Capitulo 12

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Cubría su miembro con su mano izquierda, mientras que subía y bajaba con suavidad, apretaba su labio inferior y las venas de su cuello estaban tan alteradas como las de su pene, quedé pasmada con la cámara en las manos, mientras ese chico de piel morena que muy bien conocía, se masturbaba y parecía disfrutarlo al máximo, ¿Quién no?

Estaba tirado en el mueble, los demás invitados se había ido. A él no recordaba haberlo visto en la fiesta, pero tampoco pensé que Nelson tuviera amigos de tal clase.

Tenía los ojos cerrados y estaba inestable con la postura de su cuerpo, aceleró la movida de sus manos, estaba por correrse, llevó su cabeza hacia atrás mientras apretaba su gran culo, al ejercer fuerza para masturbarse. Tenía un cuerpo hecho perfección, era atleta, lo había trabajado.

No tenía camiseta, y su bóxer estaba más a bajo de las rodillas.

De su garganta salió otro gemido. Su cabello se movía con agilidad conforme al ritmo que movía sus manos sobre su gran y curvo miembro, hasta que sé corrió y un respiro profundo y sexi salió de su boca.

Sin darme cuenta, había dejado la cámara en un lugar que podía captarlo todo, mientras yo, sentada en suelo, metía mis dedos en la boca y con la otra mano apretaba suavemente mi pecho derecho.

Estaba tan excitada como él.

Sentía calor, un calor inmenso.

La sala estaba sola, los demás invitados no estaban, Ashley y Nelson dormían profundamente y Ruth, a lo mejor montaba también.

Entonces cuando el paró, me puse de pie para marcharme pero me detuvo.

—¡Oh! Coincidimos por segunda vez, pensé que te habías marchado.— dijo marcus. Su voz profunda me sobresalto, pero al mismo tiempo me excitó.

Y como si nada había ocurrido, como si yo no hubiese presenciado su masturbacion, respondí. —No recuerdo haberte visto en la fiesta.

—¿El alcohol o un pretendiente muy pendiente para ti?

—De tú incumbencia no es. Te acabo de ver y ni vergüenza te da.— lancé sin desviar la mirada de la suya. No iba a intimidarme.

Sabía que me había sentido llegar a la sala donde estaba él, con su escena, pero estaba claro que quería que yo la presenciara, era un puto maniático dos veces más que yo.

—Sabía que ese malestar en el estómago anunciaba una repudiable Nicole.— añadió subiendo su bóxer.

—Me da gusto saber que causo en ti, algo no muy común.— sonreí victoriosa, pues él me había insistido en que saliera con él desde que estábamos en el instituto, pero le negué. Por eso era repudiable para él.

Así son los chicos; posesivos. Cuando están buenos creen que todas caerán a sus pies solo por eso, y si le niegas salir o estar con ellos, pueden odiarte y decir que eres creída.

Marcus se acercó a mi.

Estábamos tan cerca que podía sentir que su miembro hacía presión en mi parte, justo ahí, pues él era extremadamente alto y yo no era muy pequeña que digamos.

No objete por eso, de alguna manera quería tenerlo y no por encima de la ropa.

Pero no lo deseaba a él. Tampoco iba a desmostrarle que tenías ganas de cogermelo. Porque que bueno estaba.

Solo lo arruinaba su puto ego. Pero ver la necesidad que tenía de ver mi cuerpo sobre el, y lo poco que disimulaba querer devorarme, quebrantaba su ego, él me estaba buscando.

Elevé la barbilla demostrándole que no me intimidaba, y que hacía arder mi entre pierna, no le demostré.

Hasta que...

Él pasó sus dedos por mis labios, entreabriéndolos un poco.

Fue como arrojarle un fósforo a un mundo de papel. Me encendió tan fácil que me enoje conmigo misma por su gran habilidad.

Quise ser fuerte, quise mantenerme pero el calor aumentó y mis piernas comenzaron a dar un leve temblor, sabía que iba a intensificarse si seguía observándome de aquella forma, una mirada tan profunda y cargada de un deseo infrenable.

Quería devorarme, no le caía mal como quiso dejar dicho antes, quería de mi y lo peor del caso no era eso, sino que yo estaba tan loca por eso, que no se daba disimularlo. ¡Mardita sea!

—Pareces el 9 que le hace falta a mi 6.— añadió en un leve susurro que me hizo estremecer.

Intenté mover mis labios para pronunciar algo, pero él me callo con sus dedos. Entonces estampó sus labios contra los míos, yo le respondí con decisión, nuestras lenguas bailando, sus manos acariciando todo mi cuerpo.

Aumentó, de inmediato, la temperatura.

Aumentaron mis temeblores. Cuánto odiaba perder el control tan fácil, pero no era para nada mala la sensación que sentía al perderlo.

Sus labios carnosos eran suaves, sabían a miel.

Apretó tan fuerte mi labio inferior que sentía como el sabor de mi sangre se mezcló en el beso.

Con sus manos apretó mi cadera, luego me alzó y empezó a chupar todo mi cuello, me aferré a su cabello, y rodeé con mi piernas su cintura, el echó a un lado mi tanga y me introdujo su pene. Comenzó a moverse, profundizaba cada penetracion con más fuerza, como si quisiera introducir sus bolas también.

Mis gemidos se intensificaron.

—Umm, ¡Ah! ¡Ah! ¡Oh, por todos los cielos!— A ese volumen, despertaria la ciudad. Pero no podía callar mis gemidos, sus penetraciones no perdían el ritmo. No disminuían, no paraba.

Se movía más rápidos aún.

Nuestros cuerpos estaban empapados de sudor. Mi cabello se pegó a mi piel.

Marcus apretaba mis nalgas con fuerza, y en ocasiones me las palmeaba tan fuerte que sentía que ardían.

—¡Oh! ¡Por todos los cielos, para!— conseguí decir entre gemidos.

El choque de su cuerpo contra el mío, provocaba un estruendo sonido por todo el lugar.

Pero nadie despertaba.

Nos corrimos, yo primero, él después.

Me bajó lentamente, y descansó su barbilla en mi cabeza, mientras yo me pegaba a su pecho. Nuestras respiraciones estaban agitadas y nuestros pulsos acelerados.

Su pecho subía y bajaba. Al igual que el mío.

Nos tumbamos en el mueble, cansados, muy cansados.

—¿Se calmo tu sed?— pregunté, sabía que solo tenía una hambre insaciable de estar dentro de mi y probarme.

—Saciado, por el momento.— añadió con una sonrisa pícara.

—Vaya, vaya, sí que tenías sed, eh.

Una noche llena de sexo, pasiones encontradas y alborotadas, qué desastre.

Y lo mejor de todo: había quedado grabado.

***
Nota del autor:
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