Capítulo 39: El amor eres tú, dentro de mi corazón

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Adrianne

No puedo describir la expresión que vi en el rostro de mi diablo cuando le di la noticia de que estaba embarazada. No lo podía creer. Estaba atónito y, cuando reaccionó, quiso comerme a besos.

Hasta la pancita me llenó de besos, y estoy feliz. Soy la mujer más feliz del mundo, porque la vida me ha premiado con este hombre maravilloso, que aunque le costó un poco dejar su antigua vida, lo hizo, y no cabe dudas de que lo hizo por mí.

Soy feliz porque la vida me ha dado nuevamente la oportunidad de ser madre y, esta vez, de dos maravillosos bebés.

Ah, ¿no me creen?

¡Pues, sí!

Son dos, o por lo menos eso pensamos, aún son muy pequeñitos, apenas como dos frijolitos. Pienso en ello y no puedo evitar sonreír y poner cara de tonta.

En cuanto me hice el test le dije a la señora Greta. Ella me apoyó y acompañó en todo momento. Por eso estábamos tan unidas. Si para mí es un sueño, para ella bien lo era, y gracias a Dios se cumplió.

Lo de la cartera no era cierto. En ese momento estaba en pleno ultrasonido y, por eso, no podía responder la llamada. No podría haber disimulado las emociones y terminaría dándose cuenta, así que evité hablarle en ese momento.

En estos días, aprovechando que tuve más tiempo de convivencia con Nathan, le pregunté sobre sus intenciones con Camile. Me aseguró que no tiene intención de cruzarse en su camino, pero siempre me dejó claro que no lo hace por mí, y cuando le pregunté por quién lo hacía, no me quiso decir.

Simplemente me ignoró.

Este hombre no deja su arrogancia ni aunque lo asesinen, y eso me ha quedado claro.

Por otra parte, he pasado estos últimos días ocupándome de mí, y que decir de mi diablo, me consiente en todo y no me deja hacer nada. Totalmente exagerado. Como si no supiera que el embarazo no es una enfermedad.

Además, todavía tengo el abdomen plano. Aún no se nota nada. Es muy poco tiempo para que se note, sin embargo, ya comienzo a ver un ligero cambio en mis caderas.

Es fácil notarlos en alguien como yo, pues el cuerpo de una modelo de alta costura para nada es igual a la de una modelo comercial. Un ligero cambio en él, y enseguida hasta el perro de casa se da cuenta.

No quiero imaginar el gran bulto que se formará en mi panza, ya que son dos. Muero de miedo, pero me consuela el hecho de que no será para siempre, y la satisfacción de tenerlos luego en mis brazos, hace que cualquier sacrificio valga la pena.

Al otro día de saber la noticia, Eithan y la madre organizaron una cena familiar para anunciar el acontecimiento. Yo no quería. Consideraba innecesario todo eso, pero él y ella son tan tercos que ni modo, y tampoco quería quitarles ese derecho.

Me puse muy sentimental al ver cómo les dijo a todos que iba a ser padre de dos bebés y cómo lo resumió. Pero lo más divertido de la noche no fue eso, sino escuchar sus gruñidos cuando alguno de los invitados me miraba demasiado, o se acercaba a mí.

Su actuar, hasta cierto punto involuntario, le sacaba la carcajada a todos, y mientras Nathan se burlaba, yo moría de vergüenza.

El señor Adam y esta servidora nos pasamos toda la bendita noche regañándolo, porque reaccionaba de igual forma con los primos y tíos.

¡Qué barbaridad!

Pasó toda la cena así, en modo alfa posesivo. Solo se relajó cuando los invitados se fueron y subimos a la habitación, en donde me folló hasta el cansancio.

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora