Veinticinco

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Durante su primer año acostumbrarse le resulta un martirio. El verano se llena de lecciones privadas, galas benéficas para causas no tan benéficas y de aprender a caminar en zapatos de tacón. Luego viene la universidad.

La primera vez sucede de forma extraña. Está haciendo algo que sólo puede definirse como juguetear con el vaso de precipitado y la pipeta cuando la ve pasar: un fantasma del pasado con cabello rubio brillante. El corazón le da un vuelco en el pecho y hace la nota mental de extenderle un cheque a la universidad por el vaso de precipitado después —porque ahora puede extender cheques—, de preferencia cuando deje de correr detrás de esa chica. Ha pasado un semestre en la Universidad de Metrópolis, vive en un condominio perteneciente a los Luthor, el cual es tan jodidamente blanco que cada vez está más tentada a tirarle encima un bote de pintura o muchos en su defecto. No lo ha hecho porque como buena —y única— Luthor debe comportarse.

La chica a la cual persigue se gira con la cara de extrañeza más grande del mundo, porque no es Kara y tener a una chica pelinegra gritándole a todo pulmón mientras la persigue por el campus no es muy ordinario. Lena le frunce el ceño, dándose media vuelta como si eso no hubiese pasado, fingiendo repentino desinterés y disimulando su vergüenza.

No es un evento aislado, a lo largo de los dos primeros años no para de ver a Kara o de creer hacerlo. Al dar vuelta en una esquina, mirando por el retrovisor del auto privado, dentro de una biblioteca o de reojo en la tienda de cómics que frecuenta por el puro gusto doloroso de mantener su presencia viva. Es una estupidez y se aferra a ella por si se le va la vida en ello. Al final deja de llamar a gritos su nombre cuando vislumbra una cabellera rubia sobre todo porque no quiere salir en el periódico de la universidad teniendo un fetiche extraño por las chicas rubias. Tiene una reputación y está obligada a mantenerla.

Para el tercer año está agotada de existir, tener más clases que cualquier otro estudiante también coopera con su cansancio permanente, va por la vida con los ojos a medio abrir. Y para añadir dramatismo, nunca se había sentido más lejos de alguien, en este caso de Kara.

Su madre apenas se mantiene en contacto, aunque eso no quita el hecho de mantenerla vigilada. Lena sabe cosas, escucha conversaciones, mejora su habilidad de espionaje. Si algo rescató de ser amiga de los dos nerds más grandes del mundo fue aprender a corromper dispositivos electrónicos. Reúne tanta información como le es posible, después de todo la DEO no se cae a pedazos sólo porque su madre se esmera en sostenerla. Pero algo había logrado Jeremiah antes de desaparecer —sí, seguía desaparecido— porque el control mental comienza a debilitarse con cada vez más frecuencia, los solados parecen cada día menos comprometidos con la causa y con jaquecas más terribles.

Por otro lado los grupos de "rebeldes" y Lena odia esa palabra, se levantan constantemente en muchas ciudades. Lilian no se queda más de dos días en un lugar, esforzándose por mantener la autoridad en cada uno de ellos. Para su desgracia no es omnipotente.

Lena acaba su carrera en física medio año antes de lo esperado y cuando lo descubre se queda, de nuevo, abrumada por la información. La sucesión de eventos que la llevaron hasta ese punto, hasta recibir un reconocimiento de la universidad por ser una estudiante destacable le es desesperantemente incomprensible. Pero ella no puede enfocarse en el éxito presente, en primer lugar porque no lo considera ni siquiera un éxito, en segundo porque está muy ocupada pensando en qué es lo siguiente. ¿Ahora corre a la casa Danvers y espera encontrar todo donde lo dejó? ¿Busca volver con su yo de 18 años y una novia? No puede hacer eso.

El siguiente paso —como debió esperar— lo dan por ella. Su madre le hace entrega conmemorativa de la empresa, sobre todo porque seguirá mirando por encima de su hombro aun cuando el contrato dicte: Lena Kieran Luthor, heredera de Corporaciones Luthor y asociados. Y también porque tiene la cláusula en letras pequeñas de seguir estudiando, ¿puedes tener cuatro doctorados en una cantidad de tiempo absurda? Lena no lo sabe, pero debe intentarlo. Sus últimos cuatro años de vida se han tratado de eso, sobre todo lo que debe hacer. De repente viste vestidos de alta costura como si Kara no se cansase de tener razón y camina en tacones tortuosos.

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