Capítulo 13: Sorprendido en flagrancia

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Eithan

No puedo creer que Adrianne venga a este sitio a cenar con Alexandre, cuando tantas veces le dije que no quería saber de que tuviera roce con él. Estoy viéndola salir del coche. Ese estúpido le toma la mano y se encaminan al interior del restaurante. Eric, que ya me conoce, nota que estoy peor que león enjaulado, y trata de calmarme.

—Calma, Eithan, por favor. No ganas nada con ponerte de esa manera —me aconseja.

—¡Carajo! Le pedí que no anduviera con él. Se lo pedí tantas veces —Salgo del auto y camino sobre mis pasos. Intento controlarme.

—Hombre, quizás no es lo que estás pensando. Puede ser que haya venido con él para decirle lo que está sucediendo. Seamos racionales, Eithan.

—¡No me jodas, Eric! —espeto furioso—. ¿Para terminar con alguien hay que aceptarle una invitación a un restaurante y dejarse tomar de la mano? ¡Responde! —interrogo.

—¡Coño, no lo sé! Ya me estás poniendo nervioso a mí también, hombre. Lo mejor es que nos vayamos a comer a otro lado, así tienes tiempo de calmarte. Anda, vayamos a otro lugar —busca abrir la puerta, para entrar al auto.

—No me iré a ningún lado, así que ni lo intentes. Entraré ahí y lo sabes —señalo con el índice. Siento que la sangre que corre por mis venas, hierve—. Le diré yo mismo a ese estúpido que ella no es su mujer.

—No harás nada de lo que estás diciendo y si quieres entrar ahí te vas a calmar —se me para en frente—. No arruinarás lo que pactaste con ella. Dejarás que lo haga a su manera, cabrón. Dale un voto de confianza y deja tu posesividad de lado, por lo menos en este momento.

Sabe lo del acuerdo porque en la oficina le conté.

Respiro, tratando de controlarme, al tiempo que apoyo ambas manos en la parte delantera del auto. En este momento, pienso en lo que dijo mi amigo y hasta cierto punto tiene razón. Necesito confiar en ella.

—Está bien. Tienes razón. Entremos ya.

—Si haces un disparate dentro de ese restaurante, yo mismo te voy a sacar a patadas, ¿me oyes? —amenaza y lo reto con la mirada—. ¡Contrólate! Hazlo o tendremos encima a la prensa amarillista y eso a ninguno de los tres nos conviene. Ni a nosotros ni a ella.

No me agrada como me habla, sin embargo, tengo que admitir que me lo he buscado. Mi carácter impulsivo, a veces me juega malas pasadas. Y, por otra parte, tampoco me conviene que esos periodistas desgraciados me tomen fotos en una situación comprometedora.

Al llegar, el hoster nos recibe y nos muestra la mesa. Desde que entro comienzo a buscarla con la mirada y la diviso junto al idiota. Me aseguro de que me vea y de que sepa que la he visto. De milagro no se atraganta con el vino.

Mi amigo y yo nos sentamos y quedo justo frente de ella.

Puedo notar sus nervios. Me lo dicen sus ojos que no dejo de mirar. Sé que está haciendo un esfuerzo enorme por no aparentar lo que está sintiendo, pero ella se lo buscó. Que esté así solo demuestra que está consciente de que lo que ha hecho está mal.

Finalmente, vienen a traernos la carta. En ese instante Alexandre se pone de pie, camina hasta su puesto y le corre la silla. Ella se incorpora y, mientras eso ocurre, mi cuerpo se ha puesto tenso.

La observo dirigirse a algún sitio del interior del local.

«Definitivamente, tiene que ser al baño».

Pienso, mientras la veo alejarse, y no pierdo tiempo. Por más que Eric trata de impedirme ir tras ella, no se lo permito. Me dirijo al baño y la puerta está sin el cerrojo. Ya la he visto y no hay nadie más con ella, así que entro y cierro.

Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora