Veintidós

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El teclado de la computadora responde con sonido cada que presiona una letra al escribir su ensayo de anatomía. Odia esa clase. Borra las últimas tres oraciones al releerlas porque sólo está repitiéndose a sí misma con diferentes palabras, qué martirio. Suelta un bufido mientras se maldice. Debe concentrarse.

—Alex puedo ver cómo tu cabeza echa humo, tómate un descanso, bebe un café, no lo sé —Sam recostada en su cama aparta la vista del cómic que sostiene con una sola mano, la otra la usa como almohada.

—No puedo tomarme descansos, esto se entrega mañana —alega, despeinándose el cabello con frustración.

—¿Y qué te mantuvo tan lejos de tu tarea? ¿No eres algo así como la nerd de la clase? —la mayor se gira, frunciéndole el ceño, aunque tal vez no se lo frunce a ella específicamente sino a la vida.

—No soy una nerd, sólo hago todas mis tareas y obtengo buenas notas —se talla los ojos con tanta fuerza como para ver luces detrás de los párpados, sí necesita un descanso. —Maggie me distrae casi siempre —acaba por admitir, Sam es su amiga, puede decirle cosas como esa. ¿No?

—Alex eres una blanda, ¿estás diciéndome que pasas todos tus días pensando en Maggie en lugar de hacer la tarea? —su voz se llena de burla.

—¡No!

—Sí.

—¡No! Es sólo que... Dios, la odio —Sam le arquea la ceja. —No, no la odio, pero está a una no cita de matarme, simplemente no la entiendo, es como si fuese incapaz de quererme —suspira, es quizás su primera vez admitiéndolo en voz alta. ¿Eso sobre definir el estado de la relación? Inútil, completamente inservible. Maggie le había respondido con un elocuente: vivamos el momento. ¿No es esa la traducción literal de "no quiero nada serio, no preguntes"? Porque así se sintió.

—¿Tú la quieres? —se gana una mirada de hastío. —No, pero de verdad, como muy en serio —Alex suaviza su expresión, sí lo hace, ¿no? Porque Maggie es la persona más atractiva del mundo y porque le ha ayudado a entenderse a sí misma. Es graciosa e impredecible y también besa bien. Pero ¿la quiere tan en serio?

—Sí.

—Pff, no demerito tus sentimientos pero ese fue el sí menos convincente de la existencia —Sam cambia de postura, sentándose en la orilla de la cama. —¿Entonces Maggie no está para tener una relación seria y eso es lo que más quieres?

—Sí, en resumen —esta vez suena mucho más segura de su respuesta.

—Está claro, Alex, debes, ya sabes, seguir adelante: hay más peces en el agua.

—¿Ah, sí? Dime uno —Sam se ríe, con la respuesta en la punta de la lengua. —No lo intentes, no conozco...

—Yo —Alex enrojece hasta las orejas, titubeante. —Quiero decir: soy un pez en el agua, conquístame, Danvers —le arquea las cejas sugerentemente.

—Debes estar bromeando —no hay persona más azorada en el mundo, Sam vuelve a reírse.

—¿Ni siquiera me consideraste? Qué grosera —reclama con falsa indignación. —Y ¿por qué no? Seríamos una pareja asombrosa, ¿no lo crees? Reinaríamos en esta casa —ahora ya sólo está molestándola. En realidad, nunca ha pensado de esa forma sobre Alex, no sabe tampoco si es capaz, siempre la ha visto como su molesta amiga, pero es agradable y linda —¿linda? Probablemente atractiva—, también es valiente, fuerte e independiente. O en ocasiones como esa vulnerable y sensible.

—¿Saldrías conmigo?

—¿Tú no? Una vez más: ¿por qué no? —se encoge de hombros. —No sabes si algo te gusta hasta que lo pruebas, capitana.

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