Middles. | TsukiHina |

XVI

Tsukishima Kei.

— ¡Mañana por fin podré jugar, sí!

— Baja la voz —pido— por fin termina el campamento ¿y debo jugar mañana también?

— No digas eso Kei.

Los demás solo nos observan en silencio pero con una mirada llena de curiosidad, durante estos días creo que demostré de más y el pelinaranja no lo dejaba pasar.

— ¡Tsukishima! —cierro mis ojos.

— ¿Qué?

— Yo quería preguntarte algo... 

Alzo la ceja ante el repentino nerviosismo de Koganegawa, los demás se juntan un poco y cierro los ojos, ya sé que pasa.

— Sí —digo de repente— Hinata y yo estamos saliendo.

Escucho los jadeos de todos, una sonrisa ladeada sale de mis labios al ver el sonrojo del menor que juguetea con sus dedos.

— Hi-hinata —llama— ¿puedo pedirle el número a Tsuki?

— ¿Qué? —grita— es decir, sí claro ¿por qué-é no? 

— Que inesperado —escucho decir a Kunimi a mi lado.

— Ni me lo recuerdes —respondo.

— ¿En serio? —ruedo los ojos— vaya.

— Jamás lo hubiese pensado —declara Goshiki.

— Yo tampoco —digo.

— ¡Kei! —grita el pelinaranja.

— Muy ruidoso.

Veo la incredulidad en la mirada de todos y eso me hace reír un poco, cubro mi boca con mi mano.

— Bueno, nosotros nos vamos —anuncio tomando la mano de Hinata.

— Adiós.

— ¿Eh? ¿A dónde vamos?

— Iremos a comer —es lo único que digo.

No necesito voltear para saber que sus mejillas seguramente están rojas y la sonrisa en su cara me hará pasar pena, se pone a mi lado siguiendo mi paso y aprieto su mano.

— Quiero una hamburguesa.

— Hamburguesa será —concedo.

— Sospechoso —responde alejándose.

— Olvídalo —suelto su mano.

— Era broma, era una broma.

Lo ignoro durante el camino respondiendo monosílabos para molestarlo, mi corazón late frenéticamente porque está será nuestra primera ¿cita? Mientras más cerca estamos del lugar más me arrepiento y me veo tentado a regresar, entonces me giro a ver la cara de Hinata y todas mis dudas se van al ver ese rostro lleno de emoción.

— Es allá —señalo la esquina.

— ¡Vamos, vamos! —tira de mi mano para caminar más rápido.

— Espera, no hay prisa...

Mi respiración flaquea cuando me voltea a ver con esas mejillas sonrojadas y esa sonrisa resplandeciente, su risa es como una droga que se cuela por mis sentidos.

— Buenas —saludamos.

De nueva cuenta soy arrastrado al interior del lugar, observo una mesa libre al fondo y como si me leyera la mente nos dirige hacia allá.