Capítulo 29: ¿Me disculpas?

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Adrianne

Hoy desperté temprano y, después de desayunar, estoy lista para irme a la sesión de fotos. Pensé que despertaría agotada, pero no.

Anoche, después de la conversación con Eithan, en la que quedé superencendida, tuve que autocomplacerme y liberar el fuego que sentía me quemaba por dentro, o de lo contrario no podría conciliar el sueño.

El muy maldito, al final se salió con la suya.

¡Dios! Este hombre sí que sabe cómo llevarme al límite, aunque no lo desee.

«¿Aunque no lo desees? Eso no te lo crees ni tú misma. Eres muy fácil de llevar al límite y esa no es ninguna novedad. Además, estás castigando al pobre hombre a costas de tu propio sufrimiento. Es como dicen por ahí "prefieres quedar tuerta con tal de verlo ciego". ¡En serio te pasas, mujer!».

Sonrío visiblemente y, en eso estoy, cuando recuerdo que tengo que estar temprano en la agencia.

Después de todas las consideraciones que ha tenido Adelaide, no puedo abusar. Aunque no estaría mal molestar un poco a Ivette. Por mí lo haría todos los días, si solo se tratara de ella.

De inmediato me pongo en marcha y estoy al salir cuando mi móvil comienza a timbrar. Lo tomo y veo en pantalla la foto mi mariposa, entonces pienso en comenzar el día gastándole una broma.

Lo dejo timbrar unas cinco veces y respondo:

—¿Sí...? —respondo alargando el sonido, como si no supiera de quién se trata.

—Divinaaa, ¿no me dirás que aún estás en la cama, mujer? —Hago un bostezo para fingir que me acabo de despertar.

—Pues sí. Me acaba de despertar tu llamada.

—¡Nooo! —Se alarma. Este le tiene un miedo a Ivette que se caga—. No lo puedo creer. Dime que estás mintiendo. ¿Acaso olvidaste que tienes una sesión de fotos esperando por ti?

A causa del chillido que dio tuve que retirar el móvil de mi oído.

¡Casi me deja sorda! Y no estoy exagerando.

—Por supuesto que no lo olvido, pero aún es temprano.

—Adrianne, por lo que más quieras, mueve el culo de esa cama y hazte presente. ¡Pero ya! —vuelve a soltar otro chillido que me obliga a repetir la misma acción. Esta vez casi río a carcajadas. Me imagino una imagen muy graciosa de su rostro—. El representante de la marca viene a la sesión, e Ivette anda como una loca dando vueltas por todo el lugar. Pronto comenzará a preguntar por ti, Adrianne. Mujer, no estoy para la cantaleta de esa bruja.

Ahora sí suelto la carcajada. Me burlo de él, pues el drama en sus palabras suena un poco exagerado. El pobre sufre cada vez que demoro, así que decido no torturarlo más, aunque sea solo por el momento.

—Remi, por favor, cálmate. Ya estoy lista y saliendo para allá —puedo sentir un suspiro de alivio—. Hoy no tendrás que escuchar más cantaleta que la mía.

—Mujer, eres malvada. Te encanta sacarme canas verdes.

—¿Canas verdes, tú?, jaja —sonrío—. Por favor, mi amor. A otro perro con ese hueso. Sabemos que no te inmutas con nada.

—Ok, como digas, pero sal ahora mismo para acá, que te estamos esperando. Nos vemos aquí.

Es lo último que dice y termina la llamada. Ya estoy lista y hermosa como siempre. Estoy usando un vestido de la marca Cristian Dior, hecho a medida, en color negro. Una maravilla del glamour que combina perfectamente con el cabello que cae a lo largo de mi espalda.

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora