☪Capitulo XII

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"Siempre deja que tu conciencia sea tu guía

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"Siempre deja que tu conciencia sea tu guía."

-Pinocho.

TRAVIS SCOTT

¿Peleas? Algo que definitivamente no me caracterizaba, pero supongo que a todos nos pasa, al menos una vez en la vida y yo, bueno, yo lo había hecho bastante las últimas semanas.

No era el tipo de persona que se dejaba llevar por sus impulsos, eso caracterizaba a ciertos amigos míos, pero yo no, era más de más personas que hablaban y trataban de resolver las cosas. Sin embargo, este último año todo cambió, y las frustraciones empezaron a salir a flote.

Solía ser alguien muy pacifico, algo extrovertido y ruidoso de vez en cuando; siempre con una sonrisa en el rostro, pero creo que el tener tantas cosas guardadas, llegué a punto que no lo pude controlar. Además, si hay algo que me molestaba muchísimo, era el hecho de que se burlaran de alguien y, al ver que Davis, uno de los jugadores de basquetbol de la escuela, lo hizo con un chico, simplemente me hizo actuar de la manera que lo hice.

Y no me arrepentía.

No solía arrepentirme de muchas cosas, y esa era una de ellas.

Quise defender al chico de las burlas de mi compañero y terminamos discutiendo y, posteriormente nos fuimos a los golpes consiguiendo así un castigo. Así que ahí estaba, metido en la biblioteca sentado a esperas de algún maestro que nos pusiera cualquier castigo. Había unos chicos mas en el lugar además del chico con quien pelee y yo, todos castigados y, por alguna razón, era el único que se sentía extraño en ese lugar.

Nunca había sido castigado por nada en mi vida, pero ahí estaba.

—Travis Scott en detención, esto sí que es nuevo.

Escuché la voz de una chica, la cual me sacó de mis pensamientos. Saqué el rostro del libro que tenía en las manos y ahí la vi. Ella lucía una sudadera blanca con unos vaqueros azules; su castaña cabellera envuelta en una cola, su rostro tenía una pizca de asombro y sus labios se curvaron en una sonrisa, dejando ver el piercing en él.

Rodé los ojos al verla ahí, realmente no me sorprendía que estuviera ahí.

—Para todo hay una primera vez —me encogí de hombros—. ¿Y tú, qué haces aquí?

—Lo de siempre —dijo sentándose a mi lado.

—Déjame adivinar, encontraron la caja de cigarrillos.

—Si —ella me dio una sonrisa—. ¿Y tú porqué estás aquí?

—Tuve otra pelea —respondí a la ligera.

Sus ojos se agrandaron y una carcajada salió de su boca. Gire los ojos ante su reacción. Su risa era realmente quisquillosa y, en ocasiones, molesta incluso para mí, a pesar de llevar toda una vida de conocerla. Devolví la mirada al libro sin la intención de seguirla escuchando.

¿Qué tiene de malo ser yo?  |Nueva versión|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora