparecido.

—¡Oh! ¿De modo que así me lo pagas, eh? Yo te traigo un regalo y te me acusas de causar problemas. De acuerdo. Me llevaré este realmente precioso e increíblemente caro vestido de noche, y encontraré a otra pelinegra bajita y guapa para dárselo… — Fingió estar indignada y se giró haciendo que Lena no pudiera ver su cara, en la cual apareció una traviesa sonrisa.

El brazo de Lena salió disparado agarrando a Kara por la camiseta. —¡Espeeeera un minuto, Sra. Comandante y Jefa!— Empujó a la mujer hacia la habitación y cerró la puerta detrás de ella. —Número uno, no soy bajita…

—Eres más baja que yo.

—Cualquiera que no tenga una constitución masculina es más baja que tú, Sra. Gigante. Se defendió Lena.

SEÑORA PRESIDENTA - SUPERCORP Donde viven las historias. Descúbrelo ahora