CAPÍTULO 41. EL SEGURO

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Thomas y Alessia se despertaron al mismo tiempo, gracias a la ruidosa alarma del teléfono del rubio, siempre al volumen máximo, por si llegaba a dormirse, poder despertarse. - Thomas... - Se quejó Alessia, mientras se daba la vuelta, tapándose los oídos con las sábanas.

- Perdona. - El chico la apagó rápidamente. - Es que tenemos más ensayos hoy... No podía quedarme dormido. - Thomas se giró hacia ella, rodeándola con sus brzos, mientras la chica apartaba las sábanas un poco, lo suficiente para verle.

- ¿Cuándo vamos a despertarnos sin tener que hacer nada? Echo de menos hacer el vago.

- La vida adulta es lo que tiene.

- Pues prefiero seguir siendo una cría.

Thomas rió, mientras se agachaba hacia ella, para besarle el cuello. - Yo no estoy con crías, que conste.

Alessia se giró hacia él. - Soy algo así como súper adulta ahora mismo, ¿sabes? Tenemos la misma edad en este momento.

Thomas río nuevamente, y se inclinó para darle un beso en los labios. - Me voy a vestir, te veo abajo, ¿vale?

- Claro. - Alessia le devolvió el beso, sonriente.

Thomas se levantó, abrió del todo las cortinas y se fue, despidiéndose con la mano. Alessia se quedó mirando la puerta unos instantes, ensimismada. ¿Cómo podía gustarle alguien tanto?

La chica se levantó, y se fue al baño, a lavarse la cara un poco y peinarse. Aquel día no tenía mucho que hacer: los de la primera semifinal se pasarían el día ensayando, así que ella iría al estudio, y, después, a preparar la sorpresa para Efendi.

La chica volvió a la habitación, para coger un sencillo pantalón de chandal gris y un top azul cielo, una libreta, un bolígrafo, su teléfono, y bajar al comedor a desayunar.

Se cogió un bollito y un colacao, se sentó en una de las mesas que daban hacia las ventanas y llamó por teléfono al seguro. Era hora de averiguar cómo de mal había quedado su casa.

La chica estuvo cerca de veinte minutos al teléfono, tiempo en el cual a los cuatro italianos les dió tiempo a bajar al salón, coger sus respectivos desayunos y sentarse con ella. Alessia miró a Ethan, rodó los ojos, cogió su libreta y se levantó, dispuesta a alejarse.

- ¿A dónde vas? - Preguntó Victoria, llevándose un churro a la boca.

- Un segundo. - Dijo la chica a la asistente del otro lado de la línea, mientras tapaba el micrófono. - Me voy, no sea que nos vayan a ver juntos, ¿verdad Ethan?

Ethan se quedó mirando cómo la chica se alejaba, triste. Se arrepentía muchísimo de haberle dicho aquello anoche, cuando la vió llorar rodeada de sus amigos se sintió la peor persona del mundo, ¿y todo para qué? Damiano había sido fotografiado con ella durante la cena, había fotos de ella y Thomas saliendo juntos hacia el hotel. La había hecho daño para que al final pasara lo mismo. No había merecido nada la pena.

- ¿Qué la pasa? - Preguntó Thomas, contrariado. Habían estado bien toda la noche.

- Que soy gilipollas. - Se lamentó Ethan, suspirando.

- Sí, lo eres. - Afirmó Damiano, pegando un mordisco a su sobao. - Pero de nada sirve que te quedes lamentándote en tu sitio, ¿no?

Ethan vio cómo Alessia se sentaba en una mesa cercana a ellos, para seguir apuntando cosas en su libreta. - Tienes razón. - El chico se levantó, cogiendo su desayuno y el de la chica, y se sentó frente a ella, con las manos sobre la mesa, mirándole. Alessia seguía escuchando y apuntando lo que la mujer le decía por teléfono, necesitaría muchos papeles para poder cobrar lo del seguro, pero de vez en cuando miraba las manos del chico. En cualquier otro momento no hubiera dudado en cogerlas, le encantaban las manos de Ethan eran fuertes, pero también muy suaves, y siempre le daba la sensación de que sus dedos y los de él encajaban perfectamente, a pesar de que sus manos fuesen muchísimo más pequeñas.

LA PAURA DEL BUIO - MåneskinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora