Adrianne
Como quisiera que lo que ha dicho se hiciera realidad. Pero es algo que veo muy lejos. Alguien dijo que el deseo y el amor van tomados de la mano, pero eso no aplica para mí. Hace mucho que aprendí a desligar una cosa de la otra, como protección, y desde entonces me ha ido muy bien.
Por mi parte, me quedo un poco más para retocar mi maquillaje. No debo llegar al salón junto con él si no deseo llamar la atención, y por supuesto que no lo deseo. No sería bueno para ninguno de los dos. Así que espero un momento más y luego voy con Alexandre.
He demorado mucho y ahora que lo veo, caigo en cuenta de que pudo haber ido hasta el baño a ver si me pasaba algo.
¡Gracias a Dios, no fue así!
Ya sentada, mi novio en apariencia comienza con las preguntas:
—Amor, como demoraste. Ya estaba comenzando a preocuparme por ti. Un minuto más y voy a buscarte. ¿Sucedió algo?
«¡Dios bendito! Ni imaginarlo es bueno».
Un pensamiento relámpago pasa por mi mente.
—No, Alexandre. ¿Qué podría sucederme? —cuestiono intentando sonreír—. Solo son cosas de mujeres.
—¿De mujeres?
—Sí, de mujeres. Naciste hombre, pero sabes perfectamente a qué me refiero.
—Claro. Siempre estás pendiente de tu imagen y eso es bueno para alguien como tú. Eso y que demoras siglos para hacerlo. De ahí en fuera, todo está bien.
—Ya deja de quejarte —hablo para mantener medianamente una conversión y apartar los nervios que aún siguen conmigo.
Eithan continúa mirando en nuestra dirección y agradezco que sea yo la que quede de frente. Alexandre está de espalda.
Traen el pedido e intento digerir lo más que puedo sin atragantarme. Hablamos y hay sonrisas, aunque las mías son fingidas. Es imposible relajarte cuando te sientes la presa de alguien. Eithan es como un depredador al acecho que en cualquier momento puede saltar sobre su presa.
Y hoy, quien califica para ese puesto, soy yo. Yo que no quiero problemas, ni que destape todo el asunto aquí, frente a Alexandre, y a las demás personas que se encuentran aquí.
Todavía no terminamos cuando veo al diablo, junto a su acompañante, ponerse de pie, y dirigirse a la salida. No sin antes dedicarme una mirada que, por cómo lo hizo, no fue más que una advertencia.
Después de irse me siento más aliviada, pero igual de incómoda con la situación. No está bien que esté como si nada con un hombre al que dejaré en breve. Fingiendo que todo está bien, mientras él desconoce lo que está sucediendo.
No soy así. Siempre he hablado por lo claro y sin rodeos. Pero en este caso no me conviene hacerlo. Si lo hago, crearé un conflicto entre dos imperios y no terminará en nada bueno.
Dos hombres poderosos en su campo, enfrentados por una mujer.
¡El escándalo sería descomunal!
Sería un buen titular para los medios.
Unos minutos más, a la mesa, con el hombre que traicioné vilmente...
«No traicionaste a nadie. Traición sería si después de lo que pasó, continúas revolcándote con él, como si nada hubiera pasado».
Interviene la metiche que demasiado había tardado en aparecer.
«Estás actuando de buena fe al querer terminar con él en buenos términos. Lo que no significa que no estés siendo un poco descarada. Traicionera no, pero descarada sí».
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Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos].
RomanceADVERTENCIA: En la historia encontrarás contenido adulto, empresario millonario y modelo de alta costura, sexo duro y explícito, amor, celos, humor, juegos sexuales y hombre posesivo. Adrianne Laurent, una mujer sumamente hermosa, poseedora de unos...