Doce

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Se acomoda por quinta vez esa mañana las mangas del suéter que insisten en escurrírsele hasta las muñecas porque le queda holgado, después de todo sigue siendo ropa de Alex. Sam a su lado le toma la mano y las apoya sobre su pierna, mantiene la vista al frente, esforzándose por prestar atención. Kara está verdaderamente distraída, no importa demasiado si debe decir algo. Esa misión en específico —ni ninguna otra porque aún no está lista— no es de su incumbencia y está ahí principalmente —únicamente— porque Sam sí va a ir a esa misión. Le debe su apoyo. Además le enorgullece en particular cuán centrada se ve la castaña, tiene el ceño fruncido y todo.

Intercepta sus ojos castaños cuando éstos la voltean a ver, descifrando en ellos la pregunta implícita. «¿Por qué me estás mirando así?», también descifra la no implícita porque claro le lee la mente. Se encoge de hombros como respuesta. Y no necesita decir más al verse interrumpida por el chirrido de la puerta sin aceitar —la cual Brainy debió aceitar antes de acabar bañado en aceite—, anunciando la entrada triunfalmente impuntual de Lena. Quien les frunce el ceño a todos, como siempre, vamos y se para junto a la rubia, en un intento de fingir no encontrar más sitio. A pesar de la mirada ilusionada de Nia porque ocupe el lugar a su lado.

—¿Y... por qué estamos aquí exactamente? —murmura peligrosamente cerca del oído ajeno.

—Lo sabrías si hubieras llegado a la hora acordada —reprocha a cambio. Sam a su lado mueve las orejas en ese gesto que a Kara le recuerda a un cachorrito. Casi se inclina para besar su mejilla cuando siente a Lena bufarle.

—¿Se te olvida quién fue ayer a hacer trabajo de campo? —devuelve. —Estaba cansada —también tratando de evitar estar en una misma habitación con la pareja inseparable formada por la castaña y la rubia.

—Tú nunca despiertas después de las siete, sólo no querías estar aquí.

Lena enrojece ligeramente y por eso desvía la mirada. —Quizás —acaba por susurrar, tampoco añade nada más y si lo hace Kara no la escucha porque Sam recuesta la cabeza en su hombro y el mundo deja de existir. Al menos así no escucha el otro bufido de parte de su casi —pero no— amiga de cabello negro. Los días han sido confusos entre ellas, como si la hechicera intentase escapar constantemente ofreciéndose para excursiones de reconocimiento innecesarias o simplemente pasando más tiempo en su habitación. Kara no sabe la razón, pero sí puede suponerla. Era cuestión de tiempo para verla escapar, ¿no? Después de todo tener un vínculo era demasiada cursilería.

La misión es técnicamente simple y Sam va a ir porque, uno: necesitan su fuerza y su habilidad de planificación, dos: porque ya va siendo hora de salir al campo de batalla, aunque Eliza se esmere en decir que no es una batalla sino una lucha pacífica (eso díganselo a los dos guardias de la DEO a los cuales Lena les incendió el uniforme en "defensa propia" y definitivamente no en "defensa de Kara" durante la primera y última misión a la cual asistió la rubia). Es una misión de entrar y salir (entrar, robar información, salir). Del tipo se oye sencillo pero quince cosas podrían salir mal en el proceso. Necesitan los datos de seguridad para poder hackearlos. Viéndolo así tal vez no es tan simple.

Sam está sentada en las escaleras de la puerta trasera, observando las plantas del jardín y repasando su papel en el plan. Suspira al sentir el aroma bien conocido de su rubia amiga, quien besa su mejilla antes de sentarse a su lado.

—¿Lista? —Kara la mira con sus ojos azules brillantes y sus labios sonrientes.

—Si me das otro beso quizás —la rubia se ríe. —¿Nada de besos para tu atractiva mejor amiga? —insiste.

—Como si fueras mi mejor amiga —dice arqueándole las cejas sugestivamente.

—Ah, es cierto, la bruja de tercera alías Lena Luthor tiene ese lugar ahora —suelta.

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