Capítulo 26: Malentendido

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Adrianne

Me quedo petrificada por unos segundos al ver la imagen de Nathan venir hacia mí, de forma intimidante.

Su rostro luce descompuesto como el de un desquiciado y, cuando reacciono, los nervios me atacan de tal manera, que le pego una cachetada a Alexandre, y lo empujo de forma tan violenta que casi cae de espalda al suelo.

Nathan viene contra el tráfico. Cruza la calle, ya que venía en dirección contraria, y al ver el golpe que le he dado a Alexandre, ya no camina, el hombre corre sin importarle que los autos casi lo atropellan. Y mientras tanto, yo no sé qué hacer.

Los nervios me atacan y no articulo palabra.

Alexandre permanece a mi lado con una mano en el rostro, cubriendo donde di el golpe. Ni siquiera se ha dado cuenta de lo que está sucediendo, pero cuando reacciona ya es tarde.

El demonio llega hasta nosotros, por un costado, posicionándolo por un hombro con una mano, mientras con la otra le propina un golpe en el rostro que me hace chillar.

Alexandre cae al suelo por la fuerza del impacto. Su rostro, ahora mismo, solo refleja asombro. Quizás no entiende por qué Nathan lo está golpeando, ya que todavía no sabe de mi relación con Eithan.

Estoy que muero de nervios. Mi corazón quiere salir de mi pecho y, peor me pongo, cuando veo cómo Nathan no se conforma con un solo golpe, y se va sobre él, nuevamente.

Enseguida viene a mi mente la escena donde dejó mal al desgraciado de Pierre, sin embargo, con Alexandre es diferente. No puedo permitir que a él le haga lo mismo.

Rápidamente me interpongo entre los dos, dando tiempo a que Alexandre se ponga de pie. El impacto fue fuerte y necesita tiempo para reaccionar.

Nathan trata de írsele encima una vez más. No sé de dónde rayos saco fuerzas, para contener al hombre que tiene la mirada azul más oscura que la más negra noche. Obviamente, no quiere hacerme daño, de lo contrario, ya me hubiera hecho a un lado.

Lo que está frente a mí intimida a cualquiera.

—¡Nathan, por favor, basta! —pido en medio de la desesperación—. Ya no lo golpees más, por Dios. No te comportes como un troglodita. No es lo que estás pensando —trato de explicar la situación e instantáneamente se queda quieto. Lo hace y, clava su mirada en la mía, pero sin borrar la rabia de su rostro.

—¿Qué? ¿Qué dijiste? ¿Acaso me ves la cara de estúpido? —cuestiona con tanta fuerza en la voz que casi me hace dar un brinco en mi sitio.

Los nervios, que ya estaban descontrolados, se me disparan más de lo que estaban. Todo eso provoca que aunque la noche esté fresca, mis manos comiencen a sudar.

—Vengo para hacerle compañía a mi hermano. El mismo que se encuentra en el hospital a causa de un accidente en el que pudo perder la vida, y me encuentro a la mujer por la que ha perdido la cordura, besándose en plena calle con un tipo.

Mi cuerpo se contrae con lo dicho y comienzo a sentirme peor. Solo esto me faltaba.

—La misma mujer a la que ayer vi con otro tipo en la puerta de su habitación, en una situación parecida, y al que le tuve que romper la madre, porque también te estaba agarrando.

—Nathan, no es lo que piensas. Todo esto es un malentendido —intento explicar para hacer que entre en razón.

—Voy a contar hasta diez para que aclares todo esto, Adrianne, porque te aseguro que si no me convences voy a golpear tanto a esta rata, que ni tú lo vas a reconocer —su confesión me hace tragar grueso. No lo conocía muy bien, pero tenía nociones de sus alcances y arrebatos. Ya lo había visto en acción—. Luego lo voy a lanzar en medio de la carrera para que los autos terminen de hacer el trabajo —añade, mientras me mira fijamente a los ojos.

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora