27. Tal vez el destino

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Zhan ya había terminado de guardar y registrar las piezas que no tuvieron un comprador. Se dispuso a sumergirse tanto en su trabajo que no había notado la hora.

-Hey, Zhan, ¿quieres comer con nosotros?- lo invitó uno de sus compañeros con los que había llevado a cabo aquel proyecto – Vamos a ir al restaurante del hotel.

-Gracias, pero tengo un compromiso. Buen provecho- les dijo despidiéndose de ellos. No tenía hambre, aunque no había ingerido alimentos en todo el día y sin ánimos de aparentar que no estaba destrozado por dentro.

Se rio amargamente de él mismo al recordar que sus intenciones iniciales habían sido compartir el fin de semana con Wang Yibo, "Qué iluso" pensó de sí mismo recogiendo el resto de sus cosas. A lado tenía su pequeña maleta que anteriormente usaba para su antiguo trabajo, ahora su uso era totalmente inocente... "Trabajo" se dio una palmada en la frente recordando con más atención la discusión con el empresario, le había preguntado si iba a un trabajo y él había respondido que sí, pero justo apenas se percataba de que no había explicado que era un trabajo de la subasta, no de lo que solía hacer.

"Maldición, Zhan" se reprochó a sí mismo dirigiéndose casi corriendo a la habitación de Yibo esperando encontrarlo y explicarle todo rezando a todos los dioses porque el comportamiento de aquella mañana para con él se debiera a los celos de Yibo.

Llegó al piso que recordaba, justo cuando iba a tocar la puerta se abrió, contuvo el aliento con el corazón latiéndole rápido, pero todo se detuvo de pronto cuando una mucama salía de la habitación que acababa de asear.

-Disculpe, buena tarde. ¿sabe si el huésped de esta habitación acaba de irse o si va a regresar?- preguntó aún con una pequeña esperanza.

-Lo siento caballero, esta habitación la liberaron por la mañana- respondió la mujer – Pero tal vez en la recepción le puedan dar informes del huésped que la ocupaba- añadió al ver la mirada desolada del bello joven.

-Le agradezco la información- hizo una pequeña reverencia y salió del hotel cabizbajo.

La verdad es que ahora había perdido la valentía de confesarse como para buscar a Wang Yibo y explicarle todo. Tal vez las cosas pasaban por algo y era una tontería querer forzar esa relación, tal vez el destino lo estaba librando de un cruel rechazo por parte de aquel hombre que podía romperlo aún más y ya no se sentía con la confianza de poder soportarlo.

Al salir del hotel la lluvia caía fuertemente y se lamentó no tener un auto. Tenía el dinero suficiente para comprar uno, de hecho, su participación en la subasta había dado excelentes frutos, al pago pactado se sumó un cuantioso bono y comisión por su excelente trabajo. No pudo evitar recordar su hermoso Toyota rojo quemado que había sido suyo por un par de días. Contempló la posibilidad de adquirir uno exactamente igual, pero sin terminar de decidirse por hacerlo.

"¿Qué es lo que quieres, Zhan?" Se preguntó a sí mismo al día siguiente. Desde que despertó se la había pasado revolcándose en su cama hundido en lamentos, llorando a ratos y comiendo una cantidad nada sana de comida chatarra.

Ahora se encontraba sentado en el piso de su sala rodeado por envolturas de frituras y envases de helados y restos de comida rápida. Estaba con los brazos cruzados mientras silenciosas lagrimas caían por sus mejillas limpiándolas, así como salían con la esperanza de que en algún punto se detuvieran.

Tenía el teléfono a su lado, había intentado marcar el teléfono del empresario en más de una ocasión embriagado de carbohidratos, los mismos que lo habían hecho vomitar hace un rato. Se sentía mal, rumiando los recuerdos que variaban entre aquellos eróticos y aquellos deprimentes, pero justo ahora se sentía harto. Ya no quería sentirse así... No. Ya no quería sentir. Punto. Y ahí estaba la respuesta a su pregunta.

Había sido un tonto el permitir que sentimientos se germinaran en su interior, aunque claro, estos no habían solicitado su permiso para hacerlo, sólo se habían plantado ahí y crecido como una enredadera que ahora lo ahorcaba y le impedía respirar, pero ya no. Tomó la decisión de que ésta sería la primera y última vez que dejaba que alguien rompiera su corazón.

Se puso de pie, tomó una gran bolsa para basura y comenzó a limpiar su departamento sin importarle que era casi la media noche del domingo, pero había decidido tomar las riendas de su vida, regresar al momento antes de conocer a Wang Yibo, donde aún podía sentirse... ¿contento? con su vida, bueno, tal vez satisfecho era lo más acertado.

Fue a la cama a las 3 del mañana completamente exhausto y cayendo en un sueño tranquilo.

Servicio ConcluidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora