Nueve

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La pelota se levanta cinco centímetros por encima del escritorio, luego sale despedida hacia el frente con fuerza. Una fuerza desconocida para Kara, quien mira con disculpa a Jeremiah cuando su proyectil se estampa con el portarretratos de la oficina y lo tira. Él se encoge de hombros, restándole importancia. En las últimas semanas ha avanzado —en lo que a ella respecta— considerablemente con su entrenamiento telepático. Si ha sido fácil es otra cosa, porque encontrarle sentido a sus habilidades es un martirio. A menudo debe concentrarse sólo en ella, lo cual implica dejar a Sam por su cuenta durante al menos dos horas. Dos horas sin sentirla. Parte importante de esas dos horas es cuántas veces Kara se rinde a sus impulsos y la busca con urgencia sólo para encontrarse con el aburrimiento ajeno.

Sam no tiene muchos pasatiempos en esa casa. Además de cuidar el jardín su tiempo libre lo pasa releyendo comics arrugados o echando de menos a su amiga rubia. Ha descubierto el silencio ahí, cosa sorprendente porque nadie calificaría la casa Danvers como silenciosa, pero cuando no tienes la clase de habilidades que te permiten mover cosas con la mente la historia es distinta. Enrolla el cómic para después guardarlo en el bolsillo de su overol, le gustan los overoles. Pasa por la puerta abierta de Alex y sin querer asoma la cabeza, encontrándosela con cara de hastío y un montón de papeles esparcidos en la mesa.

—¿Qué haces? —le interesa descubrir por qué parece al borde del colapso.

—Reviso planos —las palabras son arrastradas porque Alex está demasiado concentrada en tomar notas como para vocalizar correctamente.

—¿No estudias biología? —da un paso dentro y resiste el impulso de gruñir al estar en la habitación del enemigo, alías Lena.

—Son papeles que papá me dio sobre la DEO, es el recinto donde podrían tener a nuestro amigo, debo encontrar algún punto débil, quizás bocetar un plan —explica, tacha sus propias palabras escritas y comienza en una nueva hoja.

—Donde podría estar —tal vez no es necesaria esa puntualización, por la cara de Alex lo sabe. —Déjame ver —pide, estirando la mano para recibir la libreta llena de garabatos pretendiendo ser palabras. —Escribes horrible.

Descarta la indignación ajena encogiéndose de hombros. —Cállate, gruñidos —para demostrar un punto Sam le gruñe, haciéndola reír.

—¿Esto dice cambio de turnos? —recibe un asentimiento. —¿Tu plan es entrar cuando cambien de guardia? Porque ese es un pésimo plan —alega como si fuera lo más claro del mundo. O como si supiera sobre hacer planes.

Otra mirada ofendida pasada por alto. —Es quizás el único punto débil, si miras la puerta B da directamente hacia la zona de celdas, si entramos por ahí encontrarlo será sencillo —pone su voz de comandante de escuadrón. Pasándose una mano por el cabello corto.

—Nada de colarse en un edificio principal de la DEO es sencillo, Alex, tu plan es infiltrarte como un soldado más por la que debe ser la puerta más custodiada del recinto, ¿cómo va a salir eso? —levanta la vista de la libreta para enfocarse en el plano. Si quisieran entrar por la puerta B deberían pasar primero al menos tres filtros de seguridad más, donde ni de chiste les dejaran entrar sólo por llevar un uniforme.

—El plan es que salga bien.

—Estas no son todas las celdas, ¿cierto? —señala Sam, mirando el plano. Alex con su descuido usual remueve la mesa ya hecha un desastre hasta obtener otro plano de color azul.

—Nop, subniveles en donde no se clarifica la función y donde seguro hay celdas —el plano en efecto señala el espacio de construcción, los conductos de ventilación, las salidas de emergencia pero después de la primera planta no se incluye la distribución de las habitaciones. Es un mapa en blanco.

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