Capítulo 11'
VelarMe despierto, he soñado que estoy en Barcelona. Percibo un dolor fuerte en el pecho, salgo de un brinco de la cama y me pongo en pie. Enciendo la luz. No, estoy en el paraíso todavía. Apago rápidamente la luz, ya que Cris se ha dado la vuelta. Miro el reloj, son las seis y treinta y nueve.
Voy al baño. Me dirijo de nuevo hacia mi dormitorio. En el pasillo me detengo un instante y miro la puerta de Dave. Me acerco silenciosa, pongo el oído junto a la puerta, pero no escucho nada. ¿Podría irradiarme hasta aquí? No sé qué distancia es la mínima de seguridad. Siento pena por no poder entrar y abrazarle. Nunca podré dormir abrazada a su pecho mientras duerme. Maldita sea. Eso es lo que me espera junto a él.
Salgo del hotel. En el porche respiro el aire fresco, que golpea suave contra mi rostro. Pienso en la conversación que tuvimos en cuanto a las cuevas. Quizás pueda ayudarle con los componentes, pues es mejor tener cuatro ojos que dos y me haría mucha ilusión. Sé que para él es muy importante.
El sol se refleja en mi rostro y su calidez me llena de energía. Vuelvo dentro del hotel, pero no me apetece dormir, así que me dirijo hacia la cocina. Comienzo a preparar tortitas para el desayuno de todos.
Son las ocho y diez. Los compañeros se están despertando y ya tengo todo preparado, pero antes de que bajen a desayunar quiero ducharme.
—Vaya, qué madrugadora estás hoy. ¿Todo esto lo has preparado ahora? —dice Stephan con los ojos abiertos.
—Sí, me he despertado, no podía dormir y he aprovechado el tiempo... —le respondo sonriente.
—Qué buena pinta.
Sonrío y él se relame.
—Sí. Bueno, voy a ducharme, enseguida regreso.
—Vale, no te preocupes, yo preparo la mesa —me dice simpático. Tengo ganas de hacer la expedición de hoy. Hay cosas muy interesantes. Me encantaría ser de ayuda para Dave, sé que en las cuevas donde vamos hay algo que le gustaría tener.
Accedemos al autobús. Subo junto a él, cojo su mano y me mira con cariño. Estoy atrapada por completo en la energía que me transmite, estoy atontada por él después de ayer, no lo voy a negar, y no me importa no poder dormir a su lado jamás. Con esto soy feliz.
—¿Puedo sentarme contigo? —le pregunto.
—Sí —responde tierno, con una sonrisa.
Nos sentamos juntos al final del autobús para poder tener un poco de intimidad.
Entra Ian y mira desorientado los diferentes asientos que quedan libres.
—¿Te quieres sentar aquí? —le digo al ver que se acerca a nosotros.
Casi siempre se sientan juntos y no me quiero interponer.
—No, tranquila, me quedo aquí, no te preocupes —dice amable.
—¿Seguro?
—Seguro —guiña un ojo.
Dave aprieta mi mano y sonríe. El autobús comienza a rodar; le miro y me acerco a su boca despacio. Me besa con suavidad, mi lengua roza sus labios y siento cómo se remueve con energía mi entrepierna. En tan solo un segundo que nos rozamos lo que me hace sentir. Su boca se abre y su lengua busca con necesidad a la mía. Se retuerce, me coge de la barbilla fuerte y se aparta. Observa al resto de compañeros.
—Sí, este no es el lugar —digo cerciorándome también de que nadie nos ve.
—Sigue... —dice lascivo al notar que pongo mi mano apoyada en su muslo. Se muerde el labio y gruñe. Refugio mi mano con el suéter que llevo para la expedición y la llevo a su miembro.
¡Joder! Ya está muy duro. Se retuerce, yo hiervo por segundos. Me detengo, de golpe al ver que Taziana se acerca.
—¿Qué tal?, ¿preparados para lo de hoy? —pregunta simpática.
—Sí, deseando llegar. ¿Y tú? —respondo rápido, acalorada.
Sigo con la mano en la erección, pero veo que esto no es serio, esta
situación me está poniendo la cara como un tomate.
—También. —Dice, y se siente en un hueco en la parte de delantera, al otro lado.
—¿Ya has terminado? —suelta Dave en mi oído, con esa voz ronca que me estremece.
—No, pero este no es el lugar —susurro burlona, volviendo a la compostura.
—Cierto —dice aceptando y dándome un beso fuerte en los labios. Me encanta cómo está hoy. Espero no arrepentirme de lo que le voy a decir, pero creo que ya es hora de que hablemos este tema.
—Dave, el otro día leí las dos fotografías que hice a tu diario. —Me mira asombrado.
—Catherine.
—Es que no hemos hablado más de ese tema y es importante. ¿O no es importante para ti que haya leído tu diario personal? Y sin tu permiso.
—Sí, es importante, pero ya está hecho.
—Pero si te hubiese pedido leer el diario, ¿me habrías dejado?
—Cath, ¿a qué viene esa pregunta ahora? Después de que ya lo has leído... —Levanta una ceja de forma incrédula. Yo sonrío.
—Me gustaría saber qué hubieras respondido si te lo hubiese pedido. Es importante para mí. He violado tu privacidad —insisto con sinceridad.
—Catherine, pues no lo sé. Estos diarios... —Observa con sigilo a los compañeros y se acerca a mi oído para hablarme—. Cuando maté a mi mejor amigo durmiendo con él, fue traumático para mí. Estuve mucho tiempo sin superarlo. Mi familia me llevó al psicólogo y este me recomendó que expresase mis sentimientos escribiéndolos, así que desde entonces comencé a escribir diarios.
—Entonces tendrás un montón —digo con asombro. Dave levanta una ceja—. ¿Me dejarías leer alguno?
—Ya lo has leído —responde travieso con media sonrisa.
—Pero me encantaría leer más. Así podría conocerte mejor. —No dice nada, parece que lo esté cavilando—. Por favor. ¿Me dejarías?
—No lo sé, lo pensaré. Pero dejemos el tema de los diarios por ahora, por favor.
—Está bien. ¿Y hay algo que pueda interesarte en las cuevas de hoy? —le pregunto para cambiar de tema.
Mira alrededor para asegurarse de que no puede escucharle nadie.
—Sí, me gustaría coger un trozo de uno, pero no sé si podré... —responde en tono muy bajo.
—¡Quiero ayudarte!
—Cath, no quiero que te involucres en esto, es solo cosa mía, ya te lo dije —replica algo molesto.
—Yo sí quiero y soy lo suficiente mayor para decidir por mí misma —contesto en tono firme.
—¡He dicho que no! —dice autoritario, mirándome a los ojos sin dejarme opción alguna.
—Por favor —le pido suplicando.
Quiero hacerlo de verdad, yo también estoy interesada en que encuentre algo que pueda mejorar sus efectos.
Él niega con la cabeza sin mirarme a los ojos.
—Me lo debes —digo intentando disuadirle.
—¿Te lo debo?
—Sí, me lo debes por haberme convencido para que me quedara.
Y punto —respondo firme en tono suave.
—No te debo nada, pequeña... —me dice seductor.
Me cuelgo de su cuello y me lanzo a su boca. Él responde a mis reclamos con suavidad, mirándome fijamente a los ojos.
—Iré tras de ti y no tendrás más remedio que dejarme ayudarte —sigo insistiendo cuando me aparto de sus labios calientes.
—Cath, no me hagas hacer algo que no quiero hacer —me advierte amenazante.
¿A qué se refiere con hacer algo que no quiere hacer? ¡Maldita sea! No me fío ni un pelo de ese comentario.
—Tampoco, aunque solo sea para vigilar mientras tú haces lo que tengas que hacer. Déjame ser útil, solo vigilando —le propongo, susurrando, a la vez que acaricio con suavidad su nuca.
—¡Solo vigilando! —Levanta su dedo índice en tono de aviso.
—Vale, solo vigilando —acepto con una sonrisa.
Llevamos dos horas en las cuevas y no me he separado de él.
Vamos casi los últimos de todo el grupo.
—Espera, creo que es aquí —me dice muy flojito, acercándose al oído.
—¿Y qué hacemos para que no se den cuenta? —le pregunto nerviosa.
—Ya te dije que lo hacía solo.
—No, quiero hacerlo contigo.
—¿Quieres hacerlo conmigo? —repite mirándome lascivo.
Me entra un cosquilleo por el estómago.
—Dave, por favor, ¿dime qué hago? —suplico rendida.
—Ven, podemos hacer que nos estamos besando y así no dirán nada —dice aprisionando mi cuerpo contra la pared y besando mi boca.
Le sigo el juego, pero de forma real; nuestras lenguas bailan y siento de nuevo los latidos en mi sexo. Se aparta de golpe rompiendo con ello mi excitación. Se pone en cuclillas y saca una especie de navaja de su mochila. Se lleva el dedo índice a los labios indicándome silencio. Mis piernas comienzan a temblar. Dave se alza por encima de unas cuerdas de seguridad que hay como separación. Estoy sudando, aunque aquí dentro hace unos quince grados menos que fuera, pero hoy no necesito el suéter; estoy realmente nerviosa.
Emplea su navaja intentando desprender un trozo, alargando su brazo al máximo. Escucho un ruido.
—Dave, por Dios, baja —le digo aterrada.
—Chsst —pronuncia para que no hable.
Tiro de su pantalón y, en ese instante, una barra que protege la cuerda de seguridad cae. Dave me mira molesto. Se escuchan pasos y estoy literalmente temblando.
—Por lo que más quieras —digo mientras intento levantar la barra haciendo ruido con ello.
—¡Cath, para! Déjame a mí —dice firme.
Me quita la barra y la pone en su sitio. Coge mi mano y comenzamos a correr para intentar alcanzar al grupo.
Mi corazón parece retumbar aquí dentro de lo fuerte que late. Dave corre muy deprisa para mí, no puedo seguirle bien en las zancadas. Por fin conseguimos ver a nuestros compañeros y disminuimos el paso. Respiro acelerada.
—¿Estás bien? —pregunta mirando mis ojos.
—Sí —contesto agitada.
—Vamos junto a ellos, separados, despacio. Cuando estemos con
el grupo, adelántate a mí —me dice serio.
—¿Por qué? —digo nerviosa.
Chasquea la lengua.
—Que te adelantes —responde autoritario, señalando con su palma hacia el frente.
No digo nada más y obedezco. Está exasperado, supongo que debido a todo el ruido que he hecho y a no dejarle hacer lo que quería hacer. Seguimos a un paso tranquilo y nos juntamos con el grupo. Mi corazón regresa a sus latidos frecuentes.
Sin mirar a Dave, me incorporo a mis compañeros hasta ver a Zoe. Lleva una cámara de fotos muy pequeña, aunque aquí está completamente prohibido hacer fotos. Es lo bueno que tienen las cuevas, que son oscuras y no se ve nada con claridad.
—¿Es una cámara? —le pregunto en voz baja. Necesito hablar con alguien para calmar mis nervios.
—Sí. Pero, no digas nada, porque no se puede traer —responde susurrando y mirando al resto de compañeros.
—Tranquila, puedes confiar en mí.
No tengo suficiente con Dave; ahora, también ella... ¿Seré yo que me aproximo a personas a las que les gusta hacer cosas ilegales? Arqueo las cejas y respiro hondo.
—Cath, lo siento, ya sabes que no puedo contarte nada —dice excusándose.
—No te preocupes, Zoe.
Si supiese ella lo que acabo de hacer minutos antes...
Vamos a cenar y no he hablado todavía con Dave. En el viaje de vuelta se ha sentado con Ian. En la cena parece que tampoco hemos coincidido, se ha sentado alejado. ¿Qué demonios le pasa ahora a este chico? Tiene unos cambios de humor que no soporto.
Terminamos de cenar y salimos al porche del hotel.
—Hola —saludo, tímida.
—Hola, buenas —dice Owen.
—Hola —dice Dave, serio.
—Me gustaría hablar contigo un momento —le propongo.
—Vale, os dejo solos. Hablamos luego —dice Owen sin dejar que responda Dave.
—¿Y bien? —pregunta, molesto.
—¿Quieres que hablemos aquí?
Coge mi muñeca y me lleva fuera del porche.
—¿Qué quieres?
Su tono es irritado.
—Oye, no me hables así —respondo molesta—. ¿Qué te pasa ahora? Estoy harta de tus cambios de humor. No me has dirigido la palabra en todo el camino ni en toda la noche.
—Es que no entiendes nada.
—¿Y qué demonios tengo que entender?, ¿me lo puedes explicar?
—Que contigo a mi lado no puedo hacer lo que he venido a hacer a este curso. Y no voy a tener muchas oportunidades más de hacerlo, ¿sabes? —responde abriendo los ojos.
—¿Conmigo a tu lado...?
—Sí, Cath, sí... Contigo a mi lado no puedo —repite—; ahora, si no te importa, estaba hablando con mi amigo.
Me quedo sin palabras, y ni siquiera me apetece rebatirle nada. Así que me doy la vuelta y me dirijo a la playa. Conmigo no puede. Esas palabras bailan en mi cabeza mientras ando y escucho el sonido de las olas. Una de cal y otra de arena. No soporto cuando cambia de humor de esta manera. Y tampoco lo dependiente emocionalmente que me siento a veces de él. Eso me irrita muchísimo. Nunca me había sucedido. Regreso a mi habitación tratando de evitar encontrarme con alguien.
Hoy tenemos otra excursión; esta es más corta y lo agradezco. Estoy agotada. Después del desayuno nos vamos.
Paso toda la expedición con Zoe, la estoy ayudando a que pueda hacer fotografías de cada componente que vemos. Estamos al final del grupo. Las imágenes son en un plano de detalle. Es una buena cámara, sin duda.
—Pero ¿para qué quieres las fotografías si no tienes los componentes para analizar? —le pregunto incrédula.
—Cath, sabes que no puedo explicarte... —me responde después de una sonrisa.
—Ya, solo era curiosidad. Rio.
—Ya te dije que tenemos a los mejores investigadores. Nuestro equipo lo puede conseguir todo —dice revelando un poco de información.
—¿Todo? —digo confusa.
—Todo. Cualquier cosa que puedas imaginar. No te haces una idea de los contactos que tiene mi padre. Si vienes en Navidad, te enseñaré el laboratorio. Pero tendrás que firmar un documento de confidencialidad —me dice, profesional.
—¿Que tendré que firmar qué? ¿Por qué?
—Son las normas de mi padre, todos los trabajadores lo firman — aclara.
—Claro, lo haré sin problema.
Hablamos un rato sobre los componentes que salen en el programa, le explico la idea que tengo para realizar mi proyecto final de carrera y me ofrece pasarme alguna información para incluir en el proyecto. Estoy excitada y muy ilusionada, pues estoy encontrando cosas en este programa que me apasionan y sé que me quedará un buen trabajo con todo lo que tengo.
Respiro el aire fresco. Estoy a las afueras del hotel, sentada en el suelo. Después de un largo día me abstraigo mirando las estrellas, que parecen brillar hoy con más fuerza que noches atrás. Huele a naturaleza, a una mezcla de brisa suave marina junto con el olor dulce de la selva y sus árboles. Me calma estar aquí sola, puedo sentirme en paz.
Pero mi paz se acaba cuando escucho unas pisadas acercarse sigilosamente.
—¿Qué haces aquí? —pregunta una voz grave, inconfundible.
—Nada, relajarme —respondo sin apartar la mirada del cielo—. ¿Y tú?
—Iba a dar una vuelta antes de ir a dormir.
—Siento lo de ayer en la cueva, siento que no pudieses coger nada.
—Extraje una pequeña parte, pero creo que no es suficiente.
—¿Pudiste coger una muestra entonces? —pregunto emocionada.
Creía que no había podido coger nada.
—Sí, pero un fragmento pequeño —responde. Se sienta junto a mí—. Era muy significativo. Hay un componente que se llama «ternuela». Es sumamente importante para mí, ya que está compuesto de elementos que estamos estudiando en la familia, por el tema de la irradiación. Creemos que este componente puede ayudarnos. Lo que había en la cueva ayer tiene algunos componentes parecidos a los de la ternuela. Por eso era primordial coger una muestra mayor —confiesa.
—Vaya, lo siento. Y gracias por explicármelo —digo. No se lo digo, pero ese nombre, ternuela, me suena de algo; creo que lo he leído en su diario—. ¿Por el tema de la irradiación? —pregunto un pensamiento.
—Sí, estamos estudiando cómo conseguir eliminar los efectos de nuestra irradiación, pero hasta ahora no hemos tenido éxito. Es algo complicado. Este es el motivo de mi irritación del otro día, no haber podido coger la cantidad suficiente para poder estudiarla mejor. Siento mi comportamiento.
—Yo también lo siento, de verdad, no sabía lo importante que era, me puse muy nerviosa. Disculpa.
—En realidad, creo que tengo que estar agradecido contigo, porque, si no hubieses estado allí para avisarme de que venía alguien, con la emoción de coger un trozo más grande, me hubiese quedado y me hubiesen atrapado. Así que gracias.
—De nada. Si quieres que te ayude, a lo que sea, solo tienes que pedírmelo —digo cariñosa.
—Bueno, es tarde y tengo que irme a dormir. Que tengas buenas noches —se levanta.
—Buenas noches.
Se aleja y me siento confundida. Entiendo todo lo que me ha explicado y el motivo por el que se irritó conmigo. Y me interesa mucho lo que me estaba diciendo, pero no sé por qué, creía que su explicación escondía una disculpa y que volveríamos a estar como antes de que ocurriese todo, juntos. Pero ya veo que no.
¿Ni siquiera un beso de buenas noches?, ¿ni en la mejilla?
Es fin. A veces me siento una estúpida, no. Soy una estúpida. Imaginaba que estaba enfadado conmigo porque le había fastidiado la caza del componente, pero no: lo único que pretende es alejarse de mí de nuevo. Esto es un bucle sin salida. Y me siento atrapada en él.
Es como una moneda. En una cara está lo mejor, pero, cuando se gira, encuentras de un golpetazo lo peor. Intenso y apasionado, pero doloroso y frío.
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Supernova Delta (Supernova 1)
RomanceUna historia trepidante entre una humana y una nueva especie. (Nueva edición Supernova Delta) Un nuevo ADN entre la humanidad, un amor que arde y un misterio que se esconde en las cuevas de Cancún. Catherine es estudiante de Química y para realizar...