Treinta

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Epílogo

Las ventanas chirrían cuando las empuja para abrirlas y ventilar el espacio. De camino a la sala esquiva tres cajas, saltando la última por poco, Sam está tirada en el piso de madera mirando algo en su celular, a su alrededor hay otras cuatro cajas. El aire le ondea el cabello mientras se encima en Sam para abrazarla, ella le rodea la cintura, abandonando su teléfono.

—Aún no entiendo por qué no te mudaste con Lena.

—¿Además de las razones que ya te expliqué? —su risa choca con la piel de su cuello.

—Exactamente.

—Bueno, ¿tú por qué te mudaste con Alex? —es Sam quien se ríe esta vez.

—¿Cómo iba a pagar un alquiler por mi cuenta? —bufa. —Porque la amo —admite después. Kara levanta la cabeza, deshaciendo el abrazo para quedar sentada sobre su cintura, en cambio la castaña no aparta la mano de su cintura.

—¿Lo haces?

—¿No lo sabías?

—Nunca te había escuchado decirlo —su amiga cierra los ojos, en medio de un suspiro. —¡De verdad lo haces! —exclama, después de leerle la mente.

—Estás demasiado sorprendida.

—No me lo esperaba.

—¿Por qué otra razón si no estaría con ella? —le arquea las cejas. —¿Durante cuatro años?

—Yo qué sé, tal vez tenían una relación moderna —ambas se ríen. —Entonces... ¿cuándo se lo vas a pedir?

—Vaya por Dios, tú no hiciste eso —su rostro indignado y sorprendido a partes iguales la enternece. —Santo cielo, era un maldito secreto.

—Tú y yo no tenemos secretos —le pincha el abdomen. —¿Cuándo?

—Aún no lo sé —suspira. —Tú hermana trabaja mucho, ¿lo habías notado?

—¿Por qué no me pediste ayuda?

—Aún no es oficial, y ¿quieres guardar silencio? —reclama. —Ni siquiera tengo un anillo —Kara le sonríe. —¿Cómo se supone que obtengas la talla de esas cosas? ¡Es imposible! Alex hasta dormida se mantiene alerta y yo siempre me duermo primero, además ¿qué tipo de anillo es mejor? Y ¿dónde se compran? Y... —la rubia le cubre la boca con la mano.

«¿Para qué somos amigas, tonta? Yo te voy a ayudar, ahora cállate o lo arruinarás» la mira con su mejor cara de incógnita, una muy mala por cierto.

—Ay, ustedes dos —Lena rueda los ojos. —¿Quieres quitarte de encima de ese bicho? —Alex la empuja aún sosteniendo la caja de mudanza, luego le arquea una ceja en amenaza. —¿Qué? —deja su propia carga a los pies. —Y, ¿qué hacen aquí holgazaneando? Hasta donde sé eres tú quien tiene bíceps y yo quien no puede hacer una lagartija, mueve el trasero, Danvers —Kara camina hacia su novia para besarla en agradecimiento. —No me vas a callar —susurra antes de inclinarse por una repetición.

—No quiero callarte, gracias por tu ayuda —otro beso, Alex exclama un "puaj" antes de amontonar su caja sobre otra de las muchas que hay en el apartamento.

—¿No pudieron aunque sea desempacar mientras perdían el tiempo? —revisa su reloj, frunciendo el ceño. —Sam, es hora de irnos.

—¿Cómo que es hora de irse? ¡Aún quedan quince cajas abajo! —la hechicera les reclama. —Y es sorprendente porque cuando Kara llego a nuestra casa traía consigo nada más y nada menos que una chica gruñona —Sam le muestra la lengua.

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