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Harry.

Decidí salir a correr al medio día, necesitaba hacer ejercicio y comer saludable. Llevaba dos días aquí y no había hecho absolutamente nada. Después de unos cuarenta minutos, leegué a casa con la respiración agitada y me senté con la guitarra en las manos para intentar crear algo, sin embargo, mi mente estaba completamente vacía.

Tocaba algunas melodías pero ninguna me convencía, ninguna sonaba como el estribillo de una de mis canciones, suspire muchísimas veces exhaustos, no tenía una motivación ni una inspiración en esos momentos, o eso creía.

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—¿Estás segura que es buena idea?

—¡Claro que sí! —Carolina sostenía entre sus manos una gran tabla de surf, era mucho más grande que ella, sin embargo, la llevaba entre sus brazos como si fuera muy liviana.

—De acuerdo.

Ambos empezamos a remar con los brazos mar adentro, y aunque no tenía mucha experiencia, sabía nadar y podría sobrevivir. Al parecer, la pelirroja era muy buena surfeando, ya que sus caídas comparadas a las mías, eran casi nulas. Me enseñó varios trucos y se burló de que fuera tan grande pero tan torpe también.

—¡Una carrera hasta la casa y el que llegue último, compra el vino!

Sin más que decir, empezó a regresar a la orilla rápidamente, como pude, le seguí el paso riendo. Corrí tras ella, gracias a mis largas piernas llegué antes, por lo tanto, gané.

—¡No es justo! —hizo una rabieta de niña pequeña parada en la puerta de mi casa.

—¡Alguien no sabe perder!

Carolina me quedó mirando y se acercó peligrosamente hacia mi, se paró de puntitas ya que la tuve más cerca a mi rostro, con nuestras respiraciones a centímetros, pasé saliva y la escuché hablar.

—Yo nunca pierdo, Harry, deberías saberlo.

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El tiempo voló y tenía mi quinta copa de vino entre mis dedos. Carito y yo nos encontrábamos echados en el césped de la terraza mirando las estrellas en el cielo oscuro de Jamaica. Sentía que éramos amigos de toda la vida, mejores amigos. La facilidad de temas de conversación me descolocó increíblemente ya que muy pocas veces he sentido este tipo de conexión.

—¿Cómo puedes sonreír a pesar de que la hayas pasado tan duro? —cuestiono girando mi cabeza hacia ella, Carolina me mira y luego vuelve a dirigir su mirada hacia el cielo.

—¿Cómo? Harry, tengo veintitres años, estoy prácticamente sola y no puedo tener el lujo de parar mi vida por las cosas que me pasen.

—Pero, tú...

—Sí, él que creí que era el amor de mi vida me jodió en todos los sentidos.

Jhon, su ex novio, un maldito hijo de puta que la engañó en todas las formas posibles. O eso sé en pequeñas pinceladas.

—Si quieres no me lo cuentes.

—Tranquilo, ya lo superé —ríe bajito y se incorpora sobre el césped. —Conocí a Jhon en un bar, fue amor a primera vista, o bueno, al menos para mí. Nos hicimos muy amigos y al poco tiempo, nos hicimos novios. Jhon no había ido a la universidad, mientras yo, estaba por terminar mi carrera. Él trabajaba de todo un poco, era camarero, valet parking, en muchos lugares y como te imaginaras, su salario era mínimo. Yo no tenía problemas por el dinero, la abuela me dio, a los dieciocho años, la herencia de mis padres, en lugar de gastarla viviendo la vida loca, decidí estudiar.

La escuchaba atentamente, Carito era realmente un enigma, si tú la vieras, pareciera que ha tenido una vida sencilla, pero poco a poco me estaba enterando que era todo lo contrario.

—La NYU me permitió conocer cualquier cantidad de gente, tenía contactos que me abrían las puertas a grandes trabajos y como imaginaras, mi círculo social era distinto al de él obviamente —asentí levemente. —Ese fue el problema, empecé a tener grandes logros para mi y él, supongo que sintió envidia, cólera, impotencia, que se yo —se encoje de hombros. —Me gritaba, me insultaba, me hacía sentir inferior, me decía que todo lo que aprendí en esa universidad no valía nada —ríe con amargura.

—Que imbécil —me limito a decir y veo que ella asiente, dándome la razón.

—Chiquilla, tonta, enamorada, lo perseguí y le dije que yo podría cambiar todo eso por él, convivimos un tiempo, yo pagaba todo y Jhon solo se dedicaba a llegar borracho —siento como se tensa, parece que esta parte es la más complicada. —Una noche, él llegó totalmente ebrio y empezó con lo mismo de siempre, su mismo discurso machista y opresor, lo trate de ignorar pero...

—Me imagino que...

—Si, me golpeó, me estrelló contra la pared y me dio varias patadas.

Mierda.

Sentí que una especie de cólera empezó a crecer dentro de mí. Qué derecho, qué puto derecho de joderle la vida así a una mujer, a una persona.

—Entonces fue cuando tomé mis cosas y me fui de mi departamento, me fui. Soy abogada, logré zafarme de él de todas las maneras posibles en el tema legal y aquí estoy. Esa es la razón de que esté aquí, me fui de Nueva York porque él me acosaba a pesar de haber terminado. Luego de un tiempo me enteré que él me robaba dinero, yo tonta le di las claves de mis tarjetas, tenía otra mujer y ambos vivían de mi.

No tenía palabras.

—Mierda, Carolina, lo siento mucho, no sabes la impotencia que tengo dentro de mí, joder, siento que hayas pasado por eso —sus ojos celestes me enfocaron y me dio una tierna triste pero resignada.

—Gracias, Harry —asintió. —Pero ya pasó. Hay que sacarle el lado bueno y gracias a él, no dejaré que venga otro idiota a hacer lo mismo.

Ella volteo a verme y me regaló una sonrisa preciosa, me acerqué lentamente, ella quedó estática, yo solo sentí un impulso de querer besarla, cerré los ojos y su respiración se mezclaba con la mía, estaba tan cerca, suspiré y cuando estaba por besarla, la sentí removerse, mirarme por una última vez y levantarse para irse en silencio de mi casa.

Carolina [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora