CAPÍTULO 21. REGRESO

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Fue una noche difícil. Le costó mucho dormirse, y, cuando por fin lo había conseguido, el inspector Martínez la despertó. - Buenos días. - El hombre le dió un café. - ¿Cómo estás?

- Bueno. - Respondió ella, bostezando. - No he dormido bien. Y tengo mucha hambre.

- Ya veo... He encontrado un laboratorio que puede hacerte la PCR en un rato y tener el resultado en seguida, ahora te llevo.

- ¿Lo has buscado por mí?

- Claro.

Alessia bebió un sorbo de su café. - Muchas gracias.

- Siento mucho lo de ayer. - Respondió el hombre, mirándola. - De verdad.
- Lo sé. - la chica suspiró, apartándose el vaso de la cara.

- ¿Cómo lo tienes? - Alessia se desabrochó su arrugada camisa, y le enseñó los terribles moratones al inspector, quien resopló.

- Que capullo el Sastre. Lo siento. Al menos parece que no te ha roto nada... - La chica se abrochó la camisa de nuevo. - ¿Qué es eso? - El hombre le apartó el pelo.

- ¿El qué?
- Lo de tu cuello. - Alessia cogió su teléfono y puso la cámara frontal. Pudo ver cómo la forma de la cadena del collar estaba en su cuello, morada y con algunas heridas.

- No es nada.

- Alessia. Puedes contármelo. - La chica negó con la cabeza.

- No es nada, en serio. Estoy bien.

Martínez bajó la voz. - ¿Fue Sastre? Solamente asiente o niega con la cabeza.

La chica miró hacia los lados, antes de asentir. El hombre le cogió de la mano. - Le estaré vigilando muy de cerca... ¿Te dió algo de comer ayer? - La chica negó. Le dolía el estómago del hambre. - Vale, voy a llevarte a la PCR y de camino paramos en algún sitio a comprarte lo que quieras. Y toma. - Le dio una botella de agua. - Lávate un poco, aún tienes sangre de la nariz.

Martínez abandonó la celda, y Alessia se cambió de ropa, poniéndose unos pantalones de chándal azules, una camiseta de tirantes gris y sus viejas playeras. No tenía espejo, pero sabía que debía de verse horrible. Se terminó el café, se lavó la cara con el agua y salió de aquel horrible lugar.

El sol la cegaba en la carretera. Hacia calor, como siempre allí a principios de mayo. Se notaba que el verano se acercaba.

La PCR fue muy rápida, la morena esperó al resultado sentada en las escaleras de la puerta del laboratorio mientras se comía un bollito de crema que se había comprado.

La prueba salió negativo, y el inspector Martínez la llevo hasta la estación de autobuses. - Bueno, aquí me despido... Si recuerdas algo más de esa noche...

- Ya le he contado todo.

- Lo sé, pero... No sé, algo que te pareciese raro aquel día, no solo cuando estuvieses en casa. Avísame. - La chica asintió, y abrazó al hombre.

- Gracias por traerme.

- De... De nada. - Dijo el, correspondiendo el abrazo. - Si necesitas algo...

- Sí. - La chica le soltó y se dio media vuelta para subir al autobús, cuando recordó algo. - Inspector.

- ¿Sí?

- Aquella noche, un coche extraño se puso detrás nuestro según volvíamos. Era un deportivo rojo, y la matrícula era capicúa.

- ¿Por qué te parece raro?

- Ya has estado en mi pueblo. Todo el mundo tiene coches viejos, por esa carretera no hay nunca ningún cochazo.

- Bueno... Lo investigaré.

LA PAURA DEL BUIO - MåneskinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora