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La noche estaba siendo tremendamente más fría de lo normal, el pelinegro recostado sobre el largo y cómodo sofá de color beige podía sentir clara y perfectamente como aquél aire que se colaba por las ventanas calaba cada uno de los huesos de su cuerpo.

La camisa blanca que traía puesta, era ligeramente más delgada a las que usualmente usaba por las noches. Con cierta pereza comenzaba a levantarse del mismo con dirección a la cocina pues sabía bien que era hora de alimentar al gatito negro que permanencia primero sentado y luego acostado frente al balcón de la habitación que compartía con su sonriente esposo.

Con pasos certeros, llegó a la confortable cocina, donde una vez dentro, abrió uno de los cajones pequeños donde solían guardar bolsas de tela que usaban generalmente para la despensa, tomando a su vez, el pequeño plato de plástico que utilizaba generalmente para el felino de ojos verdes.

Al salir del enorme edificio, se dirigió a paso seguro al lugar exacto donde aquél felino lo miraba tan intensamente y se sorprendió rápidamente por encontrarlo ya ahí, pues comúnmente llegaba mucho más tarde. Por leves segundos considero retirarse pues en ocasiones anteriores en que había intentado acercarsele, le gruñía cortarmente, manteniendo el contacto visual con el pelinegro, mientras su cola se mantenía totalmente esponjada.

—No te haré nada —susurro, tan pronto se dio cuenta de la actitud ostil del gato, alzando una de sus manos, para que notace que no quería lastimarlo —Tranquilo —exclamo, sabiendo que era demasiado arriesgado acercarse a aquél gato.

Y en efecto, tan pronto dio un pasó más al frente, el gato de ojos verdes le rasguño fuertemente la mano con la que sostenía el pequeño plato de comida, retrocediendo a su vez rápidamente, con su mano con largos y profundos rastros de sangre.

—¡Jinnie! ¡¿Estás bien?! —sin darse cuenta y tiempo, un preocupado y asustado esposo apareció detrás de él, quién velozmente botaba al suelo el no tan pequeño maletín negro que traía consigo.

—Sí —murmuraba, dejándole ver a su esposo una pequeña sonrisa —Es sólo que me tomó por sorpresa —agregaba, buscando al mínimo que hasta hace unos momentos yacia frente a él.

—Ya te dije que no intentes tocar a ese gato. Alimentalo si quieres pero no intentes tocarlo más, es la segunda vez que te rasguña.

Jin, parecía tener mala memoria con respecto a los tratos que le daba el felino, pues cada día que lo veía desde su balcón, unas intensas ganas le daban al pelinegro de cargar aquél gato, de acariciarlo, de llenarlo de mimos pero esté se rehusaba a dejarse tocar por Jin.

—Prométeme que no intentarás volver a tocarlo, Jinnie —pedia sutilmente HoSeok, usando aquella mirada con la cuál Jin, no podía negarse a nada.

—De acuerdo, lo dejaré por la paz —clamaba, mientras emprendian el paso a su departamento, no sin antes tomar el maletín del suelo piedroso que su esposo había tirado.

La punta del glande del mayor punzaba tortuosamente dentro de su pantalón de mezclilla negro, por estar besando de manera tan hambrienta y desenfrenada al castaño encima de el, quién no sólo estaba devorando su boca de principio a fin, sino que ta...

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La punta del glande del mayor punzaba tortuosamente dentro de su pantalón de mezclilla negro, por estar besando de manera tan hambrienta y desenfrenada al castaño encima de el, quién no sólo estaba devorando su boca de principio a fin, sino que también se encontraba haciendo un suave y condenado vaivén con su cadera sobre su dura entrepierna, la cuál estaba volviéndolo totalmente loco.

Joder bonito... —gemía roncamente, pues no creía poder aguantar más en aquella batalla de lenguas y provocaciones con ropa, ropa que sin lugar a dudas estorbaba —Te necesito —susurraba lentamente, colocando su mano en la parte de hasta arriba de la espina dorsal del contrario, mientras se encargaba de marcar cada rincón de su esquisito cuello, cuello perfectamente largo el cuál ya contaba con ligeras marcas rojas de sus besos.

Min... —soltaba el menor, herizando la piel del contrario. No contaba con que su nombre se oyera tan bien en aquella boca tan angelical —Ha-hazme el a-amor —pedia entrecortadamente el universitario sobre el, dejándole en claro lo mucho que esté lo deseaba.

¿Estás seguro? —preguntaba, deteniendo todos sus movimientos sobre el cuerpo ajeno, ganándose una rápida mirada del chico sobre el.

Sí, estoy muy seguro —murmuraba para el profesor, dando nuevamente inicio al vaivén de su cadera.

Las facciones poderosas y limpias del castaño encima de él, lo hacían querer despojarlo de toda su ropa de una vez por todas pero debía controlarse, debía ser prudente.

Sus ojos oscuros, estaban claramente llenos de lujuria y deseo por su acompañante, tanto que comenzaba acariciar lentamente el rostro del contrario, formando un camino de besos que daba inicio por sobre la barbilla de esté, subiendo lentamente hasta la oreja izquierda, donde tranquilamente inclinaba su cabeza para así empezar a chupar el lóbulo de está suave y delicadamente, logrando que el menor inclinará un poco más su cabeza, permitiéndole al mayor no solo juguetear con su lóbulo sino con su cuello también, el cuál sin lugar a dudas era un delirio.

Descendiendo delicadamente hasta la curva de su cuello, donde quedaban uno, dos, tres besos, sintiendo a su vez, como la lengua experta del profesor presionaba pícaramente sobre la misma curva, mientras el menor lentamente se metía entre las piernas ajenas, posando su mano izquierda en la entrepierna dura y ajena que hasta hace unos momentos estaba bajo su cadera.

Love Again ꒱ YoonjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora