Adrianne
Hoy desperté hambrienta. Y cómo no estarlo, después de todo lo de anoche.
¡Demasiado buena!
Fue tan deliciosa que hasta a la santa le gustó, así que ya se pueden imaginar. Un total derroche de pasión y, después, cenamos en la habitación. Todo fue tan lindo que en ese momento olvidé por completo la existencia de Alexandre y que pudo haber venido al hotel.
Eithan hace que me olvide de todo y de todos. Tiene ese poder sobre mí.
Es un hombre como pocos y tiene la habilidad de penetrar en ti desde la primera vez que lo ves. Ese rostro perfecto de mirada tan oscura, aun siendo clara, y ese cuerpo de Dios griego que invitan al pecado, desconciertan a cualquiera.
He conocido muy pocos hombres con un aura como la de él.
La pude sentir aun sin verlo. Creo que fue lo que me atrajo desde un principio, a pesar de no querer reconocerlo.
Aunque no sienta más que deseo y esta mezcla de sentimientos, que estoy muy segura de que ninguno de ellos es amor, no pude resistir la tentación de estar en con él.
Fue un momento de vulnerabilidad en el que llegó de golpe mi pasado, y me lancé a sus brazos. Esta necesidad que estoy sintiendo de ser protegida por él cuando en realidad no lo necesito, o por lo menos eso pensé siempre.
Hasta hoy, después de muchos años, no sentí la necesidad de ser protegida por nadie. Pero tenerlo así, hablándome de esa manera mientras me miraba a los ojos, ya fue demasiado para mí.
No puedo asegurar que me esté diciendo totalmente la verdad, sin embargo, si me está mintiendo, saldrá a la luz tarde o temprano. En esta vida todo se sabe.
«Sí, pero para ese entonces podrías estar enamorada».
En eso tienes razón. Y si para ese entonces lo estoy, me tocará sufrir otra vez. Solo espero poder seguir siendo fuerte ante esto y que el deseo no se convierta en algo más.
Debo resistir, a pesar de que sea una opción difícil. No será fácil, porque ese hombre está como quiere. Debía ser pecado ser tan sexy y atractivo. Las mujeres no deberíamos ser sometidas a tal tortura.
«¿Ya tienes las bragas en las rodillas?».
Ruedo los ojos y me levanto. Necesito ir a la agencia por el tema de la nueva sesión de fotos.
Llamo para pedir mi desayuno y me meto al baño. No demoro, ya que en cualquier momento puede llegar lo pedido, y en efecto. Un poco más y no me da tiempo a recibirlo.
Termino de desayunar y, de inmediato, cepillo mis dientes, para escoger lo que me pondré. Elijo un vestido en rojo de Jean Paul Goultier, hecho a medida, para mí. Adoro esta marca, es una de mis favoritas. Tiene una colección de vestidos hermosos que destacarían la belleza de cualquier mujer.
Es corto y con poco escote. Solo tiene el necesario. Lo convino con unos zapatos negros, Mary Jane, a juego con la cartera. Me maquillo como siempre, de forma casual, con colores suaves y frescos, color piel. Y mis labios de rojo, como siempre.
Pura invitación al deseo.
«Espera a que te atrapen con esos pensamientos».
Nadie puede escuchar mis pensamientos a excepción de ti. Gracias a Dios solo puedes hablar conmigo, porque de lo contrario, lo de chismosa no te lo quitaba nadie.
Alzo mi cabello en un moño alto, perfectamente recogido, y me coloco mi fragancia. Una vez lista tomo mis cosas, las pongo dentro de mi cartera y salgo de la habitación. Llego al lobby y, en él, está mi tormento. Está conversando con una de sus empleadas. Al parecer, y por su forma de vestir, es la gerente del hotel.
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Aquellos labios rojos [Libro 1 de la serie posesivos].
RomanceADVERTENCIA: En la historia encontrarás contenido adulto, empresario millonario y modelo de alta costura, sexo duro y explícito, amor, celos, humor, juegos sexuales y hombre posesivo. Adrianne Laurent, una mujer sumamente hermosa, poseedora de unos...