Narrador omnisciente
Adrianne se encuentra con Eithan en la habitación del hospital, después de haber salido sin complicaciones del quirófano.
Desesperada, y aprovechando que Eithan se encuentra dormido, le confiesa que por más que se opuso, este le robó el corazón.
Cosa que ni ella misma quiere creer, pero es cierto. Sabe que ya no vale la pena seguirlo negando. Que por mucho que se oponga, el corazón habla más alto que la razón, y que es imposible negarse lo evidente. Aunque no piense permitir que él lo sepa, por lo menos no por el momento.
Sabe, además, que solo se atreve a confesarle tal cosa porque se encuentra bajo los efectos del medicamento. Pero cuando hablaba con él, justo cuando estaba haciendo su confesión, él apretó levemente su mano.
Tal acción la ha dejado perpleja y la ha llevado a hacerse un sin fin de preguntas, pero la más importante:
¿Habrá escuchado lo que dijo?
La duda se apodera de ella, pero no queda nada más que esperar. Sabe que de Eithan haberla escuchado se lo hará saber, y es a eso precisamente a lo que teme.
Tiene claro que la personalidad arrogante de Eithan no le permitirá guardar silencio. Menos, cuando él ha comenzado a sentir sentimientos de amor primero.
Aprovechará esa información y la utilizará a su favor, por lo menos es lo que cree ella.
En el momento en el que sintió el movimiento de su mano, lo llamó varias veces, pero él no respondió, así que contaba con que fuera alguna reacción involuntaria y se aferró a eso.
Estuvo ahí por largo tiempo, con la mano de él entre las suyas, entre lágrimas y pensamientos, hasta que acomodó parte de su cuerpo en una esquina de la cama, y quedó rendida.
Afuera estaban Eric y Nathan esperando a que Eithan despertara. Estaban preocupados, pero que aún no hubiera despertado era algo normal.
Ya habían ido a ver al doctor en varias ocasiones. Este vino a la habitación más veces de las necesarias, a consecuencia de la insistencia de Nathan que utilizaba su prepotencia siempre que tenía oportunidad.
El ser un dominante le atribuía esa característica. El sentirse superior a la los demás, mandar y ordenar a su antojo era algo muy común en él.
Se asomó a la habitación varias veces para ver a Adrianne dormida junto al hermano. Pensó en despertarla, pero prefirió dejarla descansar.
Ya casi había amanecido. Necesitaban ir a ducharse y a comer algo. La noticia los había sorprendido sin cenar y desde entonces no habían ingerido alimentos.
—Eric, puedes irte a descansar. No era necesario que estuvieras aquí toda la noche —habla Nathan, mientras pasa una de sus manos por su cabello, intentando acomodarlo.
—Sí, lo era, Nathan. Sabes que Eithan para mí es como un hermano. Haría cualquier cosa por él y también por ti, aunque no lo creas —plantea Eric para dejarle saber su postura, ya que Nathan siempre ha sentido recelos de él. Esto como consecuencia de asuntos del pasado.
—Lo sé, hermano. Lo has demostrado. Con esto ya es suficiente para que también puedas contar conmigo —baja la guardia.
Se ha dado cuenta de que Eric es el tipo de persona que siempre le dijo el hermano. Es obvio que no lo ve como a Killian su mejor amigo, pero su forma de verlo ha cambiado.
—Ya amaneció y Adrianne aún sigue dormida junto a él. Quién diría que mi hermano anduviera en ese plan, Eric. La modelo lo tiene trabado de los huevos. Mira qué calladito se lo tenía el muy cabrón —habla en tono burlesco.
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Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos].
RomanceADVERTENCIA: En la historia encontrarás contenido adulto, empresario millonario y modelo de alta costura, sexo duro y explícito, amor, celos, humor, juegos sexuales y hombre posesivo. Adrianne Laurent, una mujer sumamente hermosa, poseedora de unos...