Capítulo 6: La tentación del diablo

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Adrianne

¡No puedo creer que este diablo esté en el mismo lugar que yo! ¿Qué se supone que haga ahora? ¿Huir? ¿Salir corriendo por la puerta?

«¿Serás estúpida, Adrianne? ¡Ya te vio! ¿Cómo puede ser que este hombre te ponga tan mal? ¡A una mujer como tú!».

¡Dios! Mi cabeza es un hervidero.

Paso una de mis manos por mi rostro y trato de controlar estos nervios, para dirigirme al salón donde ya hay varias chicas con el instructor. Tal pareciera que esperaban por mí.

El muy desgraciado no deja de mirarme y solo hace que mis nervios empeoren. ¿Qué se trae este conmigo? Me mira como si fuera chocolate derretido. ¿Ahora qué hago? Tengo que pasar justo por su lado para llegar al salón. Camino tratando de pasar lo más lejos posible de él, cuando veo que se pone de pie, todo sudoroso, y se planta justo por donde voy a pasar.

¡Madre bendita!

¡Madre de Dios!

¿Por qué tienen que ser así conmigo? ¿Por qué la tentación tiene que venir en el cuerpo de este demonio de hombre?

Me doy una cachetada mental tratando de poner mis hormonas en su sitio, y lo encaro. Sé que lo está haciendo a propósito.

—Señor, por favor, ¿podría ser tan amable de salir de mi camino? —me mira con cara de pícaro mientras se toma la barbilla con una de sus manos.

—¿Señorita...?

—Adrianne, Adrianne es mi nombre —respondo.

—Señorita, Adrianne, ¿su camino? No veo su nombre aquí por ningún sitio.

¡Aaah! Este hombre me está colmando la paciencia. Se ve a las leguas que me está provocando, pero no le voy a seguir el juego.

—Mire, quizás me expresé mal. ¿Podría ser tan amable de dejarme pasar? —cuestiono con ironía.

—Claro, ¡como no! Pero antes quisiera presentarme. Mucho gusto, soy Eithan Scott —habla y me extiende una mano. Quisiera dejarlo con ella extendida, por arrogante, pero no puedo ser tan grosera.

—El gusto es mío, Adrianne Laurent —me presento—, y si no le es mucha molestia, por favor, necesito pasar —hablo mientras le extiendo una mano.

Puedo sentir como le da un leve apretón, el muy sinvergüenza. La retiro rápidamente, pero él no reacciona y tengo que indicarle con la cabeza que se mueva.

No dice nada más y se hace a un lado. Sigo de largo casi rozando su piel sudorosa a causa del ejercicio. Trago grueso al ver cómo alguien puede ser tan sexy y delicioso. Puedo sentir cómo planta la mirada en mi culo y cierro los ojos, apretándolos por un instante, mientras me dirijo al salón.

Ya las chicas están en lo suyo y me incorporo silenciosamente, para no interrumpir. Trato de seguir la rutina, cosa que es casi imposible porque Eithan puede verse justo al frente.

¿Eithan? ¿Es en serio, Adrianne? No puedo creer que ya lo esté llamando por su nombre.

«¡Ah! ¿No quieres llamarlo por su nombre? Pues entonces llamémosle papi. A mí no me molesta».

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora