Prólogo.

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Pasaba una tranquila y relajada mañana de domingo dentro de la formidable y opulenta mansión de la familia Kirisaki. Si bien podían ya ser las ocho o incluso las nueve de la mañana, no tenía la menor de las importancias pues, al no haber clases ese día, la joven y unigénita hija del máximo líder de la banda criminal conocida como "The Beehive," podía darse el lujo de permanecer en su cama por cuanto tiempo quisiese. Una vez que el sueño se disipó por cuenta propia, la preciosa rubia abrió sus enormes y azules ojos, dejó salir un bostezo y estiró sus brazos.

“Mi nombre es Chitoge Kirisaki, tengo 17 años de edad y dentro de unas semanas más habrán sido ya dos años desde que me mudé a Japón.”

Con cuidado, se levantó de la cama y caminó descalza a abrir las cortinas de la enorme ventana de la alcoba, dejando entrar así los rayos del sol a su cuarto. Aunque en domingo se le daba todo el tiempo del mundo para prepararse antes de bajar a desayunar, sabía bien que si lo que en verdad quería era aprovechar la mayor cantidad de su día libre, lo mejor era darse un poco de prisa. Tomó un relajante baño, peinó su largo cabello, dorado como la luz del sol, y se vistió con prendas cómodas.

"Puede ser que para los ojos de muchos mi vida sea un poco distinta a la de los demás, pues mi papá es un gangster. Es por eso que desde que nací he vivido rodeada de personas atemorizantes que asustan y ahuyentan a la gente. Fue por culpa de eso que desde pequeña nunca pude hacer amigos.

»Pero… desde que llegué a Japón, mi vida cambió por completo. Tuve la dicha de conocer buenos amigos que me aceptan pese a saber de mi familia. Es gracias a ellos que por fin pude conocer lo bien que se siente el pasar momentos tan felices en compañía de otras personas. Todos esos maravillosos recuerdos y anécdotas que he hecho a su lado, ahora mismo son mi más grande tesoro. Sin embargo…"

‘Buenos días, señorita, que pase un excelente domingo’ era el saludo más repetido entre todos los sicarios y servidumbre con los que Chitoge se cruzaba rumbo al comedor. Ella sonreía y les correspondía el saludo con entusiasmo.

“No todo ha sido miel sobre hojuelas. A los pocos días de haberme establecido en la ciudad, mi papá me metió en un enorme dilema. Me metió en el compromiso de tener que fingir una relación sentimental con un chico, uno que resultó ser ni más ni menos que el segundo en línea de sucesión de un clan de Yakuza; todo para evitar que sus hombres se adentraran en una encarnizada guerra por el dominio de la ciudad con nuestra banda que recién se había mudado. Lo más horrible de todo fue que yo ya conocía a ese estúpido, pues él y yo asistimos a la misma clase, y no nos llevábamos para nada bien. Él y yo somos como el agua y el aceite, no podemos ponernos de acuerdo en nada y siempre terminamos peleando por cualquier cosa. Aún así, en ese momento no tuvimos otra opción que aceptar y actuar en frente de todos como si estuviésemos enamorados el uno del otro. Desde ese entonces, él y yo hemos tenido que pasar por muchas dificultades juntos…”

Su desayuno siempre era cuantioso, todo un desfile de manjares que por lo regular uno no esperaría ver en algo que no fuese el banquete de una gran celebración, mas ella no le prestaba la más mínima importancia. Se trataba de un detalle al que, desde pequeña, ya estaba por demás acostumbrada, junto con el resto de complacencias, lujos y demás excesos de su muy adinerada familia. Chitoge le preguntó al cocinero por su padre y éste le dijo que él ya había asistido desde temprano. La joven se apresuró a terminar sus alimentos.

“Pasó el tiempo y poco a poco me fui acostumbrando a él. Viví, en contra de mi voluntad, muchas aventuras y desventuras a su lado. Algunas de ellas fueron tristes, y otras más, muy alegres. Es un tanto irónico que al final, después de todo lo renuente y obstinada que fui hacia él, haya terminado enamorándome de él. Aún cuando nuestra relación no era más que una simple actuación, aún cuando en un principio perjuraba que no podía odiar más a un chico como lo odiaba a él. Que ese tonto brote de soya haya terminado gustándome de verdad es tan… irónico.

En mi mundo. (Un fic de Nisekoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora