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Harry.

Dos días.

Dos días sin saber nada de Carolina. Me sentí estúpido, ella me contaba que había huído de un idiota y a mí se me ocurre querer besarla. Sabía que debía disculparme, pero no tenía la cara para poder buscarla. Simplemente intente escribir en estos dos días en solitario, tratando de disfrutar de mi paisaje y del rico clima jamaiquino.

Estuve pensando un poco en las emociones que me llevaron querer besar a Carolina. Ella me parece guapa, muy guapa, me siento bien con ella y me trata por quien soy, por ser Harry, no la mega estrella famosa. Ahora, viendo la puta realidad, no podía pasar nada entre nosotros, en mi vida no tenía lugar para un amor, no podía permitírmelo, tenía dos meses, nada más.

Puse I will survive de la gran Gloria Gaynor, aparecieron los buenos recuerdos. Empecé a escribir algunas líneas en mi libreta mientras iba moviéndome rápidamente y tratando de seguir el compás de la música, tengo algo de ritmo ¿Ok?

Hice mi almuerzo, nada elaborado, un filete de pollo, brócoli, tomate y lechuga, recontra fit, hay que bajar la barriga. Todo pasaba tranquilamente, solo la música era el sonido a mi alrededor. Sin embargo, mi rico almuerzo se vio interrumpido por unos golpes. Me levanté rápidamente a revisar el lugar, nada, el sonido seguía, mierda.

Salí hacia la terraza y me llevé la sorpresa de que un pequeño cachorrito saltaba sobre la madera haciéndola sonar ¿De dónde había salido? Mire a todos lados y fruncí el ceño.

—¿Te perdiste, amiguito? —me arrodillé a su altura, le hice algunas caricias en su cabeza y a cambio, recibí algunas lamidas en mis manos. —¿Y ahora, qué hago contigo?

—Lo mismo me pregunté cuando este pequeñito llegó a mi casa y me pidió comida —la voz de Carolina me sobresaltó haciendo que cayera al suelo, escuché su risa y me puse nervioso ante su repentina aparición.

—Carito, hola.

—Hola —me extendió la mano y logré ponerme de pie con su ayuda.

—¿Qué hacemos con él?

—Debe estar perdido, podemos pegar volantes y mientras cuidarlo, yo puedo cuidarlo si tú no…

—¡No! Claro que ayudaré, pequeñito, ven conmigo —me hice a un lado y el perrito entró a mi casa moviendo su cola alegremente.

Ambos reímos, sabía que a pesar de la ternura del momento, debía hablar con ella.

De todas maneras, no quise apresurar el momento y con la pequeña bola de peloa delante nuestro nos sumergimos en perritolandia. Carito se sentó en el piso para observar atentamente al cachorro.

—¿Almorzaste? 

—Si, Styles, almorcé y muy rico.

—¡Y no invitas! —puse mis manos en mi cintura, enojandome con ella.

—Oh vamos, tu almuerzo no estuvo tan mal al parecer —mencionó mirando mi plato a medio comer.

—Carito yo… quería pedirte disculpas por lo del otro día, realmente no pensé y me dejé llevar —explique buscando su mirada.

Ella seguía jugando con el cachorro.

—Tranquilo, Harry, te entiendo, no eres feo, me la paso muy bien contigo e incluso parece que nos conocemos hace muchos años, soy humana y también tengo algunos impulsos a veces que debo controlar —quedé callado ante sus palabras ¿Le parecía guapo? Bueno, no soy feo, soy un Styles.

—Bien, igual lo siento —me limité a decir porque me dejo nervioso.

Carolina me dio su típica sonrisa y luego, sacó del bolsillo de su pantalón, su celular. La cámara fue enfocada hacia el pequeño cachorro, quien se sentó amablemente a esperar ser fotografiado. Luego de varias tomas, ella desapareció diciendo que volvería en pocos minutos, mientras tanto, el pequeño amigo y yo, nos conocimos más a fondo.

—¿Qué diablos haces, Harry? —siento la presencia de Carito delante de nosotros.

—No quería comer y le estaba enseñando cómo hacerlo.

—¿Debías comer las croquetas desde su plato? —me levantó del piso oyendo su carcajada, gruñó y me dirijo al baño a lavarme los dientes. —Ya tengo los anuncios ¿Vamos a pegarlos?

Bajo a la planta baja y asiento, tomo mis llaves, mis lentes y al cachorrito para salir rumbo a encontrar a su dueño.

—¿Deberíamos ponerle un nombre? —cuestionó mirándolo entre mis manos.

—No.

—¿Por qué no? —volteo al perrito y ambos la miramos tristes.

—Porque nos vamos a encariñar con él y sus dueños deben estar esperándolo.

—Mala, Gomita y yo seríamos buenos amigos.

Carolina paró sus pasos en seco, volteo a mirarnos, levantó sus lentes y soltó una carcajada de aquellas, la miré ofendido y seguí caminando. 

—Mejor ponle Marshmallow —soltó empezando a saltar como una pequeña niña.

—Mejor le pongo Carolina —su mirada nos fulminó y salí corriendo con Gomita entre mis brazos ya que empezamos a ser perseguidos por la loca.

Buscamos y buscamos, preguntamos a varias personas pero nadie nos daba razón alguna de los dueños del perrito. Varias personas quisieron quedarse con él pero yo solo me limitaba a negar, sus dueños pueden estarlo buscando, no todos los días se pierde un cachorro Golden Retriever así como si nada. Además, en mis manos se encontraría mejor que en cualquier otra, internamente rogaba porque no apareciera nadie, aunque expresara todo lo contrario ante Carito, quien quería encontrar al dueño a como dé lugar.

Cuando el día se oscureció, decidimos volver a casa. Estabamos exhaustos, incluso Gomita ya que se se durmió en brazos de Carolina.

—¡Estoy tan cansado! —tiré las llaves de la casa sobre la mesa y me lancé sobre el sofá.

—Y yo, esperemos alguien llame en estos días, mientras tanto, me llevaré al perrito conmigo.

—¡¿Qué?! ¡No! ¡Gomita se lleva mejor conmigo! —la escuché suspirar y me miro desde la puerta de la cocina.

—De acuerdo, nos turnaremos para cuidar a Gomita.

—¿Cómo lo llamaste? —me burlé e inmediatamente ella negó riendo.

.

.

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Eran cerca de las tres de la madrugada y al pequeño Gomita se le ocurrió destrozar todo lo que veía a su paso, joder, los perros son como niños. Destrozó almohadones, la zapatilla de Carolina, mordió mis sillas de madera y cuando fue hacia mi guitarra, corrí tras él.

—¡Me debes unas nuevas zapatillas, Styles! —renegó con la zapatilla Nike entre sus manos. —Eran mis favoritas, Gomita —se arrodilló a su altura y le hizo cariño.

—Es un cachorro, no sabe lo que hace.

—Pero tú sí y dejaste que fuera por mi zapatilla.

—¿Lo siento? —reí sabiendo que tenía algo de culpa.

—¡Gomita, ya duérmete! —Caro empezó a tararear una canción de cuna y él simplemente hizo caso omiso para seguir destrozando algo por ahí. —Mierda, Harry.

Carolina tropezó cayendo de trasero al piso, me miró mal y solo carcajee al verla adolorida.

Don't blame me for falling —canturree.

Así pasamos la madrugada, haciendo sonidos con la guitarra y cantando canciones antiguas y de nuestra época, como dos ancianos cuidando de su nuevo perrito.

Carolina [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora