"El que nunca arriesga se suele perder lo mejor."
-Cenicienta.
LUKE GRANT
—Oigan, ¿en cuál casa se dará la tutoría?
—Me da igual donde sea.
—Tan linda como siempre, Sam.
Travis le dio una sonrisa de labios cerrados a la pelinegra que solo rodo los ojos, como la hacía a menudo. Ya era su marca.
Estábamos sentados en el comedor de la escuela, Samantha como siempre estaba metida en su pensamiento, o como lo llamaba Travis, su viaje astral; este último se mantuvo hablando de cómo se daría la tutoría.
Después de que la maestra nos haya sugerido que Travis nos ayudara con las clases para mejorar nuestras calificaciones, este se mantuvo recordándonoslo cada cinco minutos y, aunque era bueno para nosotros, el que lo hiciera era realmente fastidioso. Y si yo lo note, estoy seguro de que Sam también, ya que, para ella, Travis era un fastidio andante.
Me mantuve neutral durante la explicación que nos estaba dando el rubio que no se cansaba de hablar de tarea. Él era un nerd, por así decirlo.
—Lo haremos en mi casa —habló Travis, dando por terminada la charla.
—Bueno —respondí.
—En mi casa a las seis —dijo levantándose—. No lleguen tarde.
El timbre había sonado unos segundos antes, por lo que debíamos ir a clases. Era una de las pocas clases que no compartíamos con Travis; solo Sam y yo, como la mayoría de las clases durante el día, eso era lo lindo.
Nos levantamos y empezamos a caminar por el pasillo para llegar al aula de clases. Me mantuve en silencio mientras caminaba con Sam al lado, miré por todo el lugar viendo a los estudiantes del lugar: unos caminaban a sus aulas como nosotros, otros metían sus libros en sus casilleros y otros se mantenían hablando animadamente.
Me gustaba esa secundaria. Era tan normal y común que me fascinaba. Desde que entre a mitad de año escolar no había tenido ningún problema con nadie y no había visto nada fuera de lugar en ese tiempo de estudiante y era simplemente gratificante. Si, había cosas que pasaban como peleas (pero no muy frecuentes), discusiones de alumnos y cosas así.
Esa escuela era normal.
Gire un poco el rostro, fijando mi vista en la chica que caminaba junto a mí, notando las pecas que había en su rostro; se veía realmente linda con pecas. Me dedique a verla por unos segundos, en silencio, sin hacer ruido. Me concentre en como hacia su pecho al respirar: era lento y pacífico, una respiración calmada.
Sonreí, por lo bajo.
—¿Cómo ha estado tu semana? —pregunte, rompiendo el silencio.
—Bien, de hecho —ella respondió—. ¿Y la tuya?
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¿Qué tiene de malo ser yo? |Nueva versión|
Novela Juvenil*Nueva versión* AMORES QUE CURAN (I) Sam ya no le encuentra sentido a su vida y no quiere seguir luchando por encontrarlo. A sus cortos dieciséis años, Samantha Clark, ha entendido lo que es el dolor y el sufrimiento, siendo ella presa de ambos de...