Capítulo 2: Esos labios serán míos

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Eithan

Ando inquieto en mi suite. Hoy desperté más temprano que de costumbre y, aún falta muchísimo para la reunión de negocios que concerté con mi abogado y amigo, Eric Richard. Él se encarga de atender la parte financiera aquí en París. Y mantener todo en orden junto a los gerentes de cada uno de los hoteles.

Estoy acá por cuestiones de negocios. Siempre me encargo de esta parte y mi hermano Nathan se encarga de los que están en Inglaterra. Ya mi padre, el señor Adam Scott, se desvinculó de estos temas y solo se dedica a disfrutar de los placeres de la vida, viajando junto a mi madre, la señora Greta Williams.

Sonrío, recordando que de estarme escuchando ahora, estaría recibiendo una reprimenda de su parte. Pues después de su casamiento adoptó el apellido de mi padre, y hasta el día de hoy, se siguen amando como la primera vez. No tuvimos hermana, pero igual disfruto de una familia totalmente funcional y feliz, gracias a quien sea que se lo deba.

No aguanto más. Ayer llegué a la ciudad y a pesar de que viajé en mi Jet privado, caí rendido del cansancio. No puede hacer lo que siempre hago cuando estoy aquí. Disfrutar de esa rubia maldita que saca lo peor de mí, cada vez que estamos juntos. Pero eso tiene solución. Son apenas las seis de la mañana y lo que tengo debajo del bóxer está a punto de reventar.

La saco con una de mis manos y con la otra tomo el móvil para llamar a Dennise, mientras la sobo para apaciguar estos deseos que están corroyendo mi piel.

Le marco y al segundo timbre lo toma:

—¡Hola, bombón! Qué sorpresa. Por tu llamada debo asumir que te encuentras en la ciudad.

Debería estar acostumbrada. Nunca la llamo, a menos que esté aquí.

—¿Tú que crees, chiquita? Aquí estoy con ansias de ti. Ven corriendo con papi que quiero hacerte cositas ricas. Ya sabes dónde encontrarme.

—¡Mmm! Qué delicia. Ya hiciste volar mi imaginación. En unos minutos estoy contigo.

No digo nada más y corto la llamada. Me acomodo en la cama para seguir acariciando mi polla, mientras pienso en la rubia plástica, voluptuosa, llena de cirugías. Realmente eso no es algo que me importe. Es hermosa y la disfruto. Para descargarme y tener solo sexo es más que suficiente.

Después de un rato suena el timbre y sé que es ella, así que me levanto para abrir la puerta, ya que no está permitido dar la llave de ninguna habitación a nadie que no sea el inquilino. Lo hacemos por una cuestión de privacidad y seguridad. Una decisión que tomé después de un escándalo que se dio en uno de mis hoteles, cuando la esposa atrapó al marido en una de las habitaciones, siendo infiel.

A ella la dejan subir porque las encargadas de la recepción, y Loana, la encargada de la gerencia, ya saben a qué se deben sus visitas.

Abro la puerta. No estoy para perder tiempo, así que en el acto, la tomo. La empotro contra la pared de frente a mí y empiezo a tocarla. Cierro la puerta con el pie, mientras ella se deja llevar por el deseo. Le beso el cuello y comienzo a bajar mi mano por su espalda, hasta llegar a su delicioso culo, para manosearlo a mi antojo.

Ella más y más se calienta. Sus gemidos me lo confirman.

Llevo mis manos a su coño mientras me como su boca, y ruedo uno de los tirantes de su vestido para apoderarme de sus tetas. Pensando comer como bebé hambriento. Chupo, lamo y muerdo suavemente sus pezones, al tiempo que deslizo una de mis manos para colocar dos de mis dedos en la entrada de su coño, e introducirlos para sentir su humedad.

«La muy perra está chorreando por mí».

Se me escapa un gruñido al sentir como empapa mi mano con sus fluidos. Rápidamente, la despojo de su ropa. Estoy desesperado, pero aun así quiero hacerla esperar.

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora