Quince

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La pelota de espuma se eleva y luego cae, deteniéndose antes de tocar el piso. En bucle, porque se ha hecho una tarea sencilla con el paso de las semanas; una mano pálida bien conocida la atrapa en el aire, sólo por molestar. Kara eleva su mirada azul, distraída en sus pensamientos, Lena le sonríe. Aún trae puesta su pijama navideño, esa vista enternece a la rubia.

—¿Quieres devolverme eso? —la hechicera avanza hasta su lugar en el piso. Kara, literalmente le lee la mente, deshaciendo su postura. Lena ocupa el lugar entre sus brazos.

—Pregunta rápida —escucha el "mmh" como respuesta. —¿Qué tanto te agrada la familia Danvers? —Kara se ríe.

—¿Por qué necesitas saber eso? —se echa hacia atrás usando sus manos como soporte. La hechicera sobre sus piernas la mira con insistencia. —¿Y no es obvio? Son geniales, como... asombrosos, son amables, Jeremiah es un genio y siempre me ayuda, nunca se ha enojado conmigo por enojarme con él cuando no me da un descanso mental y Eliza siempre me trata bien, además es muy buena dando clases. Alex es como la hermana mayor ideal, es muy graciosa. Entonces, me agradan realmente mucho, ¿alguna razón para preguntarlo?

—Mera curiosidad —la telépata no le cree una palabra. —¿Y tu media naranja? —si estuviese ahí Lena no se habría atrevido a estar tan cerca de Kara, era una regla escrita entre líneas. Un límite, estaba ahí por algo, se evitaba problemas con Sam —si es que existía alguno aún— y convivían en paz en cuanto la rubia fuese un espacio neutral. Así funcionaba ahora.

—No es mi media naranja —Lena tampoco le cree una palabra. —Está ayudando a Nia con las plantas.

—Bien, sólo venía a anunciar que el desayuno casi está listo y está prohibido faltar —desocupa su lugar, poniéndose de pie.

—Si un día falto al desayuno ten por seguro que perdí la cabeza —la hechicera le sonríe, luego le lanza la pelota, Kara no necesita estirar la mano para atraparla, la retiene mentalmente. —Me gusta tu pijama.

—Ya lo sé.

Llega abajo al tiempo que suena el timbre, lo cual definitivamente no debería pasar. Sam salida de Dios sabe dónde frunce el ceño en automático, también cuadra los hombros. Eliza se asoma por la abertura de la cocina, le pide abrir. Suelta todo el aire cuando lo hace: Maggie se aparece con su mejor cara de niña buena y la sonrisa más nerviosa de todas. Sam se contiene por poco de reírse en su cara, algo sabe sobre la policía y Alex, evidentemente.

—Ay, hola, Sam —parece aliviada de encontrarse con un rostro conocido y no con cualquiera de los otros niños refugiados. —¿Está Alex?

—¿No es temprano para visitas? —el tono burlón de la menor no le pasa desapercibido.

—Es importante —Eliza sale entonces, curiosa por conocer a la amiga de Alex, quien siempre se mantiene apartada en cosas como esta. Amigos, universidad, vida fuera de su casa/albergue. La piel de Maggie palidece dos tonos mientras le ofrece la mano a la madre de Alex. Vaya por Dios. Se aclara la garganta, tragándose los nervios. —Buenos días, señora Eliza, ¿señora Danvers? Mmh, yo soy Maggie —acaba con una sonrisa nada alentadora. Para su fortuna Eliza es tan amable como para ignorar sus nervios y estrecharle la mano.

—¿Kara puedes llamar a Alex? —Sam le dirige una mirada llena de algo desconocido. Y ella va para arriba nuevamente. Llama a la puerta dos veces.

—¡Brainy! Ya te dije que sólo vas a tener un cohete espacial cuando tengas la altura suficiente para subir a la montaña rusa, hasta entonces fuera —Lena exclama desde dentro.

—¿Yo sí puedo tener un cohete? —apoya la mano en el marco de la puerta, esperando a ser recibida.

—¿Kara? —ya no lleva el pijama puesto, a cambio tiene puesta una sudadera de la Universidad de Midvale porque Alex parece amar su universidad realmente mucho.

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