CAPÍTULO 20. UNA NOCHE EN EL CALABOZO

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Alessia salió de aquella casa. Le costaba respirar. No quería llorar, pero sabía que de un momento a otro pasaría.

- Toma. - Dijo el inspector Martínez, acercándole un vaso de plástico. - Es café, los chicos han comprado para todos. - Alessia asintió, mirando cómo por detrás del cordón policial había cada vez más gente, entre ellos cámaras.

- ¿Cómo se han enterado?

- Algún vecino curioso habrá llamado a la televisión a cambio de cinco minutos de gloria. - El policía se puso el vaso delante de la boca. - Haz lo que yo, venga. Es para que no te lean los labios. - La morena le imitó. - ¿Cómo estás?

- A punto de vomitar.

El hombre la miró. Era una chica guapa, sin duda, pero esto la estaba machacando. Tenía unas ojeras enormes, estaba mucho más pálida de lo habitual y sus ojos estaban vidriosos. - Deberías ir a descansar. Tomarte unos días de todo esto, de tu trabajo, de todos.

- No puedo. Hay un vuelo a las cinco y media que quiero coger. Y antes debo hacerme una PCR y que esta salga negativo.

- Todavía es muy temprano. ¿Por qué no te das una vuelta y...? - El policía bajito que había estado con ellos dentro de la casa le llamó. - Perdona, ahora vuelvo.

Alessia se quedó sola. para evitar seguir mirando a la gente se dio la vuelta, y comenzó a mirar la casa.

Veía el balcón de su cuarto, y el de sus padres. Ese balcón por el que había tenido que saltar para...

Auch. El dolor de cabeza, de nuevo. Llevaba casi dos semanas sin pasarle. Pero todo vuelve. O casi todo, al menos.

Le dolía tanto que se puso entre dos coches de policía y se agachó, de espaldas a la gente, llevando sus manos a sus sienes.

El policía alto y rubio, que había entrado con ella a la casa minutos antes, se puso a su lado. - ¿Qué te ocurre?

- La cabeza.

- Ya. - El hombre se agachó junto a ella. - La culpa, ¿no? Es insoportable, ¿eh?

- Alessia le miró. - ¿De qué coño estás hablando?

- No me creo que entrase nadie más. Creo que entraste a su cuarto, hiciste lo que tenías que hacer, pusiste esa cámara, grabaste unas escenitas haciendo el tonto para parecer inocente, y luego la escondiste. Nadie había forjado la puerta.

- Tú eres el motivo por el que sigo siendo sospechosa, ¿verdad? - La chica se levantó, con ira en sus ojos. El hombre hizo lo mismo.

- Y el que se va a encargar de descubrir la verdad. Ese estúpido de Martínez solamente...

- Escúchame, capullo. No le habría hecho daño jamás a mis padres. Eran buenas personas.

- No me importa. Lo único que quiero es saber por qué coño tú sobreviviste y ellos no. ¿Que estabas llena, y por eso no te acabaste la lata? Y una mierda.

- Y si según tú, les maté, ¿cuál fue el móvil? - Preguntó ella, acercándose de más.

- No lo sé aún. Pero daré con algo. - El hombre se agachó a su lado. - Pienso encargarme personalmente de que demos con algo.

Alessia no aguantó más, y le pegó un empujón.

Error.

El hombre le devolvió el empujón, tirándola al suelo, para luego ponerse sobre ella y sacar la porra. Oh no.

El primer porrazo fue a las costillas, dejándola sin aire de golpe. El segundo, en la espalda.

El inspector Martínez en seguida corrió hacia ellos. Como pudo, le quitó el instrumento al hombre de las manos, pero al rubio aún le quedaban sus manos.

LA PAURA DEL BUIO - MåneskinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora