Apoya los calcetines contra el piso frío de la casa. Su camiseta de manga corta no le ayuda a conservarse caliente, siente la cabeza pesada por llorar, no dormir y pensar de más. Sale de la habitación yendo en piloto automático, se detiene frente a la habitación de Alex —y de Lena—, la puerta cerrada es su peor enemigo en ese momento. Materializándose como símbolo de todas sus emociones: enojo, tristeza, decepción y esa esperanza autoimpuesta. Son las seis de la mañana y es Navidad, sin embargo nadie en casa parece dispuesto a celebrarla aún. Continúa mirando la puerta con la cara de rendición más cobarde del mundo. No le da tiempo a huir cuando ésta se abre. Además de todo tiene mala suerte.
—Kara está durmiendo —Lena pretende pasar a su lado, por lo cual la sujeta del brazo. Impidiéndoselo. Se gana un ceño fruncido y una amenaza silenciosa.
—¿Cómo está?
—Podría estar cien veces mejor —la hechicera se zafa del agarre con brusquedad. —Eres una imbécil —Sam levanta la mirada. —Por si no te lo habían dicho.
—¿Ahora eres la buena?
—En mi humilde opinión nunca fui la mala —le cierra la puerta cuando la ve estirar el cuello para curiosear. —¿Necesitas algo de mi habitación?
—Sí, a mi amiga.
—¿Ahora es tu amiga? —Sam le gruñe. —¿Y ayer cuándo se deshacía en llanto? —asustada por la contundencia de sus palabras se echa hacia atrás. —Eso creí.
—No tienes el derecho de juzgarme.
—No lo hago, sólo señalo los hechos —Lena se encoge de hombros. —¿No es así? ¿Planeas negarlo?
—No lo entiendes —si pudiera mantener la voz estable tendría más credibilidad.
—¿Qué parte? ¿Que culpas a Kara por no salvar a tu amigo? ¿O que no escuchaste siquiera las razones? —Sam se desmorona.
—No lo entiendes —repite, convenciéndose de ello.
—Entonces explícalo —le exige con esos ojos verdes centelleantes, encendidos en enojo y pintados en rudeza. Sam se encuentra a sí misma sin excusas. Lena se marcha.
Kara despierta en una cama vacía, asustándose al instante. —¿Lena? —susurra, como si decirlo en voz alta rompiera la paz y desencadenara el desastre. No tiene ni un poco de ganas de salir de la cama, sólo quiere un abrazo y el calor de las cobijas contra su cuerpo. Abraza sus rodillas como única alternativa, aún tiene sueño, las seis de la mañana no es su hora de despertar.
—Mírate, madrugando —la hechicera cierra la puerta con cuidado para no despertar a Alex, aunque así como se ven las cosas a Alex no la despertaría ni siquiera una estampida.
—Buenos días —Lena le hace entrega ceremonialmente de una taza de chocolate, porque es la persona más cursi de la existencia. —Feliz Navidad y gracias.
—Feliz Navidad, telépata inexperta —con su pijama acorde a la festividad —y con el cual milagrosamente logró intimidar a Sam— se reacomoda debajo de las cobijas, observando a Kara dar el primer sorbo. —Está caliente, impaciente —la rubia le regala por adelantado su mejor cara de cachorro.
Se inclina con su aroma dulzón y todo para besarle la mejilla. —Gracias —otra mirada de petición. —¿Me das un abrazo?
—Eres de lo peor —aun así abre los brazos, recibiéndola sin quejarse mucho o en lo absoluto. Kara llena el espacio con el olor del chocolate, algo parecido a estar en casa, a Navidad y —según Lena— a todo lo bueno del mundo. —¿Te sientes mejor?

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Un lugar seguro
FanfictionA menudo la vida es una sucesión de eventos imprevisibles y desagradables. Lena odia los imprevistos, Kara en cambio, se convierte en su definición de imprevisto, llenándole la vida de momentos a lo cuales jamás habría imaginado acceder. Durante su...