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Harry.

Me desperté cansado, me estiré y restregué mis ojos para luego acostumbrarme a la luz solar. Sonreí al recordar la noche anterior, había pasado un buen momento con Carito. Conversamos de la vida y nos perdimos en anécdotas estúpidas. Ella se animó a contarme que estaba viviendo con el dinero ahorrado de su trabajo, era abogada y consiguió entrar a un gran bufete de abogados en Nueva York, sin embargo, por unos eventos desafortunados, que no me contó, decidió que debía escapar de allí y no paró hasta llegar a tierras jamaiquinas.

—Había escuchado a mi abuela hablar tanto de Jamaica y de lo precioso que era, que fui a visitarla y le pedí las llaves de su casa para quedarme un tiempo indefinido por aquí. Recuerdo que le dije que me sentía perdida y que quería irme a otra ciudad, pero ella, sabiamente me dijo: nade antes de ahogarse, hija, nade antes de ahogarsesonreí enternecido ante el consejo de su abuela.

—Jamaica es un paraíso.

—¿Cuánto tiempo piensas quedarte por aquí? —ella trajo a mi mente las palabras de Jeff y como debía empezar a escribir cuanto antes.

—Dos meses —suspiré.

Lave mi rostro y decidí bajar por algo de desayuno. Maldecí al recordar que mi alacena se encontraba totalmente vacía, enojado, me dispuse a cambiarme para poder comprar algo y rellenar los espacios vacíos.

Subí escaleras arriba pero el sonido de la puerta me hizo bajar nuevamente. Al abrir, una Carolina sonriente apareció, ella traía las manos llenas de comida, o eso parecía.

—¡Buenos días, estrellita! ¡La tierra te dice hola! —reí ante su saludo y me moví a un lado para que pudiera pasar. —¿Qué? Nunca viste...

—¿Charlie y la fábrica de chocolates? Claro que sí.

—Genial, sino la hubieras visto, serías un raro —empezó a acomodar todo sobre un pequeño kitchen que tenía la casa. —Traje el desayuno, supuse que no pudiste comprar nada ayer.

—Acertaste —sonreí adormecido por la hora. —Muchas gracias, Carito.

Ella solo sonrió y empezó a preparar el desayuno. Le comenté que en la terraza había una pequeña mesa y le propuse que desayunáramos fuera, la oí aceptar y me apresuré en acomodar las cosas en la mesa del exterior.

—¿Cómo dormiste? —mencionó comiendo una rica tostada francesa.

—Estupendo, hace tiempo no dormía así de bien —imité su acción saboreando lo rico que estaba todo.

—¿A qué te dedicas? ¿Ahora sí me dirás? —me quedé estático y tosí un poco aclarando mi garganta. Había atrasado este tema lo más que pudiera, no quería comentar nada sobre mi carrera.

—Escribo canciones —dije la verdad, bueno, una parte.

—¿Eres compositor? ¡Eso es genial, Harry! Entonces, deduzco que estás aquí por inspiración.

—Algo así, pero estoy en cero —hice una mueca recordando que tenía dos meses.

—Puedo ayudarte —solo la miré divertido. —¿Qué? ¿Crees que porque soy abogada no puedo ser divertida?

—Claro que no —sonreí, riéndome de su cara ofendida.

Seguimos desayunando, el sol golpeaba ligeramente el rostro de Carolina. Hoy la pude admirar muy de cerca, el cabello pelirrojo relucía mucho más gracias a lo blanca de su piel y a sus pecas, sus ojos celestes eran lo más claros que había visto en mi vida, puedo jurar que si me quedo mirándolos, me hipnotizarían, ella era una mujer hermosa.

—¿En que piensas? —sus palabras me volvieron a tierra, tomándome por sorpresa.

—¿Quieres ir a la playa? —Carolina solo me miró y asintió sonriendo.

Ella se despidió rápidamente diciéndome que iría por sus cosas y que me esperaba fuera. Con mis pensamientos en la americana, caminé hasta mi habitación para tomar lo necesario, tentado de llevar mi libreta para escribir, me senté cinco minutos en mi cama y redacté: Better swim before you drown.

Con todo dentro de una pequeña maleta, salí de casa y la bocina de un auto me hizo levantar la mirada. Carito se encontraba manejando una jeep amarilla, ella sonrió y alzó sus lentes de sol para pedirme que me apresurara. Ed Sheeran empezó a sonar, la cálida brisa golpeaba mi rostro haciendo que mis rulos se despeinaran.

—¿Te gusta? —rio viendo como era un nudo de cabellos.

—¿Es tuya?

—Algo así —me guiño el ojo y siguió conduciendo.

Pasaron algunos minutos y el auto se detuvo. No entendía porque habíamos llegado hasta aquí si es que teníamos una playa prácticamente al frente de nuestros hogares. Bajé del auto para ayudarla a cargar algunas cosas que traía.

—¿Por qué llegamos aquí si tenemos una playa...

—Sh, solo espera y verás.

No dije nada más y sentí el calor fuertemente sobre mi, quería sombra antes de quemarme con los lentes puestos, eso sería trágico. Estaba por pedirle que paráramos pero me quedé callado al ver el paisaje frente a mis ojos. Un mar casi transparente, arena blanca y la playa vacía hicieron que de mis ojos brotaran chispas. Caminé detrás de ella y en silencio acomodamos nuestras cosas.

—¿Increíble, no? —admira el paraíso con sus manos en la cintura.

—Es preciosa ¿Cómo es que no hay personas?

—La descubrí un día mientras caminaba sin rumbo —Carolina se pone de rodillas mientras busca algo en su bolso. —Necesitaba despejarme, me sentía muy mal, por lo que caminé hasta que me hipnotice con este paraíso.

—¿Cuántos años tienes, Carolina?

—Veintitrés ¿Parezco más vieja? —dijo jugando, mientras sacaba un poco de bloqueador y lo colocaba en la palma de su mano.

—¡No! Era curiosidad ¿No extrañas a tus padres? Digo, estar lejos de casa hace que uno extrañe mucho a sus seres queridos —noté como ella dejó su vista quieta por unos minutos en la arena, suspiró y se acomodó en la gran toalla bajo ella.

—Mis padres fallecieron cuando yo tenía cinco años, Harry —me miró y me dio una sonrisa triste, me quería matar por ser tan imprudente.

Carolina [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora