Capítulo 27: Declarar

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Capítulo 27
Declarar

Durante los dos siguientes días en Barcelona, he podido realizar las tareas que tenía pendientes. He ido al cumpleaños de mi padre y presentado el papeleo correspondiente para la universidad. Ya lo tengo todo al día. Ahora, ¡a disfrutar del resto de vacaciones que me quedan!
Hoy llueve. Estamos acomodados en el sofá. Abrazada a su pecho. ¿Quién me iba a decir hace un mes que estaría así ahora? No se lo habría creído nadie.
—Estoy muerta de sueño, no me estoy enterando de la película. —Apoyo mi rostro en su pectoral.
—Descansa, pequeña —dice y acaricia mi cabeza.
Abro los ojos. Me he quedado dormida. No sé el tiempo que ha pasado. La televisión apenas se oye. Ha bajado el volumen para no despertarme. Es un encanto.
—Mmm, es una delicia dormir encima de tu pecho, es el mayor placer —digo, adormilada, mirando su barbita rubia, que toco con mis dedos.
—¿El mayor? —pregunta, arqueando una ceja.
—Me encantaría dormir así toda la noche, apoyada en tu pecho. —Llevo mi mano a su torso y lo palpo de arriba abajo.
—¡Yo no puedo darte lo que tú quieres! —dice con dolor.
Mierda.
—Nathan, tú eres lo que yo quiero —respondo.
Le doy un beso en los labios y veo que su mirada se ha oscurecido.
—Pero nunca podrás dormir conmigo —dice.
Saca su brazo que tenía escondido por mi cuello y se levanta.
—Oye, ¡eso no me importa!
—Pues no es lo que han dicho tus palabras.
—Nathan, por Dios Santo. Soy feliz con esto, lo he dicho sin pensar.
—Nunca te podré dar una vida normal, Cath.
Joder, ¿ahora a qué viene todo esto?
—¡No me importa!
—¡Ahora! Pero, con el tiempo, seguro que sí que te importará, lo sé —dice, dolido.
—Amor..., yo solo quiero estar contigo, nada más. ¿Acaso no es lo que tú quieres?
—Claro que lo quiero, lo quiero demasiado.
—¿Demasiado?
—Sí, demasiado. ¡Soy capaz de cualquier cosa! Y me duele no poder darte lo que necesitas. Y sé que con el tiempo todo irá a peor —confiesa.
—¡Ya está bien, Dave!
Me levanto y voy al baño. Siento una presión en el pecho.
Me meto en la bañera y dejo caer el agua por mi cabeza. Me enjabono y pongo el tapón. Necesito relajarme. Esparzo sales de baño en el agua y me meto en ella.
No sé qué diablos tiene en esa cabeza, de verdad. Claro que me gustaría dormir toda la maldita noche con él, pero...
Toc, toc, toc. Toca a la puerta. No respondo.
—¿Puedo pasar?
—Haz lo que quieras.
—¿Que haga lo que quiera? —pregunta, y abre la puerta de golpe.
Observa mis ojos llorosos y cierra con cuidado. Viene hacia mí y se sienta en el suelo, a mi lado, sin decir nada. Acaricia mi brazo muy despacio. Eso hace que me estremezca y respiro hondo.
—¿Te has enfadado? —No digo nada—. Lo siento, ¿vale?
—No sé, Nathan, no sé qué pretendes con esos comentarios ni lo que quieren decir. —Frunce el ceño—. ¿Quieres alejarte de mí o...?
Me interrumpe.
—¡Jamás voy a alejarme de ti! —Se pone de rodillas, me toma por las mejillas y me habla a medio palmo, mirándome a los ojos.
—¿Nunca?
—Nunca. Te lo prometo. Y viviremos donde tú quieras, en el país que tú elijas.
—Estás loco... —Sonrío.
Me lleva hasta su pecho y me abraza. Me aferro a él. Joder, esto que siento es muy fuerte. Demasiado fuerte, maldita sea. Y su olor siempre me desarma por completo.
Se mueve, roza su mejilla con la mía y llega hasta mis labios, los acaricia con los suyos, tan suaves que me hacen temblar. Abro mi boca y me encuentro con su lengua. Continúa las caricias en nuestras lenguas y a todo mi cuerpo lo atraviesa una corriente. Se aparta y, con mucha velocidad, se quita la ropa y se mete conmigo en la bañera.
Me tiro a su cuello porque me molesta la distancia que hay entre nosotros, y me besa con pasión, con necesidad, con un deseo de traspasar los cuerpos como no había sentido antes. Se mueve, sin que yo sea consciente de cómo lo ha hecho, y se introduce en mi interior con su ya duro miembro, a cámara lenta. ¡Dios! Me estremezco de cuerpo entero. Gimo sin poder respirar con normalidad.
—Catherine... —Me mira a los ojos, junto a ese movimiento pausado de cadera—. Te quiero.
Madre mía, se me ha erizado el vello y mis ojos se han humedecido.
—Y yo a ti, Nathan. Te amo.
Lo beso en la boca con desespero y agarro fuerte su cuello para acercarlo más a mí, aunque eso es imposible. Se mueve más rápido y creo que voy a enloquecer. Acompaño sus movimientos salvajes y nos dejamos llevar con las embestidas; el agua sale de la bañera con cada empujón que me da. Miramos hacia el charco y sonreímos. Me levanta de la bañera en un impulso y me sujeta fuerte por el culo. Entra y sale de mi interior a la vez que siento todos sus dedos incrustados en mi trasero. Me sujeto a sus duros bíceps, y no soporto el placer que siento. Echo la cabeza hacia atrás. Lleva su boca a mis grandes pechos, mordisquea mi pezón derecho y continúa con las deleitosas estocadas. Estoy llegando, miro sus ojos y lo sabe. Muerde mi labio, me besa con ardor y eso hace que me entregue a él y tenga un alucinante orgasmo. Contempla mi rostro excitado, gimiendo de esa forma ronca que tanto me gusta. Su mirada es lasciva, sus dientes aprietan sus labios y sale de mí para correrse. Me agacho y pongo mi cara debajo. Sigo excitada y quiero sentir su semen que cae por mi rostro.
Me mira y sonríe, aún jadeando. Quita el tapón y abre el agua. Nos duchamos juntos. Yo lo enjabono a él y él a mí. Me apasionan estos momentos.
Sale de la bañera, coge una toalla y me la ofrece para que me la ponga en la cabeza. Creo que siempre hace esto para evitar una caída como la del primer día. Seca mi cuerpo con otra toalla y después se seca él. Me saca de la bañera cogiéndome de la cintura. Nos abrazamos y volvemos a besarnos con cariño. Su boca sabe mejor que nunca.
—Nathan, esto no lo cambio por nada del mundo. Te amo y tú me haces feliz.
—Yo tampoco podría estar sin ti —responde con tristeza.
Lo miro y recuerdo que él es inmortal y yo no. Algún día tendrá que estar sin mí. Saco ese amargo pensamiento de mi cabeza, que me ha producido un duro golpe en el pecho.
—¿Tienes hambre? —digo para cambiar de tema.
—Sí, ¿quieres cenar aquí y preparo la cena? ¿O te apetece que cenemos fuera? —pregunta mientras recoge su ropa tirada en el suelo.
—Lo que prefieras —respondo sin quitar ojo a su cuerpo desnudo.
Qué bueno está, el mamón. Vaya culazo tiene.
—Elige —dice, cariñoso.
—Si llueve, cenamos aquí; si ha parado, cenamos fuera.
—De acuerdo.
Nos asomamos a la ventana. Diluvia; nos quedamos. Dave me besa en la frente y me da un cachete en el trasero.
—¡Ah!
—Vístete, vas a coger frío. Voy a hacer la cena.
Lo abrazo por detrás e inspiro su olor. Ojalá esto no acabe nunca.

Supernova Delta (Supernova 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora