Capítulo 22!
AptoLlegamos al complejo. Antes de poder entrar por la puerta de mi habitación, alguien tira de mi brazo. Es Dave, que me lleva en dirección hacia su cabaña. Camino cogida a su mano sin decir nada.
Entramos dentro de la cabaña, se quita la camisa y se pone una camiseta. Da pasos de un lado al otro, nervioso y sin hablar. No deja de tirarse del pelo hacia atrás, nunca lo he visto así.
—¿Vas a decir algo o puedo irme ya a mi cabaña? —le pregunto sin poder esperar ni un segundo más. Me está poniendo de los nervios.
Me mira e inspira hondo. Coge una silla del lateral de la cómoda, la pone a un lado y hace un gesto con la mano para que me siente.
No lo hago.
—Cath, es que parece que no entiendes nada... —dice al fin.
—Sí, es cierto, nunca entiendo una mierda —confirmo, irritada.
—¿No entiendes que no puedes ponerte en peligro? —prosigue, alzando la voz.
—Si me vas a hablar de esta forma, me voy de aquí ahora mismo —digo, enfadada, girándome en dirección a la salida.
—Espera, por favor. —Llega antes que yo y pone su mano apoyada en la puerta para que no pueda abrir.
—Como me vuelvas a alzar la voz, me iré. Y te lo digo muy en serio. Que sea la última vez —respondo, firme, mirando sus ojos.
—Discúlpame. —Su rostro denota arrepentimiento. Inspira hondo y prosigue—: No soporto... No quiero que vuelvas a ponerte en peligro; me distraes cuando estás cerca de mí, por lo que no puedes venir cuando estoy peleando con alguien. Si te pasase algo... —dice, nervioso, sin dejar de caminar de un lado hacia el otro—. Prométeme que nunca más te acercarás si peleo con alguien o si ves algún tipo de peligro. ¡Promételo! —pide, ansioso.
—Dave, yo tampoco puedo verte en peligro. Ha sido mi reacción instintiva. ¿Crees que puedo controlarme cuando veo que te estás peleando con alguien? —confieso.
—Pequeña, a mí un humano cualquiera no me puede hacer nada. Pero a ti... Si te hacen algo, soy capaz... Moriría si te pasase algo, habría matado a ese hijo de puta que te ha insultado —declara, atormentado.
—Dave, ¿has matado a alguien alguna vez? —pregunto, sin fuerzas, el pensamiento que ha venido a mi mente.
Se calla y eso confirma mi pregunta. Se dirige hacia la silla que había preparado para mí. Se sienta en ella, apoya los codos en las rodillas y, con las palmas de las manos, sujeta su frente. Se lo ve derrotado.
—Oye, no tienes que explicarme nada. No quiero verte así. No quiero que te pelees con nadie —digo, intentando tranquilizarlo. Me pongo en cuclillas frente a él.
—Cath, es que no te merezco. No soy un buen hombre para ti, no soy el inocente chico universitario al que estarás acostumbrada. No soy como vosotros y no quiero decepcionarte —dice, exhausto.
—No estoy acostumbrada a nada. ¿Vas a empezar de nuevo con esas tonterías? Entonces, mejor me voy. —Me levanto y camino hacia la puerta. Me detengo al ver que no me interrumpe. Me vuelvo hacia él y lo veo en la misma posición que antes—. ¿Sabes? A veces te comportas como un idiota —le digo, irritada.
Me mira y se dibuja una leve sonrisa en sus labios.
—Me conformo con que solo sea a veces —dice, simpático.
—Eres idiota; y no pienso prometerte nada.
Se levanta y en menos de una milésima de segundo está frente a mí, cara a cara, muy cerca.
—Te lo pido por favor... No voy a poder controlarme si te pones en peligro. Y no me gustaría que me vieses haciendo algo que no te gustaría ver —dice con voz suave, acariciando mis mejillas.
—No te puedo prometer algo que no estoy segura de que pueda cumplir. No lo puedo hacer... —respondo, sincera.
—Lo eres todo para mí, Cath. Te lo prometo. —Sus ojos están clavados en los míos—. Ahora solo me importas tú.
Pongo mis dedos en sus labios. Los junta con los míos y, sin que podamos evitarlo, nos enredamos en un beso apasionado. Pero se detiene para continuar con la frase, que, al parecer, había dejado a medias.
—Pero no soy bueno para ti...
No soporto que me diga eso. Me toca la moral, me cabrea mucho. Él sí que es bueno para mí, es lo mejor y punto. Pero parece que le cuesta entenderlo o yo que sé. Lo miro con seriedad. La verdad es que no me apetece discutir, así que, sin decir nada, me giro y salgo de la habitación.
Camino hacia el mirador. Las vistas aquí son impresionantes durante el día, pero ahora no puedo divisar nada a más de cinco metros de distancia. Solo se puede oír el sonido del agua caer por la cascada, que es mucho más elevado que durante el día, y escucho unos grillos muy cerca de aquí. Respiro en profundidad y me apoyo en la baranda de madera, que está cálida, como el ambiente. Oigo unos pasos. Sé que es él, que se acerca despacio, coloca sus manos en mis hombros, casi sin tocarme, y siento la electricidad. Baja con suavidad acariciando mis brazos hasta llegar a mis manos. Mis órganos comienzan a revolucionarse por cada segundo que pasan sus dedos en mi piel.
—A no ser que tú quieras. —Me suelta. ¿En serio? ¿Ahora me viene con estas?
—Lo tengo que pensar —digo. Aún sigo molesta.
Me cabrea mucho que diga que no es un buen hombre para mí. No tiene ni idea de lo que me hace vibrar.
—¿Tienes que pensar el ser mi novia? —pregunta, dándome la vuelta de golpe. Nos quedamos cara a cara.
No digo nada, aunque me sorprende realmente que diga «su novia». En realidad, me ha dejado sin palabras. Es cierto, está como una regadera: hace unos minutos me dice que no es bueno para mí y ahora... su novia. Se dirige muy despacio hacia mis hombros y los besa con cuidado. Joder. Continúa por el cuello hasta llegar a las mejillas. Está intentando que hable y le diga que sí quiero, lo veo venir, pero no lo voy a hacer, a ver si así no me dice nunca más esas tonterías. Aunque también podría ser que me haya dicho lo de novia sin pensar. Sus labios en mi piel me están enloqueciendo por segundos, así que reúno todas las fuerzas que he conseguido rescatar de algún rincón de mi cuerpo y me aparto con lentitud de su firme pecho con la ayuda de mis dedos.
—¡Cath, quiero besarte! —me dice. Tiene los ojos brillantes.
Cada palabra que sale de su boca me empuja hacia su cuerpo con desenfreno, como un enorme electroimán. Y como no salga de aquí, creo que voy a enloquecer.
—Me voy a descansar, es tarde y este no es el lugar. Buenas noches —digo mientras salgo de las redes de sus brazos y me dirijo hacia mi cabaña. Estoy desbocada y me sorprendo porque esas mismas palabras son las que él siempre me había dicho a mí, le he pagado con la misma moneda. Camino rápido para llegar a mi cabaña.
Después de cambiarme, me tiendo en la cama. Recuerdo sus labios junto a los míos y el cosquilleo es inevitable, su boca es mi paraíso. Rememoro lo que me ha dicho hace apenas minutos. Mi mente no deja de recapitular sus palabras y también sus caricias.
De pronto, escucho que tocan a la puerta con tres golpes. Toc, toc, toc.
No sé quién puede ser. Me acerco a ella.
—¿Quién es? —pregunto.
—Tu novio —dice Dave.
Sonrío, negando con la cabeza.
—Espera un momento.
Voy al baño a retocarme para comprobar que estoy presentable. Como si no me hubiese visto hace apenas quince minutos. Abro la puerta y me quedo inmovilizada al ver que no lleva camiseta y solo tiene encima unos pantalones, muy cortos. ¡Dios, cómo lo odio! Como odio estos abdominales tan bien definidos.
—Quiero que seas mi novia, nunca he tenido una —confiesa. Entra, decidido y cierra la puerta.
—Dave... —digo, dudosa.
¿Nunca ha tenido una? Vaya.
—¿Quieres? —pregunta, me coge por la cintura y me atrae hacia él.
—No sé —respondo, alucinada.
Se acerca a mi boca y lame con brío mis labios, como si fuese un helado y quisiese saborearme. Ya estoy excitada con ese simple movimiento.
—¿No quieres ser mi novia? —Vuelve a pedirme y regresa con su caliente lengua al hacerme la pregunta. No puedo hablar, me he quedado de piedra. Mete sus manos por debajo de mi pantalón y el simple roce me hace ver las estrellas. Baja mis bragas a la vez que los pantalones, sigo estática, lleva su dedo corazón hasta mi sexo y roza con él mi clítoris, sigo sin poder reaccionar. Pero todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo se han puesto en alerta total. Sus pupilas están muy dilatadas, y las mías ni te cuento cómo estarán. Continúa poco a poco, rozándome y, de golpe, introduce el dedo en mi vagina. Mis pezones están muy duros y Dave lleva la vista hacia ellos, los mira por encima de la camiseta blanca, se acerca y mordisquea mi pezón izquierdo, tras lo que yo suelto un gemido desconsolado—. Me gustaría saber si quieres ser mi novia o no. Estoy esperando la respuesta... —Se acerca a mi boca y me muerde el labio inferior. Dios. Se aparta y remueve su dedo de forma activa
dentro de mí y, acto seguido, lo saca—. Bueno, si no te apetece decir nada, tendré que irme... —dice frente a mí, mientras sigo jadeando.
Sonrío en mi interior al ver la desesperación en su mirada por mi silencio.
Se baja los pantalones de golpe y se los saca dando un puntapié. Joder, es que este hombre es perfecto. Su pene es muy grande y tiene aspecto de estar durísimo.
—Cath, necesito que me digas algo —dice, serio—. ¿Quieres que me vaya?
—No —digo, sofocada.
—¿Y vas a responder a mi pregunta? —continúa, firme, arqueando sus cejas para darle más énfasis.
—¿Qué quieres que responda? —digo sin poder pensar con claridad por toda la excitación.
—¡Lo que sientes! —dice, tenaz, acercándose con su duro pene, que noto en mi abdomen.
—Sí —digo, rendida.
—Sí, ¿qué? —me reta. Me empuja acercando su cuerpo para que camine hacia atrás.
—Que sí... —repito, traviesa.
Su cara me está volviendo loca.
Me coge de la cintura, atrapa mi camiseta corta y la saca con ímpetu por los brazos. Me empuja hacia la cama y reboto en ella, tras lo cual se pone encima. Yo sigo jadeando.
—¡Explícate!, ¿quieres? —dice a la vez que coge mis manos y las junta en la parte superior de mi cabeza, apretándolas con mucho cuidado.
—Nathan... —gimo, desconsolada.
Separa mis piernas con la ayuda de sus rodillas y me roza con el pene el clítoris, muy suavemente, friccionando. Estoy exhausta y muy lubricada. De golpe, se introduce hasta lo más profundo de mí de un solo movimiento y gimo, esta vez muy alto.
—¡Por favor! Quiero que me lo digas —insiste.
No aguanto más, creo que voy a tener un orgasmo con una sola estocada, Dios santo.
—¡Sí, sí quiero ser tu novia! —le digo con los dientes apretados, impaciente.
—Mmmm, ¿sí quieres? —dice sin moverse.
Su mirada ha mutado de inmediato y la felicidad se ha instalado en ella. Vaya ojazos tiene el muy...
—¡Sí, y ahora continúa! —exijo, imperiosa. Tengo ganas de él.
Muerde su labio, con brillo en los ojos, y hace caso a mis palabras: emprende sus movimientos suaves, una y otra vez. Dentro y fuera, sin dejar de mirarme a los ojos. Creo que no puedo aguantar con tanta excitación... Se detiene de golpe y sale de mí con un gemido ronco al hacerlo. Está muy excitado, al igual que yo. Lleva su boca hasta mis pechos, mordisquea un pezón y después el otro, sigue con su lengua hacia mi ombligo y comienza a lamerme muy despacio. Madre mía. Continúa por mi pubis, bailando con su lengua caliente... ¡Dios, no puedo más! Acaba el recorrido en mi clítoris y prosigue en él con más intensidad mientras sigue gimiendo con sonidos roncos.
—¡Oh! ¡Dios, para, que me corro! —le pido en un impulso.
Detiene los maravillosos movimientos de su lengua. Se coloca en posición, e introduce de nuevo su pene dentro de mí. Esta vez con estacadas salvajes, me besa la boca con furor. Esto es demasiado, no aguanto más. Me tenso, todo mi cuerpo se tensa y él me lo pide con la mirada; me dejo ir y llego al clímax gimiendo mientras se escapan unas lágrimas que caen por mi cara provocadas por el deleitoso placer que me da. Él sale de mí para acabar su orgasmo sobre mi pubis.
Se acomoda a mi lado, poniendo su brazo por debajo de mi cabeza mientras respiramos con dificultad. Coge unos pañuelos que están encima de la mesa y me limpia suavemente con ellos. Me vuelvo y miro su rostro, él sonríe y me besa con cariño. Madre mía, estoy enloquecida por este hombre, me lleva a lo más alto.
—¿Le ha gustado, novia mía? —me pregunta con dulzura, jadeando aún de placer.
—Inmejorable, novio mío —respondo acariciando su pecho.
Me sujeta por la espalda con fuerza y se pone encima de mí en medio segundo. No he podido ver el movimiento con claridad. Con una mano, acaricia mi pómulo mientras que, con la otra, me tiene cogida con suavidad por el cuello. Me proporciona cortos besos en los labios, en el rostro, en los ojos y en la barbilla. Me dejo mimar, con una sonrisa dibujada en los labios. Regresa a mis ojos y me mira con fijeza, con una expresión de felicidad que me estremece de cuerpo entero. ¿Dónde ha estado metido este hombre toda mi vida? Parece que me haya leído la mente y arremete con fuerza introduciendo su lengua dentro de mi boca. ¡Dios! No quiero que se vaya en toda la noche. Pero eso no se lo puedo decir, sé que no puede quedarse. Así que me callo las palabras.
—¿En qué piensas, amor? —dice como si me leyese la mente. Mi corazón bombea fuerte cada vez que me llama así.
—En nada. Hueles muy bien.
—Mentirosa —dice, simpático—. Estoy sudado.
—Me encanta tu sudor, es como si estuvieses mojado de haber salido de la ducha —digo un pensamiento y paso mi lengua por su pecho.
—¡Ven! —Se pone de golpe de pie.
—¿Dónde?
Me tiende la mano y se la cojo. Me lleva al baño, todas las habitaciones tienen uno, y son una pasada. Los grandes platos de ducha no tienen techo y podemos observar las estrellas dentro de ellos. Abre el grifo del agua caliente, prueba la temperatura y se sitúa bajo ella, atrayéndome hacia él de la mano. Me coloca debajo del chorro suave y amplio. Miro hacia arriba, es espectacular estar aquí con él viendo este cielo. Me siento feliz; creo que me estoy enamorando de este hombre. De repente, noto por mi cuerpo una pastilla de jabón; comienza a frotarme con ella por la espalda, bajando hacia el trasero, pasando por mi sexo. Sube por el abdomen y se detiene en los pechos. Me ofrece la pastilla con dulzura, la cojo y me frota con sus manos los pechos llenos de jabón, sus grandes manos, que me vuelven a excitar. Jadea con ese tono ronco y mi sexo reacciona a ello. Vuelvo a estar mojada. Pasa los dedos por mi barriga hasta bajar hacia el clítoris, donde se detiene. Frota sus grandes dedos en él con firmeza, se agacha y sigue frotando. Dios mío, otra vez vuelvo a estar descontrolada. Pasa su lengua de la misma forma que hizo antes, simulando que mi sexo es un helado. La excitación sube hacia lo más alto. Comienza a jugar con energía con su lengua en mi clítoris y la introduce en la vagina. Estoy jadeando sin control de nuevo. Lo agarro fuerte del pelo, llevo la cabeza hacia atrás y el agua cae por mis pechos. Le tiro fuerte del pelo para separarlo de mi sexo. Estaba a punto de llegar otra vez. Me mira con ojos llenos de lujuria y cojo su fuerte y fibroso brazo tirando de él para que se ponga de pie. Lo hace y lo empujo contra la pared; ahora me toca a mí.
Beso con ansiedad su boca, que sabe a mi sexo, paro y lo lamo como él me ha hecho antes a mí. Sonríe. Doy besos cortos por su cuello y lo escucho estremecerse, continúo por su pecho. Él aprieta los dientes y suspira. Lo miro y disfruto al verlo así. Sigo por su abdomen y me ayudo con la lengua mientras miro sus ojos. Está desencajado de placer. Me agacho, me coloco de rodillas frente a él y respira más intenso. Agarro su duro pene y lo empujo hacia el abdomen, cogiéndolo bien fuerte con mi mano. Me inclino más y comienzo a jugar con la lengua despacio por sus testículos. Él lanza un sonoro gemido que le provoca un pellizco de placer a mi sexo. Continúo, suave, solo con la lengua, por su pene, hasta llegar a la punta. Lo introduzco de golpe en mi boca y vuelvo a asombrarme de lo gordo que es, casi no me cabe, pero eso me encanta. Lo saboreo como si fuese el mejor placer del mundo, un placer que jamás volveré a sentir. Sigo sin parar. Él me coge del pelo, recogiéndolo en una coleta, y tira de él. Su excitación es incontrolable y yo me excito todavía más al verlo de esta forma.
—¡Para, joder! —dice, exhausto.
Me levanta de los brazos, se aparta de golpe y me pone contra la pared, en el mismo lugar en que estaba él. Su respiración está muy acelerada. Abre mis piernas con cuidado con sus rodillas, me inclino ligeramente con el culo hacia fuera y me proporciona una deliciosa estocada, mientras coge mis manos y las apoya contra la pared. Creo que estoy delirando. Me da cachetes en el trasero. No lo resisto, siento más placer que antes. Me dejo embestir haciendo movimientos a su compás y mi culo rebota en su pubis, acompañado de gemidos incontrolables que salen por mi garganta hasta que no lo soporto más y me dejo llevar en un deleitoso orgasmo que llega con mucha fuerza. Él saca su miembro y acaba en los mofletes de mi culo, gimiendo más fuerte que antes. Se apoya en mi espalda y me abraza, juntando sus brazos a través de mis pechos con delicadeza.
No tengo palabras, la mejor experiencia de todas, sin duda. Nos quedamos un minuto así para recuperarnos del placer mientras me da suaves besos que me saben a golosinas.
Acabamos de ducharnos; ahora, cada uno lava su cuerpo. Pone una toalla en el suelo para que salga de la ducha. Coge otra toalla y seca mi piel con suavidad. Toco su duro y rubio pelo. Maldita sea, definitivamente, me tiene enamorada. Se seca rápido con la misma toalla que ha utilizado para mí. Me coge en brazos y me mete en la cama como si fuese una niña.
—Buenas noches, pequeña. —Besa con dulzura mi boca.
—Buenas noches, amor —respondo. Entrelazo mis dedos por detrás de su cuello—. Ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida... Te lo prometo.
—Me alegro, novia mía. Así será a partir de ahora —dice feliz y con brillo en los ojos.
—Gracias, novio mío, me encanta. —Me siento atontada.
—Usted a mí también —sonríe y me proporciona un delicioso beso en la boca.
Se pone los pantalones, yo sigo todos los movimientos con la mirada, se dirige hacia la puerta, se vuelve y me lanza un beso con la mano. Yo le devuelvo otro. Abre y se marcha. Me encantaría dormir toda la noche abrazada a él, pero esto no lo cambio por nada ni por nadie del mundo. Solo lo quiero a él tal y como es, y no me importa nada más. Nunca me había sentido así.
Estoy eufórica, no consigo dormir, no sé si lo voy a poder hacer. Recuerdo cómo me ha tocado hace apenas unos minutos, sus besos, sus palabras... Sonrío al pensar que ya somos novios oficialmente. No quiero mirar el reloj, pero creo que ya ha pasado alguna que otra hora. Por fin, me quedo dormida con una espectacular sonrisa en mis labios.
ESTÁS LEYENDO
Supernova Delta (Supernova 1)
RomanceUna historia trepidante entre una humana y una nueva especie. (Nueva edición Supernova Delta) Un nuevo ADN entre la humanidad, un amor que arde y un misterio que se esconde en las cuevas de Cancún. Catherine es estudiante de Química y para realizar...