Epílogo.

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Harry.

La arena blanca en mis pies estaba cálida al igual que el día. Respiré el aire para llenar mis pulmones de aroma marino, creo que se ha convertido en uno de mis lugares favoritos en el mundo.

Veo mis huellas marcadas en la arena, sonrío cuando veo las más pequeñas delante mío. Corro cuando lo veo caminar más rápido hacia el mar. Escucho ladridos y unas risitas, Gomita lame su carita y después, ambos caen para revolcarse en la arena.

Su madre va a matarme.

Nos sentamos esperando que el agua bañe nuestros pies.

—¡Amor! —volteo para ver como mi pelirroja se acerca hacia mi.

—¿Tanto tardaron? —le pregunto cuando la siento sentarse a mi costado.

—¡Tu hijo no quería despertarse! —me reprocha para darme un beso en la mejilla.

—Igual a ti —juego para que ella me fulmine con la mirada.

—¿Quién es el bebé más bello del mundo?

Ok, pasé a segundo plano.

Mi esposa toma entre sus brazos a nuestro pequeño pelirrojo, le reparte besos por todo su rostro y escuchamos la risita que llena de alegría mis oídos.

—¿Ethan? ¿Ethan es el bebé más lindo del mundo? —continúa ella.

Por un segundo puedo ver el perfil de ambos y lo parecidos que son, Ethan es tan parecido a su madre, por algo ella lo llevó nueve meses en su vientre, merecido lo tenía mi chica.

—¡Papá! —volteo rápidamente ante el llamado.

—¡Dime, Noah! —grité para que pudiera escucharme.

—¡Llegó la abuela Anne!

Carolina se levantó junto a Ethan, mi pequeño bebé de un año iba tomando el cabello de su madre mientras ella le sacudía la arena de su cuerpo. Tomé la correa de Gomita para trotar hacia mi esposa y dirigirnos a nuestra casa.

Miré a Carolina vestida de blanco, estaba espectacular, podría tener treinta y dos años, pero lucía igual de preciosa que cuando la conocí a los veintidós. Se miró al espejo mientras se acomodaba el cabello en un moño despeinado, entonces giró y la admiré con una gran sonrisa, baje mi vista para verla acariciar su gran barriga.

Era feliz, plenamente feliz con ella a mi lado.

—¡Que preciosa te ves, Carito! ¡Estás radiante! —mi madre la abraza cuando la saludamos. —¡Mis nietos estan igual de grandes y preciosos!

—¿Y yo, mamá? —la abracé sintiendo el calor de sus brazos.

—Tú eres igual de feo que siempre —la voz de Gemma se hizo presente, arruinando mi momento madre e hijo.

—Te detesto —le susurre ganandome una mala mirada de parte de mi madre.

Las horas pasaron y las personas llegaron a la casa. Encontré a Carolina quien se comía una fuente entera de tartaletas de fresa, pero eso no le impedía conversar con amigos mientras que mi madre tenía al pobre de Noah entre abrazos y besos. Para ser un niño de siete años, casi ocho, es muy alto. Ethan movía sus manos pidiendo algo para entretenerse, y como buen padre que soy, le di un juguete.

—¡Atención a todos! —el gracioso acento de mi hermana llamó la atención. —¡Llegó la hora!

Se escucharon gritos, mi mirada se conecto con la de Carolina, ambos nos tomamos la mano para caminar hacia la playa. Un pequeño escenario estaba construído, las personas nos acompañaron hasta ahí. Pude admirar la decoración y lo mucho que se había esforzado Gemma porque todo saliera perfecto. Globos de todos los colores adornaban el lugar, habían dos mesas llenas de dulces y salados, además de bebidas e infinidad de cosas.

Carolina [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora