XI

604 62 11
                                    

Hinata Shoyo.

Todo mi cuerpo rechina con el más mínimo movimiento.

El partido termino, Daichi-san regreso y está bien, con la mirada busco al rubio a lo lejos lo veo platicar con Yamaguchi, muerdo mi labio pensando en ir o no.

— Oi.

Me giro ante la voz del ojiazul, en cuantos nuestras miradas cruzan puedo ver el reflejo de mi sentimientos, una mezcla de: emoción, nervios, ansiedad, esperanza y muchas más, después de todo iremos contra el Seijo...

— ¿Qué pasa?

— Suga-san te manda esto.

Extiendo la mano y puedo sentir el paquete de la gelatina, sonriendo procedo a destaparla y en cuanto la pruebo mi cuerpo se relaja solo un poco, ninguno dice nada y no es necesario, ambos estamos ansiosos.

— Yachi-san.

Como si se tratase de un rayo me giro en dirección a donde mi chico debería estar notando que se fue, lo busco con la mirada y lo veo, al final del pasillo junto a la maquina expendedora, a paso rápido me dirijo a él.

— No desaparezcas así.

Digo recargando mi frente en su espalda, algo me dice que sonríe con burla pero no me importa.

— ¿No puedes vivir sin mí? —responde con diversión.

No digo nada, escucho como tira la botella de agua y alza mis brazos y se da vuelta, vuelvo a pasarlos por su cintura.

— Vamos, nos esperan.

Con eso se mueve dispuesto a soltarse de mi agarre pero no lo dejo.

— Hinata.

— No quiero.

— Debemos ir.

— Un rato más.

— No.

Y con eso se va, camina despreocupado, derrotado y un poco molesto me quedo ahí, lo veo detenerse y mirarme, me hace una seña con la cabeza.

Pisoteando paso por su lado sin decir nada, subo al autobús y en automático me siento en nuestro lugar, chasqueo la lengua al darme cuenta, decidido me paro para cambiar.

— Siéntate.

— ¿O sino qué? —respondo.

— Por favor.

Refunfuñando me siento de nuevo mirando por la ventana, saco mis audífonos y me dedico a disfrutar por el descanso, mis músculos lo agradecen.

— Hinata.

Suspiro con cansancio y algo más que me rehusó a aceptar.

— Hazme caso.

Ruedo los ojos.

— Quiero dormir, déjame.

No dice nada, eso me hace molestar y las ganas de llorar me ganan, una lágrima recorre mi mejilla.

— ¿Hinata?

Muerdo mi labio, entonces se acerca a mí, me toma por los costados y me coloca sobre su regazo, abro los ojos sorprendido, se encoge de hombros.

— Todos están dormidos —susurra.

Echo un vistazo y  es verdad, bueno, era obvio, dos partidos en un solo día y contra buenas escuelas, cruzo mis brazos recordando la situación.

— ¿Te sientes mal? —su preocupación solo me da más ganas de llorar— ¿te duele algo? —pregunta alarmado.

— No.

Middles. | TsukiHina |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora